Me quedo con usted Comandante
Fuerza Naval
Guerra de Malvinas Fuerza Naval ARA General Belgrano
«Me quedo con usted Comandante» había ordenado a todos sus hombres que abandonaran el barco y se había quedado solo en una cubierta que escoraba rápidamente, cortando con un cuchillo la amarra de una balsa que había permanecido atada. «Sobraban las balsas -dice ahora Bonzo-; teníamos suficiente para 1.400 hombres y éramos sólo 1.093, pero una más nunca iba a venir mal. «Estaba solo, concentrado en mi tarea. De pronto escucho una voz que me dice muy cerca: «Vamos señor comandante!» . Me doy vuelta y veo que era un suboficial segundo que se había quedado a bordo, a pesar de mi orden expresa en contrario. Era el suboficial segundo artillero Ramón Barrionuevo. «Que hace suboficial?», le dice Bonzo: Me quedo con usted Comandante; si usted no se tira, yo tampoco. Bonzo duda un instante, pero su emoción ante esta solidaridad elemental (y suprema) es tan grande, que deja de lado la autoridad y le dice a Barrionuevo: «Bueno, entonces ayúdame a cortar las amarras de este bote. Los dos marinos terminaron su tarea en la cubierta solitaria barrida por las olas. Armaron luego una cuerda con pedazos de mantas y sábanas; la ataron y se deslizaron por el casco ya casi volcado hacia el agua, el Capitán de navío y el suboficial, uno después del otro, no sin antes persignarse. Varias balsas los esperaban a unos diez metros al costado del buque, que no habían querido alejarse, aún a riesgo de ser absorbidas por el buque que ya tenía más de 45 grados de escora. La tripulación de las balsas habían seguido ansiosamente a las dos figuras solitarias en la cubierta del barco que se hundía. Y los alentaron con sus gritos cuando bajaban con su rudimentaria escala hacia el agua. Uno de los conscriptos que estaban en las balsas cuenta ahora: «Los veíamos a los dos en la cubierta y pensábamos que se hundían con el buque. Gritábamos y aplaudíamos cuando lograron salvarse. Siguenos en Facebook «De estos últimos momentos a bordo -dice el capitán Bonzo-, fue testigo también el Suboficial Segundo Artillero Ramón Barrionuevo. Era una casi sagrada adhesión, cambió su legítimo puesto de abandono en la balsa para acompañarme en una actitud a la que yo solo y únicamente estaba obligado. |