Me quedo con usted Comandante

Guerra de Malvinas 1982

Me quedo con usted Comandante

Crucero General Belgrano

Fuerza Naval

Guerra de Malvinas Fuerza Naval ARA General Belgrano
«Me quedo con usted Comandante» había ordenado a todos sus hombres que abandonaran el barco y se había quedado solo en una cubierta que escoraba rápidamente, cortando con un cuchillo la amarra de una balsa que había permanecido atada.
«Sobraban las balsas -dice ahora Bonzo-; teníamos suficiente para 1.400 hombres y éramos sólo 1.093, pero una más nunca iba a venir mal.

«Estaba solo, concentrado en mi tarea. De pronto escucho una voz que me dice muy cerca:
«Vamos señor comandante!» . Me doy vuelta y veo que era un suboficial segundo que se había quedado a bordo, a pesar de mi orden expresa en contrario. Era el suboficial segundo artillero Ramón Barrionuevo.
«Que hace suboficial?», le dice Bonzo: Me quedo con usted Comandante; si usted no se tira, yo tampoco.
Bonzo duda un instante, pero su emoción ante esta solidaridad elemental (y suprema) es tan grande, que deja de lado la autoridad y le dice a Barrionuevo:
«Bueno, entonces ayúdame a cortar las amarras de este bote.
Los dos marinos terminaron su tarea en la cubierta solitaria barrida por las olas. Armaron luego una cuerda con pedazos de mantas y sábanas; la ataron y se deslizaron por el casco ya casi volcado hacia el agua, el Capitán de navío y el suboficial, uno después del otro, no sin antes persignarse.
Varias balsas los esperaban a unos diez metros al costado del buque, que no habían querido alejarse, aún a riesgo de ser absorbidas por el buque que ya tenía más de 45 grados de escora.
La tripulación de las balsas habían seguido ansiosamente a las dos figuras solitarias en la cubierta del barco que se hundía. Y los alentaron con sus gritos cuando bajaban con su rudimentaria escala hacia el agua.
Uno de los conscriptos que estaban en las balsas cuenta ahora: «Los veíamos a los dos en la cubierta y pensábamos que se hundían con el buque. Gritábamos y aplaudíamos cuando lograron salvarse.
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«De estos últimos momentos a bordo -dice el capitán Bonzo-, fue testigo también el Suboficial Segundo Artillero Ramón Barrionuevo. Era una casi sagrada adhesión, cambió su legítimo puesto de abandono en la balsa para acompañarme en una actitud a la que yo solo y únicamente estaba obligado.

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