La batalla por las Malvinas
Guerra de Malvinas Fuerza Aerea
La batalla por las Malvinas» Después de ese primer contacto con nuestras Islas, se me hizo más clara esa definición que aprendí siendo Cadete de la Escuela de Aviación Militar: “Patria es todo aquello que nos pertenece, amamos y somos capaces de dar la vida por su causa”. Relata: El autor -piloto de A-4B Skyhawk, tratando de analizar el porqué de los resultados de la F.A.A. contra los ingleses. Un campo de batalla moderno es un enorme centro de experimentación de armamento y tácticas nuevas. La batalla en que la Fuerza Aérea Argentina participó defendiendo la Patria no fue una excepción. En ese pedazo de tierra Argentina, se evaluó el avión Harrier, que dio óptimos resultados 7 cuando se lo utilizó para lo que fue concebido, o sea como interceptor, y fracasó como caza bombardero. Allí también se comprobó la eficacia del misil Sidewinder AIM-9L y la importancia de la inteligencia y las comunicaciones en la guerra moderna. Hasta ahí todos parámetros y experiencias esperadas, pero no sólo esto nos dejó esta batalla, detrás de los números, las estadísticas y evaluaciones surgió algo, algo distinto y ya olvidado, que asombró al mundo y tuve la oportunidad de vivir desde adentro. Esto fue el maravilloso descubrimiento del triunfo del hombre sobre la máquina, de que la Fe, el amor, el romanticismo, la hidalguía, el honor y los ideales aún existen, irguiéndose por sobre los intereses, los dólares, el oro y el materialismo. Superando el despliegue técnico surgió el empuje tremendo de un grupo de hombres; el personal de la Fuerza Aérea Argentina que, amparado sólo en la fe en Cristo, un Rosario y el convencimiento de que la causa por la cual luchaban era superior aún al valor de su propia vida, fueron al combate sobre aviones leales pero antiguos, contra la tercera flota del mundo y lo más avanzado de la técnica moderna, en lo que se refiere a armamento naval, logrando la admiración del mundo e incluso de sus propios enemigos. Esto me llevó a hacerme una pregunta ¿Por qué? Todo nace de una formación de Base que surge desde la creación de la Escuela de Aviación Militar y sigue con quienes instruyeron a las sucesivas promociones, incluyendo una dedicación especial al perfeccionamiento profesional, sabiendo que la misión de nuestra Fuerza es la defensa de la soberanía nacional. En el momento en que uno inicia su ataque a una sofisticada fragata moderna la indecisión o el error se pagan con la muerte; primero saldrán aisladas columnas de agua producto de los cañones de largo alcance de los buques y los misiles que buscan el avión y por último queda una barrera de bombas de fragmentación y el fuego de las armas automáticas que emplean los tripulantes, las que forman una franja de aguas que danzan, pues tiraban «hasta con la zapatilla». El piloto sabe que si vuela excesivamente bajo se desintegrará contra el agua y si sube un metro más será captado por el radar que dirige los letales cañones y por consiguiente será derribado; va por un estrechísimo corredor hacia el blanco, sobre el que lanzará su bomba prácticamente segundos antes de chocarlo, pasando luego entre sus antenas y llegando en algún caso a doblarlas, chocando contra ellas, como le ocurrió al 1er Teniente Alberto Filippini, piloto de A-4B en su ataque del día 21 de mayo, causando graves averías a la «Argonaut», llegando al aterrizaje si la cola de su tanque suplementario que se quedó en la antena. El mecanismo en la Escuadrilla debe ser el de un reloj que funciona con un perfecto sincronismo. Siempre pensé, inclusive cuando estuve destinado en una Base del Sur como 7 -Factor fundamental del éxito del Harrier como interceptor, fue el misil norteamericano Sidewinder AIM. 9L, proveniete del arsenal de la NATO, cedido por este país a Inglaterra para el conflicto. integrante de la Escuela de Caza durante el año 1978 por el conflicto limítrofe con Chile, que el secreto del éxito de una misión residía en ese perfecto entendimiento; pero en esta Campaña aprendí que eso no es todo; ese entendimiento debe extenderse a los mecánicos, a los armeros, a los radaristas, a los meteorólogos, a las tripulaciones de los reabastecedores… El profesionalismo, la unión y la seriedad de tomar todas las actividades con mentalidad combativa, constituyen las bases de ese éxito. Cada vez que iniciábamos una misión sabíamos que quizás ese sería el último día que estaríamos sobre la tierra y muchas veces volvíamos en ese largo regreso, con la misión cumplida, pensando en quién dos horas antes estuvo preparando la navegación con nosotros y no volvería jamás. Esto sólo se consigue de una manera, formando al hombre interiormente, enriqueciéndolo, enseñándole que todo viene de alguien muy superior a nosotros y a todo lo terrenal, Dios Nuestro Señor, que la vida militar debe ser un apostolado como puede ser el sacerdocio y la medicina, teniendo como fin principal el espíritu de servicio, pues ésa es nuestra misión, servir, ya que quien tiene verdadera vocación militar debe seguir aquello que dijo Dios; cuando le preguntaron cuál era el mandamiento más importante: «Amarás a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo»; y no hay mayor prueba de amor que la ofrenda de la propia vida. Nosotros dejamos al norte a nuestras esposas e hijos, a quienes no dudamos en dejar viudas y huérfanos, ya que defendíamos la justicia (palabra tan olvidada), el futuro de ellos y de muchas familias como las nuestras, el honor de la Patria , y de toda la América Hispana. Debimos aprender sobre la marcha en Malvinas y gracias a Dios y a nuestro entrenamiento, lo hicimos rápido y bien, lo que no quita que pese a nuestro éxito aero-naval, si hubiésemos tenido el armamento y los aviones adecuados, un tercio de la flota inglesa (112 buques) estaría ahora en el fondo del mar. «Sir Tristan», «Sir Gallahad», «Coventry», «Glasgow», «Antelope», «Plymouth», «Antrim», «Ardent», «Brillant», «Invincible» y tantas fragatas hundidas y averiadas son el mejor testimonio del triunfo del espíritu y el idealismo del personal de la Fuerza Aérea Argentina por sobre el tecnicismo. Antes de iniciar su travesía hacia nuestro mar, los ingleses contabilizaron nuestros medios, pero se olvidaron del factor humano, lo que les costó muy caro. La responsabilidad de evaluar y ordenar el cumplimiento de esas misiones recaía en unos pocos conductores que sabían que muchos de nosotros quedaríamos en el campo de batalla, lo que es aún más penoso para ellos, dado que conocían personalmente a casi todos los pilotos que las llevaban a cabo; sin embargo ellos supieron cumplir acertadamente con la difícil misión de comandar nuestra Fuerza Aérea en combate. Se habló de «kamikazes», o de que nos daban estimulantes, cuando el único secreto era la Fe en Dios, la convicción y el amor a nuestra tierra; debíamos llegar pese al mal tiempo, pese al frío, pese a lo limitado de los medios, debíamos batir al blanco y debíamos volver, volver ¡a toda costa!, pues debíamos volver a salir a combatir. Detrás de todo esto estaba el apoyo incondicional del pueblo de nuestra patria que nos hacía sentir su cariño en cada ataque. También sentíamos el apoyo de nuestras familias que no nos pedían que nos cuidemos, sino que sepamos cumplir con nuestro deber, aún sabiendo que quizás al hacerlo nos perdieran para siempre. Mi esposa Mirta me mandó una carta que decía escuetamente: «…Cumplí con tu deber que yo voy a saber cuidar de nuestros hijos…». También me enteré posteriormente que me había ofrecido a Dios ante el Altar. Un hecho destacable fue la actitud de muchos oficiales que pudieron eludir, por su edad y grado, el entrar en combate, como el Vicecomodoro Manuel Mariel, pero exigieron ir al frente de sus hombres, siguiendo el lema de que “una vida es más importante por su calidad que por su longitud”. También se vio la necesidad de que el piloto viva cómodo, descanse y coma bien, ya que su vida y el cumplimiento de la misión dependen de sus reflejos y así logrará un rendimiento óptimo, pensando la mejor actitud a tomar en unos segundos, mientras a su alrededor explotan las bombas y su avión vuela a casi mil kilómetros por hora. Pero no sólo es importante el alimento del cuerpo, sino también del espíritu, en nuestras bases sureñas contamos con sacerdotes de oro, que nos ayudaron a ir al combate con la paz del Señor en nuestros corazones. ¡Esa fue nuestra arma secreta! ¡Esa Fe fue la que nos impedía iniciar la maniobra evasiva cuando entrábamos al blanco!. Los padres Pacheco, Tadeo y otros que andaban en la noche, de cañón en cañón, animando a la gente pese al toque de queda, con riesgo de su propia vida, dieron muestras de amor al prójimo y coraje, como modernos apóstoles. Me contaba el 1er Teniente Mariano Velasco, quién se eyectó en la Gran Malvina, luego de que atacamos juntos en Bahía San Carlos, que durante ese día y dos noches que caminó sin cesar para evitar morir congelado, descubrió la fuerza espiritual que da la Fe, la que permite a un ser humano llegar mucho mas allá de lo físicamente posible. Mientras la muerte lo rondaba, él guardaba dos caramelos del equipo de supervivencia para dárselo a sus hijitas, pues no se rendiría ni al enemigo, ni a la muerte. Debemos comprender que es aún más importante la formación del hombre que la formación del piloto y que no debe finalizar la misma con su egreso, sino que se debe continuar en las Brigadas. En nuestras islas quedaron valiosos hombres que nos piden que no regalemos lo que a ellos les costó la vida y que no nos dejemos influenciar por lo que predican aquellos que solo consideran el vivir tranquilos, no importa el costo. Cierto día, cuando aterricé luego de cumplir una misión de combate, se acercó uno de los muchachos civiles del aeropuerto que cargan combustible en los aviones y me apretó afectuosamente un brazo; en ese gesto percibí lo que sentían todos los Argentinos, por lo que sólo les puedo decir un muchas gracias. Dios tiene dispuesta una misión para cada uno de sus hijos en esta tierra, siendo todas importantes por igual; nosotros sólo cumplimos con nuestro deber. Dijo el Ten Mayor durante una conferencia: «. . . Antes de la guerra pensé que a un piloto de combate se le debía enseñar a formarle a otro avión, a tirar, a hacer navegaciones tácticas; luego comprendí que lo más importante era enseñarle a llegar a su objetivo, a llegar pese al miedo, a la pérdida de la propia vida, a llegar pese a todo. .. «. |
Comodoro (R) Pablo Marcos Rafael Carballo
Con dios en el Alma y un Alcon en el Corazon Compendio de “Dios y los Halcones” y “Halcones sobre Malvinas”,
del mismo autor
CORDOBA, AGOSTO