Juan Domingo Horisberger

Guerra de Malvinas 1982

Juan Domingo Horisberger

Regimiento de infanteria 6

Juan Domingo Horisberger ,Soldado conscripto Clase 62, vivenció su niñez y adolescencia en el barrio La Paloma de la Localidad de El Talar. Cursó sus estudios en las Escuelas Nº 35 y 15. El 17 de marzo de 1981 fue convocado al Servicio Militar Obligatorio y se incorporó en el Regimiento de Infantería Mecanizada 6 “General Viamonte”.

Por su destreza se transformó en un tirador destacado dentro de su tropa.Como miembro de la 3° Sección de la Compañía de Infantería B «Piribebuy» al mando del entonces Subteniente Esteban Vilgré Lamadrid, se enfrentó al ejército inglés y sus aliados.

Llegó a las Islas Malvinas durante los primeros días de abril y fue trasladado junto con su sección al Monte Dos hermanas. Preparó su espíritu para enfrentarse cara a cara con el enemigo, demostrando coraje y sacrificio.Poco antes de morir protagonizó una batalla heroica junto a su compañero Oscar Ismael Poltroneri donde logran frenar el avance de toda una compañía británica permitiendo el repliegue del resto de su sección.

Durante la noche del 13 de junio en Monte Tumbledown, cuando se producía una de las batallas más feroces y sangrientas de la guerra en defensa del Puerto Argentino,el Soldado Horisberger pierde la vida heróicamente al intentar arreglar su ametralladora.

Relato del VGM Esteban Lamadrid: «Recuerdo la noche del 13 de junio cuando con la sección encolumnada detrás de mí marchamos en apoyo de los infantes de marina, cuando al dejar a la gente protegida en las rocas me fui a recibir la orden de contraataque…. Al bramido del viento y la nieve se sumaba el rugido de los cañones. El suelo temblaba y gigantescas bengalas con su silbido siniestro transformaban la noche en día.

Al regresar con mis hombres, seguido por el sonido de la radio que informaba al Comandante de la Compañía la situación caótica de la primera línea en todos sus frentes, justo en ese momento, una bengala iluminó los rostros cansados de mis suboficiales y soldados… sus ojos brillaban con decisión, pero sus caras flacas evidenciaban el desgaste de los últimos días.

Me sentí conmovido por esos hombres que lejos de intentar una excusa, se levantaban lentamente, tomaban sus armas y me seguían. Las miradas del Sargento Echeverría, de los soldados Minutti, Di Sciulo, la ametralladora de su hijo con González y Andreacola… Todo era un desborde: a retaguardia, la confusión del intercambio de disparos de los integrantes del BIM 5 -algunos ya mezclados en combate cuerpo a cuerpo-; al flanco derecho, las restantes secciones de la Compañía envueltas en combate por el fuego y hacia el mar el combate en Monte Williams. Las ráfagas enemigas buscaban por todas partes un cuerpo para alojarse.

Cuando ordené “seguirme” nadie dudó. Un nudo atenazaba mi pecho… que ejemplo, que valor, que sentido del deber irradiaban esos hombres. Cruzamos un pequeño valle en silencio, Pasamos por una posición donde desde una radio llamaban a un operador que tal vez ya nunca contestaría… y al llegar al centro del valle vimos por el visor nocturno que quienes se encontraban a corta distancia no eran propia tropa… eran británicos. Situación increíble se había generado, en medio de un valle pelado a merced del enemigo!!. Los ingleses abrieron fuego impidiendo la reunión con el resto de la sección. que, para no delatar su ubicación (desventajosa por cierto) no había contestado el fuego.

Nos hicimos fuertes en el cerro y se combatió con fiereza durante toda la noche. Cada ráfaga británica era respondida por otra igual. Con el transcurrir del tiempo el enemigo comenzó a ganar la espalda y la situación se hizo complicada. No obstante, cada vez que creían haber silenciado las ametralladoras, Horisberger y Poltronieri disparaban nuevamente con sus cañones al rojo. El lanzacohetes restante agotó su munición contra los nidos de ametralladoras y lentamente la situación comenzó a desbalancearse. Sin apoyo de morteros, ya agotada su munición, sin radios, sin visores, sin cohetes y casi sin munición los infantes venderían cara la posición.

Repentinamente la ametralladora de Horisberger, al rojo, se trabó, Andreacola le pasó el otro cañón. Dos veces esperó una pausa de fuego para regular los gases sin éxito. Una ráfaga en su pecho lo arrojó hacia atrás. El Jefe de Sección y el soldado González llegaron a su lado para verlo morir sin un quejido con su ametralladora aún en las manos agarrada por la culata…»

El cuerpo de Horisberger cayó en la ladera Este del monte: La Terraza. Un despeñadero tan intrincado que impidió que su cuerpo fuera encontrado.Recién en enero de 1983. Medio año después del fin de la guerra fue hallado por los Royal Pioneers, enterradores civiles. Le tocó la tumba anónima B–1–15 en el Cementerio militar de Darwin en las Islas Malvinas,donde se encuentran las tumbas destinadas a los héroes argentinos que por falta de su identidad fueron llamados “solo conocidos por Dios”.

Los enterradores civiles lo bautizaron como «Pedro», quizás por ser un nombre latino, poco importa la razón porque quedo claro que allí yacía el cuerpo de un valeroso argentino que jamás se rindió.Asi nace la leyenda del soldado Pedro, el héroe de Malvinas que nunca se rindió. Hoy tenemos la oportunidad de conocer su verdadera identidad e historia de valor y heroísmo.
Verónica Aguirre

 

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