Dice en sus versos Marta Pérez Dematris:

Guerra de Malvinas 1982

Dice en sus versos Marta Pérez Dematris:

Porque sí te recuerdo al primer lustro
con traje de fajina, así, enlodado,
al bajar el emblema acongojado,
hacerle con tu cuerpo el gran escudo.
Es que así te recuerdo al primer lustro

con traje de fajina, así, enlodado,
con chaleco cargado de granadas
y con manos y brazos desollados.
Porque así te recuerdo al primer lustro
con traje de fajina y enlodado
fuiste el valiente que murió matando
con rojos salpicones de tu hermano,
el dolor dominando tu mirada
reptando y las narices chamuscadas.
Porque así te recuerdo al primer lustro
en traje de fajina, así, enlodado,
quiero sentir tu nombre en la cimera
y dibujar tu rostro, así, mojado,
de sudor y de lucha y de quimera…
Quiero escribir tu nombre, dibujar tu rostro
soldado de mi Patria, al primer lustro.

Primer lustro. Cinco años. Cinco años desde aquel amanecer luminoso cuando cielo y tierra, Dios y Patria, alma y cuerpo, sangre y tierra, fueron llama, fueron honra, gloria y canto y llanto.

Llama que consumió el aire de los pechos argentinos en coraza al holocausto de la infamia. Honra que hinchó los corazones y redimió siglos de impostura. Gloria por el humilde orgullo de ser grandes. Canto que rompiendo las fronteras se elevó en marcial himno sacro, ante el mundo azorado. Llanto, porque así te recuerdo al primer lustro, dando tu vida plena en la postrera alianza redentora.

Al primer lustro, ¿dónde están esa llama y esa honra? ¿Dónde la Gloria y el canto y el llanto? ¿Dónde mis soldados en traje de fajina y enlodados? No fue nada la muerte. Era la aurora. El despertar gozoso en otra Patria, después de la batalla de la historia.
No fue nada la herida. Era la marca indeleble del coraje hinchado a manos llenas en la turba. No fue nada el recuerdo. Era el dulce sueño del amante que añora la presencia de su amada, sin recordar siguiera sus desplantes. Pero no valieron ni la muerte, ni las heridas, ni los recuerdos.

Todo fue prostituido y así, la Gesta es aventura, locura, insensatez. La muerte innecesaria y manoseada por llorones mercenarios.

Las heridas vergüenza de un pasado de oprobio. Los recuerdos, divagues neuróticos de «pobres chicos de la guerra».

A cinco años de la Gesta heroica de Malvinas, el país padece la ausencia de causas convocantes. En vano se inventan motivos y se esgrimen estratagemas de la más variada índole, para sacudir la modorra aplastante de un pueblo que no encuentra su destino. Se salta del Austral al Australito, y del divorcio al traslado de la Capital. Del Congreso Pedagógico a la Ley de Radiodifusión. De la Reforma de la Constitución a los atentados. De los ignominiosos juicios a militares en su hipotética violaciones de los derechos humanos, al voto en favor de las violaciones a los derechos humanos en Cuba. De un estado de sitio a una presencia nazi silente y perversa denunciada al más alto nivel. De una zona de exclusión más chica a una zona de exclusión más grande. De una política exterior complaciente, floja y deplorable a una política exterior coloreada, balbuciente y falaz. De EE.UU. a Nicaragua.

Y ésa es la Argentina de hoy. Sin causa convocante. Sin ética, sin dignidad. Donde todo fue prostituido. Todo menos la entraña misma de Malvinas. Entraña pura, entraña santa, entraña fiel. Entraña en la cual sólo caben los elegidos, como en aquella pobre barca de Noé, que en vuelco de horrenda tempestad, sobraron el género humano. Los que se fueron para siempre y los que estamos en esta tierra, unidos todos, por las cadenas pesadas de la responsabilidad que significa amar la Patria hasta las últimas consecuencias, hoy navegamos penosamente por todo el ámbito de la Nación y también del extranjero, en un mar convulsionado por las más deleznables pasiones humanas.

Intereses, mediocridad, mentiras, compromisos de hombres a sueldo, a los que no les importa destruir nombres, honras, familias. Consumismo, pornografía, droga, delincuencia infantil, violencia, alentados subliminalmente desde los medios de comunicación. Pero los que, protegidos en las entrañas de Malvinas, luchamos contra la horrible tempestad, recordemos las palabras del Señor: «¿Por qué teméis hombres de poca Fe, si Yo estoy con vosotros?».

Hoy el amanecer está cercano. Partículas de luz, imperceptibles para muchos, comienzan a abrirse paso entre las densas nubes. El hombre ha sido dotado con instinto y don proféticos, por eso, a las grandes declinaciones de la razón en las curvas más pronunciadas de la decadencia social, los pueblos siguen la voz de sus santos y de sus héroes. El fenómeno de la resurrección lo sienten en la sangre y en la piel, sólo los limpios y puros…
Así te recuerdo al primer lustro
En traje de fajina, así, enlodado…

Soldado de Malvinas, no conozco, tu nombre, ni tu cara, ni tu rango, sin embargo te veo en cada uno de tus camaradas que sufre injusticia y oprobio. Te veo en cada argentino que día a día pierde su identidad nacional en la indignidad de una vida programada de antemano por consignas marxistas. Te veo en cada institución destruida alevosamente mediante la insidia y la calumnia. Te veo en cada pedazo de mi tierra en manos ajenas, profanadoras. Te veo en mi Argentina de hoy, fatua y mendicante, tibia, triste, doliente…

Por eso, por tu sangre, por tus manos y tus brazos desollados, por tu miedo, por tu rostro, así, mojado de sudor, de lucha y de quimera, de las entrañas será redimida y de Malvinas surgirá la Argentina de la Victoria. La Victoria que no se basa en la venganza, ni en la revancha, ni en la opción.

La Victoria tuya, mi soldado así, en traje de fajina y enlodado.
Al bajar el emblema, acongojado haciendo con tu cuerpo el gran escudo

María Delicia Rearte de Giachino
(discurso dado el 2 de abril de 1987)

 

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