Dice en sus versos Marta Pérez Dematris:
Porque sí te recuerdo al primer lustro
con traje de fajina, así, enlodado,
al bajar el emblema acongojado,
hacerle con tu cuerpo el gran escudo.
Es que así te recuerdo al primer lustro
con traje de fajina, así, enlodado,
con chaleco cargado de granadas
y con manos y brazos desollados.
Porque así te recuerdo al primer lustro
con traje de fajina y enlodado
fuiste el valiente que murió matando
con rojos salpicones de tu hermano,
el dolor dominando tu mirada
reptando y las narices chamuscadas.
Porque así te recuerdo al primer lustro
en traje de fajina, así, enlodado,
quiero sentir tu nombre en la cimera
y dibujar tu rostro, así, mojado,
de sudor y de lucha y de quimera…
Quiero escribir tu nombre, dibujar tu rostro
soldado de mi Patria, al primer lustro.
Primer
lustro. Cinco años. Cinco años desde aquel amanecer luminoso cuando
cielo y tierra, Dios y Patria, alma y cuerpo, sangre y tierra, fueron
llama, fueron honra, gloria y canto y llanto.
Llama que
consumió el aire de los pechos argentinos en coraza al holocausto de la
infamia. Honra que hinchó los corazones y redimió siglos de impostura.
Gloria por el humilde orgullo de ser grandes. Canto que rompiendo las
fronteras se elevó en marcial himno sacro, ante el mundo azorado.
Llanto, porque así te recuerdo al primer lustro, dando tu vida plena en
la postrera alianza redentora.
Al primer lustro, ¿dónde están
esa llama y esa honra? ¿Dónde la Gloria y el canto y el llanto? ¿Dónde
mis soldados en traje de fajina y enlodados? No fue nada la muerte. Era
la aurora. El despertar gozoso en otra Patria, después de la batalla de
la historia.
No fue nada la herida. Era la marca indeleble del
coraje hinchado a manos llenas en la turba. No fue nada el recuerdo. Era
el dulce sueño del amante que añora la presencia de su amada, sin
recordar siguiera sus desplantes. Pero no valieron ni la muerte, ni las
heridas, ni los recuerdos.
Todo fue prostituido y así, la Gesta
es aventura, locura, insensatez. La muerte innecesaria y manoseada por
llorones mercenarios.
Las heridas vergüenza de un pasado de oprobio. Los recuerdos, divagues neuróticos de «pobres chicos de la guerra».
A cinco años de la Gesta heroica de Malvinas, el país padece la
ausencia de causas convocantes. En vano se inventan motivos y se
esgrimen estratagemas de la más variada índole, para sacudir la modorra
aplastante de un pueblo que no encuentra su destino. Se salta del
Austral al Australito, y del divorcio al traslado de la Capital. Del
Congreso Pedagógico a la Ley de Radiodifusión. De la Reforma de la
Constitución a los atentados. De los ignominiosos juicios a militares en
su hipotética violaciones de los derechos humanos, al voto en favor de
las violaciones a los derechos humanos en Cuba. De un estado de sitio a
una presencia nazi silente y perversa denunciada al más alto nivel. De
una zona de exclusión más chica a una zona de exclusión más grande. De
una política exterior complaciente, floja y deplorable a una política
exterior coloreada, balbuciente y falaz. De EE.UU. a Nicaragua.
Y ésa es la Argentina de hoy. Sin causa convocante. Sin ética, sin
dignidad. Donde todo fue prostituido. Todo menos la entraña misma de
Malvinas. Entraña pura, entraña santa, entraña fiel. Entraña en la cual
sólo caben los elegidos, como en aquella pobre barca de Noé, que en
vuelco de horrenda tempestad, sobraron el género humano. Los que se
fueron para siempre y los que estamos en esta tierra, unidos todos, por
las cadenas pesadas de la responsabilidad que significa amar la Patria
hasta las últimas consecuencias, hoy navegamos penosamente por todo el
ámbito de la Nación y también del extranjero, en un mar convulsionado
por las más deleznables pasiones humanas.
Intereses,
mediocridad, mentiras, compromisos de hombres a sueldo, a los que no les
importa destruir nombres, honras, familias. Consumismo, pornografía,
droga, delincuencia infantil, violencia, alentados subliminalmente desde
los medios de comunicación. Pero los que, protegidos en las entrañas de
Malvinas, luchamos contra la horrible tempestad, recordemos las
palabras del Señor: «¿Por qué teméis hombres de poca Fe, si Yo estoy con
vosotros?».
Hoy el amanecer está cercano. Partículas de luz,
imperceptibles para muchos, comienzan a abrirse paso entre las densas
nubes. El hombre ha sido dotado con instinto y don proféticos, por eso, a
las grandes declinaciones de la razón en las curvas más pronunciadas de
la decadencia social, los pueblos siguen la voz de sus santos y de sus
héroes. El fenómeno de la resurrección lo sienten en la sangre y en la
piel, sólo los limpios y puros…
Así te recuerdo al primer lustro
En traje de fajina, así, enlodado…
Soldado de Malvinas, no conozco, tu nombre, ni tu cara, ni tu rango,
sin embargo te veo en cada uno de tus camaradas que sufre injusticia y
oprobio. Te veo en cada argentino que día a día pierde su identidad
nacional en la indignidad de una vida programada de antemano por
consignas marxistas. Te veo en cada institución destruida alevosamente
mediante la insidia y la calumnia. Te veo en cada pedazo de mi tierra en
manos ajenas, profanadoras. Te veo en mi Argentina de hoy, fatua y
mendicante, tibia, triste, doliente…
Por eso, por tu sangre,
por tus manos y tus brazos desollados, por tu miedo, por tu rostro, así,
mojado de sudor, de lucha y de quimera, de las entrañas será redimida y
de Malvinas surgirá la Argentina de la Victoria. La Victoria que no se
basa en la venganza, ni en la revancha, ni en la opción.
La Victoria tuya, mi soldado así, en traje de fajina y enlodado.
Al bajar el emblema, acongojado haciendo con tu cuerpo el gran escudo
María Delicia Rearte de Giachino
(discurso dado el 2 de abril de 1987)