La Guerra de Malvinas y la identidad nacional

Guerra de Malvinas 1982

La Guerra de Malvinas y la identidad nacional

Carlos H. Robacio

La Guerra de Malvinas y la identidad nacional El contraalmirante (r) Carlos H. Robacio fue jefe del Batallón de Infantería de Marina Nº 5, de heroica actuación en la Guerra Nacional de Malvinas.

Nacido en Caa Catí, Corrientes, a la vera de los esteros del Iberá, Robacio se hizo un hombre de mar, o mejor dicho, un infante del mar.
Su libro -Desde el frente, Batallón de Infantería de Marina Nº 5- es de lectura obligatoria para comprender lo que pasó en las islas, en 1982.

Locuaz, directo; habla con pasión de aquellos días de gloria, y con la misma pasión, de la otra «guerra», más larga, más dura, de la recuperación de la identidad nacional.

–Vayamos a aquellos días previos a la Guerra de Malvinas. Usted prepara su unidad. Se habla mucho de que había una hipótesis de conflicto no pública…

–El Batallón 5 estaba adiestrado para defender nuestra frontera en la Isla Grande de Tierra del Fuego.

–Sin embargo se ha dicho que dentro de las hipótesis de conflicto que barajaba la Marina, una de ellas era la posibilidad de recuperación de Malvinas, que había un plan del almirante Anaya.

–No es así, siempre en la Escuela de Guerra nosotros «tomamos Malvinas», y se sigue haciendo. Sería absurdo no hacerlo porque es el territorio nuestro colonizado. Así como también trabajamos sobre Chipre porque es parecido a Malvinas. Lo seguimos haciendo en la actualidad porque las tienen los ingleses y no podemos abandonar el objetivo.

Estudiamos y nos vamos preparando, esa preparación mental es fundamental y más para el infante de Marina que va a desembarcar. Sabemos que vamos de cero y tenemos que ir a ganar, no a perder.

¿Qué fue el 2 de abril?

El 2 de abril fue una manifestación acabada de cómo se podían hacer planes sobre la marcha, tomar objetivos sin bajas, eso es una realidad.
Los infantes de Marina no podían tirar a bajar al enemigo, que es lo que se logró.
Por eso no hay bajas del lado de ellos, hay nuestras.

–En su libro dedica una parte importante a lo que fue la preparación de su unidad.

¿Pensó en algún momento que iba a ir a Malvinas?

–Sí. Yo había preparado al Batallón muy bien el año anterior. Sobre fin de año, me entero de que probablemente iba a ocurrir algo nuestro en Malvinas.

Empezó a aparecer la amenaza inglesa: ustedes no son los dueños de esto, nos apropiamos del mar…

La amenaza era clara. La Argentina tenía que empezar a mirar qué hacía con estos tipos. Queríamos negociar en serio y no lo querían hacer y así se van desencadenando los acontecimientos.

Pero, incluso en la Infantería de Marina la gente que iba a tomar las Islas el 2 de abril se enteró que iba a Malvinas en el viaje.

Por esa infidencia de la que hablaba, yo pensé que esto podía llegar a ocurrir. Realmente como estaban las cosas si uno leía los diarios…. Y eso ocasionó que yo, ni bien empezó el año, aparte de que me gustaba trabajar porque tenía todos los medios, saqué la unidad y empecé a adiestrarla de noche.

Una guerra moderna es con oscuridad, el día ya no va.
Empecé a suponer cómo podían ser las cosas: vamos a tener 2 o 3 aviones y el otro va a tener muchos aviones, una gran movilidad, va a venir con una gran flota.

Empecé a ver como iba a ser, y fue parecido a lo que ocurrió. Lo que pasa es que yo pensé que íbamos a hacer una guerra tan moderna cómo la de ellos, y no ocurrió así: hicimos la guerra del ’14.

–Usted dice que en la Escuela de Guerra hacían esos ejercicios, nosotros tenemos fronteras con países hermanos, latinoamericanos…

–La mayor parte de mi adiestramiento era para el otro lado, no para el lado de Malvinas…

–Lo notable es que la mayor parte de las fronteras es con países hermanos con los que más o menos tenemos los mismos problemas; y tenemos una porción mutilada de nuestro territorio.

En las otras fronteras la acción es disuasoria, mientras que hacia Malvinas inevitablemente debe de haber una hipótesis de recuperación y reincorporación a la Nación.

–Claro, como no va a haber una hipótesis de guerra, si nuestro territorio está en manos de otros.
Esa es una hipótesis de guerra. ¡Qué me dicen que no hay! Incluso otras hipótesis de guerra son generales, pero si tenemos que mandar tropas para trabajar con las Naciones Unidas, ahí tenemos hipótesis de guerra; hipótesis de conflicto que debemos analizar y desarrollar.

Fíjese que la ONU ya prevé ahora fuerzas que van a imponer la paz. Esos nuevos ejércitos deben estar equipados, adiestrados, muy por encima de los ejércitos regulares.

¿De dónde salen las fuerzas?

De los Estados miembros que tienen que tener unidades de elite especialmente destinadas a esos fines. Entonces tenemos hipótesis de guerra, para imponer la paz, después vendrán los cascos azules, que serán los que tienen los contendientes separados, pero es una fuerza de paz, la otra es para imponer la paz.

Esa es la nueva orientación de la ONU. En este mundo que desgraciadamente se va globalizando, no está mal el que nos entendamos entre todos sin perder nuestra personalidad, a mí me asusta cuando me quieren hacer perder mi libertad, yo no lo concibo.

–Hasta ahora los mayores beneficios de la globalización van a parar a un pequeño grupo de países y también estos superejércitos se autopostulan como gendarmes…

–En la Argentina, en general, los planes nunca son para atacar a alguien. Pero guarda, que la Argentina impuso sus límites y los conquistó peleando.
Eso de que la Argentina se hizo sin pelear es un absurdo.

Somos pacíficos no pacifistas a ultranza, porque cada uno defiende lo suyo.
Todos los planes que se hacen en la Argentina son defensivos, es la preservación de sus fronteras.

Yo tenía planes cuando estaba en Tierra del Fuego. Quiero aclarar que yo siempre pienso que el responsable es el que está en el lugar, y no el que está a 3.000 km.

Yo administraba mi Batallón no solo para cumplir estrictamente los planes, sino para hacer la guerra como yo quería. La guerra no es: yo cuido que no pase nadie para acá; la guerra es si el otro me hace daño a mí yo le voy a hacer un daño mayor a él, adonde le duela.

–En el curso de esos años hay un quiebre, hay un período en el que se va tensando la situación con Chile; se hacen enormes compras de armas que, de alguna manera, estaban pensadas en relación a una posible guerra con Chile.

–Claro. A pesar de que se dice una enorme cantidad de armas, en realidad eran las armas relativas a un equilibrio que teníamos con Chile, equilibrio que se ha roto en favor de los trasandinos por la ceguera política de nuestros dirigentes.

–Bueno, pero usted habla de un gasto en Malvinas de alrededor de trescientos treinta millones de dólares mientras que los gastos de armamento en cuanto a una posible guerra con Chile, los más cautos estiman tres mil millones de dólares y otros hablan hasta de diez mil millones.

–Creo que lo de las cifras no es tanto.

No olvidemos que fue un conflicto bastante generalizado, intervinieron los tres ejércitos. Las fuerzas terrestres no son tan caras, son baratas.

Por supuesto que la guerra actual es mucho más onerosa que la de antes, porque si se tira un misil se está tirando un millón de dólares –un Exocet vale eso– y el daño que está haciendo, si le pega, es de cientos de millones de dólares. Un buque moderno, como los que tenemos ahora, vale 300/400 millones…

–Fíjese que salvo ciertas adquisiciones como pudieron ser los Súper Etendard y los Exocet…

–Y toda la flota nueva. La flota actual no existía prácticamente en 1982. Toda la flota argentina es relativamente nueva, se compró en la época del Proceso. Pero debemos mantenerla y lo que se asigna no alcanza.

–En el caso de la Aeronáutica, se compraron aviones que la autonomía de vuelo le permitía unos pocos minutos sobre Malvinas, quiere decir que la doctrina, el pensamiento con que se abordaron esas compras estaba pensado para otro lado, no para la recuperación de Malvinas.

–Sí, para defensa continental.
Fíjese que gran parte del éxito de los Súper Etendard se lo debemos a la Fuerza Aérea, porque la Fuerza Aérea puso su avión de abastecimiento en el aire y, entonces, duplicábamos la autonomía de vuelo, lo que nos permitió atacar en lugares que jamás pensaban los ingleses. Es un éxito que debemos compartir con la Aeronáutica. Eso, además, se resolvió sobre la marcha.

–De alguna manera, en el tránsito de esa hipótesis principal contra Chile a esta realidad de Malvinas, hay un salto al vacío en muchos aspectos.

–Son hechos distintos.
Lo de Malvinas es una batalla en la que intervienen los tres elementos.
Lo que puede ocurrir en un conflicto fronterizo es más que nada terrestre, nuestras fronteras son muy amplias.

–También hubo en ese tránsito una modificación de la Gran Estrategia, del juego grande de la Argentina; porque en el período de Viola, vino el coqueteo con la Unión Soviética, la misión Braico, la condecoración a esa misión rusa, la ruptura del bloqueo cerealero que Estados Unidos impuso a Rusia por su invasión a Afganistán. La Argentina venía de un proceso de estrechar relaciones con la ex URSS.

–La parte que yo conozco: nosotros somos un país muy dependiente de Estados Unidos. Después de la Segunda Guerra Mundial el Ejército tenía una disciplina prusiana, nosotros los marinos venimos de los ingleses, nuestros antecedentes son ingleses, porque Brown, incluso, era irlandés, y aunque odiara a los ingleses, nuestra ascendencia es la Marina inglesa.

Después de la Segunda Guerrra Mundial, con lo del ’55, qué ocurre: pasamos a seguir una doctrina que es la americana. Estados Unidos nos empezó a vender aviones, armas; y nos vendía bien y barato. La Armada en el ’62 tenía 40 aviones de ataque de primera, no quince, como hoy.

La compra del Súper Etendard fue una buena compra, también se había comprado todo el sistema.
Se habían comprado 15 misiles, pero teníamos 5, porque los otros 10 Francia se los dio a Irak. Nos dijeron: ustedes para qué los quieren.

La Guerra de Malvinas, así como se dio, no estaba previsto, no estaba previsto el hacerla de forma contundente. Estábamos convencidos de que podía ocurrir algo, pero los acontecimientos nos fueron llevando.
El 2 de abril se produce porque nosotros sabíamos que el 25 de marzo habían zarpado dos submarinos atómicos para Malvinas.

Y, por otro lado, sabíamos que se estaba preparando una fuerza de tareas para reforzar Malvinas, no solo en efectivos, sino con buques y aviones de ataque. Eso hubiera cambiado nuestros planes.

–Hubiera hecho muy difícil el desembarco anfibio.

–Nosotros pensábamos cuál es la mejor época, que para Malvinas es el verano. Lo podíamos hacer en setiembre y teníamos tiempo hasta abril.

En cambio esto fue obligado por el procedimiento del enemigo, y aparte porque nos abroquelaron con lo de Grytviken, nos acusaron y nos amenazaron por la fuerza.
Y ahí ya estaba en juego el honor nacional, que escapa incluso a la decisión de cualquier militar.

–Nunca terminó de esclarecerse ese hecho: si fue una circunstancia casual, aprovechada por los ingleses, o fue una provocación.

–Fue realizada por los ingleses.

El Sr. Davidoff tiene un casete y él demuestra que hizo un contrato. Incluso tiene un reclamo por incumplimiento del contrato por los ingleses.
Nunca fueron soldados, ni tropa. Lo que pasa es que los ingleses introdujeron cosas después que filmaron, cuando nosotros ya habíamos tomado las islas.
Hicieron un montaje poniendo que eso había ocurrido antes. Está tergiversado, no fue así como ellos lo muestran.

Es más, los mismos ingleses reconocen que en el equipo de trabajo que está filmado no había un solo soldado: eran todos civiles.

–Vayamos al meollo del conflicto. La guerra es la continuación de la política por otros medios, pero la guerra se libra con sus leyes y la política con las suyas.

–Siempre es la política, porque durante la guerra uno va analizando la situación y sabe en qué instancia para, o se rinde, o le impone su voluntad al otro.
Lo que pasa es que hubo dos pensamientos.

El nuestro era obligado, está tan claro el proceder argentino: el 2 de abril las tropas que tomaron las islas eran prácticamente de Infantería de Marina, más una sección del Regimiento 25 con el coronel Seineldín.

Esa misma noche se retiran.

La fuerza de Infantería de Marina que había tomado las islas, más o menos 2.000 hombres, algo así como lo necesario para obligar a la rendición sin ocasionar bajas, esa misma noche se retira.

¡Ojalá se hubieran quedado los vehículos anfibios, los medios que teníamos! Eso que estaba preparado para hacer lo que se tenía que hacer, se fue.

Eso es a lo que todos cierran los ojos y no quieren reconocer que ocurrió.
Se dejó una pequeña guarnición, que eran algunas secciones, con un refuerzo que se mandó, que no excedían los 400 hombres: ni siquiera un regimiento completo.
Después sí se reforzó, vienen todos los otros acontecimientos.
Eso fue lo nuestro, mientras que Inglaterra quería la guerra.

–Era la salvación de Thatcher.

–Sí fue una tabla de salvación para la Thatcher, pero también fue una tabla de salvación para la Argentina.

Porque nosotros pensamos como argentinos.
La Junta Militar pensó así: tocamos y nos vamos.
Y nos fuimos dejando una pequeña guarnición, no tengo ninguna duda de eso.

Pero, ¿qué pasaba si nosotros no defendíamos las islas?
¿cuál es el pensamiento de los grandes países occidentales?

A mí me lo dijo el ministro de defensa de los Estados Unidos.
Yo estoy condecorado con honores militares en Estados Unidos, es un caso único, pero no es al Sr. Robacio, es una demostración porque como mi unidad combatió muy bien, era un representante de todos los que habían peleado.
Es el pensamiento sajón: homenaje a los que habían peleado.

Si nosotros no hubiéramos defendido las islas, lo que yo llamo el después, que uno a veces desprecia porque somos los que perdimos; pero para las grandes naciones lo que vale es eso: que nos animamos a enfrentarlos.

Eso lleva a una conclusión, que es muy clara: a partir de la Guerra, no se puede hacer absolutamente nada en Malvinas sin nosotros. A lo sumo, como me dijeron en Estados Unidos:

Vea Almirante, sabíamos que eran capaces de ocupar las islas y lo hicieron impecablemente; pero lo que dudábamos siempre era si ustedes eran capaces de quedarse a pelear.

Nosotros a eso le damos valor: son los argentinos capaces de pelear.
A lo sumo podemos decir que son unos locos, porque pelear contra los ingleses apoyados por nosotros y la OTAN.

¿Creían que podían ganar? Pero lo hicieron, el valor está en lo que hicieron.
Agrego algo más de lo que me dijo: Si ustedes no se hubieran quedado a pelear y se iban, no hubieran tenido nada, nada, nada, ni su mar, ni sus islas. Ahora son de ustedes porque pelearon y van a volver del brazo nuestro.
Esto me lo dijo el ministro de Defensa de EE.UU.

–El problema está en que, cuando se vio que los ingleses tenían la decisión de hacer la guerra, en el «después», la forma en que se abordó ese después, está siempre presidida por la idea de que en algún momento los ingleses iban a parar y a negociar.

–La Argentina quiso compartir las tres banderas, aceptó todo.

Nosotros recibíamos la información. Incluso desde la Argentina, me entero por un despacho, rechazaban cosas que pedía Menéndez, que necesitábamos; cosas que si las hubiéramos tenido hubiese sido distinto el tema.

–¿No habrá habido algún guiñó de ojo a Galtieri, al menos de un sector del Ejército norteamericano?

–Creo que a nivel de Fuerzas Armadas teníamos buenas simpatías, pero a nivel político no.

Por eso digo que todo el mundo debería leer el libro del almirante inglés Woodwart, donde dice con una claridad meridiana que inicialmente los Estados Unidos estaban del lado de la Argentina, permitieron que se hiciera el 2 de Abril, y después los ingleses consiguen convencer al ministro de Defensa y a Reagan.

–O sea una contradicción entre el Departamento de Estado y el Pentágono.

–Exacto y se ejercita la democracia en EE.UU., nos guste o no, y entonces EE.UU. se dio vuelta. Esa es la cruda realidad. Así como hoy vota en favor de la Argentina para una solución definitiva y seria del conflicto pendiente.

–¿Y en esa vuelta hubo elementos que fueron decisivos?

–Totalmente.
Primero, en la guerra aérea, el Sidewinder que les dio una seguridad tremenda. Nuestros aviones llegaban con cinco minutos de combustible, el que mejor llegaba.

El Sidewinder es un misil que permite derribar un avión sin ponerse en la cola.
Nosotros para derribar un avión enemigo teníamos que hacer lo que pudiéramos para ponernos en la cola para bajarlo.

Ellos no, incluso cuando venían de frente o iban rasantes el misil actúa igual.
Eso decidió la guerra del aire. Ya habíamos perdido el mar, de entrada, por la flota que nos mandaron, la más importante en buques de guerra que se ha armado en cualquier conflicto posterior a la Segunda Guerra Mundial.

–Me parece que hay una estrechez de mira en el alto mando argentino, en el sentido de que para Inglaterra el dispositivo en el hemisferio sur siempre fue decisivo, sobre todo en la medida en que va perdiendo terreno en Europa, frente al avance de Alemania y de otros países.

–A mí me parece que más que eso, a Inglaterra le importa la explotación que vamos a hacer ahora juntos: petróleo y pesca.
Fundamentalmente petróleo. Entre el continente y Malvinas hay una cuenca de petróleo muy importante: es un Golfo Pérsico.

Es petróleo más liviano, a lo mejor no es de tanta calidad, pero es muy importante. Y eso también le interesa a EE.UU.
El valor estratégico que algunos le pueden dar a las islas es relativo, más con los medios modernos. Lo que vale es el continente, no las islas.

Hoy en día cualquiera puede comprar, por ejemplo, un misil y tirarlo. Hoy no se puede hacer nada en Malvinas sin nosotros, no se puede extraer petróleo.
Nos conviene a nosotros y a ellos.

¿A ellos por qué? porque tienen que sacar las plataformas del Mar del Norte, porque ya no tienen petróleo, y las tienen que sacar, también, por el tema ecológico.

Y nosotros no podemos explotarlo porque no tendríamos tecnología para hacerlo, tenemos que trabajar sí o sí con los ingleses. Es más, le voy a agregar algo más: la cuenca está más para el lado de la Argentina que para el lado de Malvinas, sino lo hubieran hecho solos. Los ingleses son así, miran sus intereses.

–Se dice que la zona más rica estaría al nordeste de Malvinas.

–No, está entre el continente y Malvinas. Esa es la famosa misión Shackleton, que también estuvimos ahí al borde de un conflicto. En ese momento era ayudante del almirante Lambruschini, y del almirante Arosa, que en ese momento era comandante de un buque argentino, casi hunde a un buque inglés.

En ese momento estaba la Presidente y decidió no tirar. Hubo un coloquio muy importante donde la Señora dijo con buen tino:

«¿Qué pasa si lo hundimos?»

«Vea Señora –le contestó Lambruschini– lo mas probable es que va a reaccionar Inglaterra, entonces usted tiene que prever que la Armada Argentina va a tener que empeñarse toda y piense en la nueva Armada que va a hacer, porque nosotros vamos a morir cumpliendo su orden.»
Entonces dijo:

«No le tiren, hagan un tiro de advertencia, pero no para hundirlo».

–Si bien eso implica cierto reconocimiento de la Argentina, también es cierto que la Argentina acepta la condición de Gran Bretaña como país ribereño.

–No.
Acepta porque tecnológicamente no podemos hacerlo solos, y porque también acepta la realidad: los que están en Malvinas, por ahora, son ellos.

–Pero ¿cuál es la urgencia?

–Es que mañana no nos va a servir el petróleo.
La urgencia es que nosotros tenemos una gran fuente de riqueza ahí, que la tenemos que compartir.
Igual la tendríamos que compartir, no tenemos tecnología para hacerlo: la extracción de petróleo en el mar es carísima.

Los ingleses no lo pueden hacer tampoco solos, porque saben que con un Piper les bajamos una plataforma, entonces al diablo las ganancias que son miles de millones de dólares.

–Ahora, si la Argentina negocia en el terreno del petróleo, de la pesca, ¿qué interés pueden tener los ingleses en cerrar el paraguas y negociar la soberanía?

–Acá hay urgencias y yo le diría que uno vive de la esperanza.
Los norteamericanos tienen desde hace mucho tiempo un cosa que es América para los americanos, a EE.UU. no le interesa que haya otros países de Europa acá, eso es importante.

Fíjese que en la ONU, EE.UU. al principio votaba en contra nuestro; cuando se tocaba el tema Malvinas: EE.UU. era voto a favor de los ingleses.

Después fue neutro, y hoy en día vota a favor de que se tiene que solucionar el conflicto. Son cosas importantes. Parece que no, pero en la ONU, EE.UU. pone su voto diciendo que se tiene que arreglar el conflicto entre la Argentina e Inglaterra.

Y saben que las islas Malvinas son nuestras, todos los títulos son nuestros.
Y también que este conflicto del año ’82 lo único que hizo fue reafirmar nuestro título: somos capaces de pelear por lo nuestro, podemos volver a hacerlo, y eso pesa…

–En el anterior gobierno norteamericano el lobby petrolero era muy fuerte, el propio Bush ahora es representante de empresas petroleras, uno de los hijos también.
Después vino el gobierno de Clinton, demócrata, y por lo tanto enfrentado con las «siete hermanas» petroleras.

Ahora, en este segundo turno de Clinton parece haberse reagrupado el poder en EE.UU. en un gobierno compartido.

–Ellos tiene objetivos claros…

–…y el gobierno argentino aparece con esta propuesta que ha hecho Menem, cuando habló de tres banderas.

–Voy a hacer una crítica, pero yo pienso así, por lo tanto lo voy a manifestar, englobo a toda la clase política nuestra.
El gobierno anterior y éste se confunden de cabo a rabo de cómo son los ingleses, parece que no los conocieran.
No se dan cuenta de que los ingleses son sajones y al sajón no se le puede sonreír, al sajón hay que mostrarle siempre los dientes.

Si no perdemos. Los políticos están equivocados totalmente, gracias que hicimos el ’82 tenemos las Malvinas, si no hubiéramos hecho el ’82 no tendríamos nada.
Entonces se equivocan cuando creen que hablándoles de paz y de amor a los ingleses los van a convencer.
Si el Presidente dijera:

«Vean señores queremos que esto se trate, que se trate como corresponde, con el mutuo respeto de las naciones; queremos hacerlo todo en paz, pero no nos obliguen a hacer de vuelta lo que ya saben que podemos hacer», volvemos en menos de un año.

Porque no les conviene tampoco a ellos, nadie lo desea.
Nadie quiere perder tampoco, esto es necesario, es necesario para el pueblo inglés y es necesario para nuestra Nación. Pero es no aflojando. Y en esto agrego una cosa más de mi pensamiento: cuando han dejado prácticamente en inacción a las Fuerzas Armadas de acá, estamos perdiendo el porcentaje que podríamos obtener en beneficio del pueblo argentino, porque no tenemos nada atrás, no podemos demostrar poder disuasivo, aunque a pesar de esa situación una palabra de enojo, fuerte, aunque no tengamos nada, vale también.

–Hay una constante, primero en el proceso no se piensa en una hipótesis de conflicto y de guerra en Malvinas.
Después, con Alfonsín, menos (Alfonsín es Alfonsín Fulkes, su segundo apellido es inglés), tenía la idea de que con los laboristas en el gobierno todo puede ser distinto.
Y esa idea ahora reaparece en el Frepaso: la volvió a repetir Graciela Fernández Meijide en su reciente viaje a Inglaterra.

–Va a seguir siendo igual a menos que los enfrentemos, entonces sí lo piensan en serio. Pero mientras no seamos capaces de afirmar lo nuestro, que estamos nosotros, pueden pegarnos que no vamos a reaccionar. Estamos liquidados. Es una mala política. No es el camino. No se puede olvidar lo que ocurrió.

Primero porque las Islas son nuestras.
Es un conflicto que no hubiera tenido que ocurrir nunca si ellos no nos hubieran robado las islas.

No empezamos nosotros, empezaron ellos en 1833. Sigue porque ellos siguen en las islas. La Thatcher lo precisaba, pongamos el problema de sus intereses; pero nosotros no podemos renunciar a nuestra soberanía, y eso es claro, y si esta guerra ocurrió –esta batalla, porque no fue una guerra tampoco, porque el pueblo argentino no estuvo en guerra, tampoco el inglés–, si no empezamos a pensar cómo tenemos que defender las cosas nuestras, vamos a perder todo.

La Argentina también: vamos a perder parte del país.

–Almirante, volvamos 15 años atrás, es el 2 de abril de 1982, a usted le informan oficialmente que…

–Verde de envidia, me agarró en el terreno preparándome para lo que venía, estaba con toda la unidad bien preparada, estábamos haciendo campaña.

–…verde de envidia y le informan que se ha producido la recuperación y usted informa a su unidad, ¿qué se produjo ahí?

–Una alegría enorme. Estábamos en campaña, tuve que hacer que toda la unidad, el batallón, todos tuvieron que volver a ver a su familia porque ya hacía como 15 o 20 días que estábamos afuera.

Una alegría tremenda. Pero en el tumulto de esa alegría, también era mi obligación, como el que manda, hacerles reflexionar que esto recién empezaba y que nosotros probablemente éramos de los más seguros y los que mejor preparados estábamos para cruzar hacia las islas.

–Después tuvo que sortear los problemas de la burocracia militar que no quería mandarlos allá.


-No, al final tuvieron que apelar a nosotros porque realmente, así como digo, que éramos la única unidad preparada. Nosotros estábamos con un entrenamiento muy superior a cualquier unidad, incluso de Puerto Belgrano. Porque, ¿cuál era la ventaja?
Yo había repetido las maniobras, no habían cambiado muchos cuadros.
Yo ya estaba en campaña desde enero.

Estábamos en el terreno que es muy parecido al de las islas.
Mis jefes de Compañía no se explicaba por qué trabajábamos de noche:
«Si no se ve», «es difícil».

Y yo decía que así nos vamos a acostumbrar, porque la guerra moderna es de noche; y entonces empecé a enseñar, y empezamos a aprender, y de noche se ve, no es cuestión de visores, ayudan, pero no son la panacea.

–¿Ustedes tenían visores o después se los proveyeron?

–A nosotros nos proveyeron de visores cuando estuvimos en Malvinas.

–¿El Ejército tenía?

–Los que recibimos los Infantes de Marina los repartimos proporcionalmente con el Ejército.

–¿El caso de los helicópteros o de las unidades móviles, el visor nocturno sí puede ser importante?

–Sí, los pilotos precisan porque sino no tienen sentido hacia adónde van. Con el visor uno tiene visión profunda, pero no tiene visión hacia sus pies. Yo siempre digo, lo digo graciosamente, invito a cualquiera a que se ponga un visor de noche y trate de ir al baño a hacer sus necesidades, no va a poder, se los van tener que sacar.

–Finalmente, llega la orden de ir a Malvinas, y usted se despide. Me quedó grabada esa imagen suya de las circunstancias en las que se despide, como lo relata en su libro. ¿Usted pensaba que podía no volver? ¿se había preparado para morir?

–Sí. Toda la unidad sabía lo que nos esperaba. Hago una formación diciendo que vamos a Malvinas y doy las órdenes, en el Batallón siempre hablaba con todos, nunca oculté nada a nadie, todos sabían lo que iba a ocurrir.

Por eso digo que es tan importante el conscripto como el comandante, ninguno es más importante que el otro, todos se necesitan, sino no hay cohesión no hay apoyo mutuo, no hay confianza, no hay nada, no se puede combatir, por más buenos que sean.
Entre las cosas que me plantean está quién va a llevar la bandera de guerra.

Yo digo: la bandera de guerra no se lleva, llevaremos alguna banderita para que se vea que somos argentinos, pero no el pabellón de la unidad, porque no sé si vamos a volver y no se la voy a regalar a los ingleses. Eso queda acá y va a ser el testimonio de que nosotros peleamos. ¿Entendieron? Sí señor.

–Y ahí, a contrapelo de lo que se ha dicho, hubo actitudes de gente que podía no ir y que sin embargo peleó por ir.

–Sí, fue la parte más dura, porque decirle a un tipo que no va en ese momento era como un deshonor.
Hay gente que la tuve que hacer quedar, y gente que fue de polizón en contra de mis órdenes, pero qué iba a hacer.
Fue el caso de Castillo.

Castillo no había ido a Malvinas y se incorporó como polizón cuando estábamos en Malvinas y murió como un héroe.

–Llegan a las islas, es evidente que la guerra se va a producir, ¿que encuentran ahí?

–Son distintos pensamientos, del tipo que llega y encuentra las cosas ordenadas y lo que uno aprecia como comandante.

Son distintos niveles. Cuando aterrizamos allá yo dije: «¡En que lío me metí!»
Porque evidentemente todo se hacía sobre la marcha. Lo que no quiere decir que no hacíamos las cosas racionalmente y pensadamente, pero de entrada no teníamos vehículos, no teníamos nada, nadie nos esperaba.

Estábamos acostumbrados, yo tenía la unidad muy bien adiestrada, hacíamos 40 km. como nada, incluso con nieve; pero de todas maneras tuvimos que ir caminando.
Dije no hay medios.
Yo siempre le hacía una cargada al buen señor que tuvimos como comandante, que era el general Jofré:

«Señor estamos haciendo la guerra del año ’14 contra el ’82, así nos va a ir».
Y se dio así. Lo difícil de entender en esto es la entereza de los cuadros de las unidades, tanto del Ejército, como los de Marina, todos los que estábamos allí sabíamos que íbamos a perder, nos dimos cuenta de entrada, sería absurdo no pensar así, pero queríamos pelear.

–¿Se pudo ganar?

–Estuvimos a un tris, estuvimos ahí cerquita, pero no ocurrió.

–Y al mismo tiempo como usted analiza en su obra, era inevitable perder ¿Cómo se entiende esa contradicción?

–Porque era la Argentina contra el mundo. No era contra Inglaterra, Inglaterra sola no nos hubiera ganado. Primero, ellos no hubieran tenido la cantidad de munición que dispusieron, porque se la dieron los EE.UU.: se tiró cien veces más que en la guerra de Corea, hablando en proporciones.

Hablando de cien que pelean contra cien, tiraron cien veces más que en Corea. Era muy difícil.
Yo lo único que lamento es que no se hubiese filmado de ninguno de los dos lados la parte final cuando nos trensamos, la forma en que se tiraba era impresionante.

Hay un inglés que cuenta y dice que jamás vio una cosa así, era aterrador. Pero lo que hay que resaltar acá es el valor, los que estábamos peleando sabíamos que peleábamos por lo nuestro, no sólo por Malvinas, por lo que está atrás, por nuestra nacionalidad, por la Argentina, por no perder la voluntad de ser.

–En relación con esto usted enfatiza en su libro algo muy valioso que es el hombre, frente a toda esta andanada de sobrevaloración de las armas y la tecnología.

–No, sigue valiendo el hombre.

Porque incluso la parte final del combate se hace hombre contra hombre, se luchó cuerpo a cuerpo.

Mi Batallón luchó cuerpo a cuerpo con los ingleses, con la bayoneta.
Hay un hombre mío que duda y el inglés le mete un bayonetazo, porque se había quedado sin municiones.
Es real, todas las muertes están investigadas, yo comprobé cada uno de los caídos de mi unidad, entonces sé cómo murió cada uno.

Fíjese, el hombre al final es el que tiene que tener el coraje de asaltar la posición enemiga y tomarla, cuando nos ganaron, cuando los ingleses ya pasaron a Puerto Argentino.

–En la Segunda Guerra Mundial, en algunas islas del Pacífico, los norteamericanos tiraron no se qué barbaridad de bombas y de cada cráter salían cuatro japoneses que había que ir a pincharlos con una bayoneta.

–Nosotros en el Batallón 5 hicimos eso, un pozo estaba conectado con otro. Lo escriben los ingleses que nos asaltaron, incluso se quejan muchos ingleses de que mi gente los atacaba por la espalda, y es cierto, porque el hombre nuestro estaba metido acá, cuando lo atacaban salía por atrás y trac lo agarraban. Es la guerra, no es fusilamiento ni asesinato, en al guerra se mata, así de simple, o se muere.

–Guerra de pozos como en Vietnam…

–Parecida en parte…. y salir del pozo y pelear cuerpo a cuerpo.

–En general, en los países como el nuestro, lo que vale es el hombre, las grandes potencias hacen valer su superioridad tecnológica.

–Pero también sigue valiendo el hombre, esa es la diferencia que tenemos con los chinos. No podemos seguir más en este país viviendo en la mentira. Acá el mundo habla sobre la reorganización de las Fuerzas Armadas y yo creo que eso es la mentira más grande.

El poder militar debe obedecer al político (como establece la Constitución) y los políticos deben administrar y hacer cumplir las leyes para el bien del pueblo.
Las unidades militares no son como quieren ser, sino que son el producto de la experiencia de las guerras del mundo; incluso de las guerras más modernas.

Esto quiere decir que un batallón tiene una conformación especial, y todos los batallones son parecidos, es lo que quiero decir. No hay batallones de 400 hombres, excepto en China, pero ahí hay un millón de batallones, unos muy armados, otros menos armados y otros sin armas; entonces los de adelante van muriendo, los otros que vienen atrás recogen las armas y siguen, es la masa, el hombre tiene un valor relativo. Piensan en su país, en su soberanía, en su territorio y lo defienden así.

La condición nuestra es que haya el menor número de bajas, por eso digo en mi libro que el único conflicto que me queda con mi conciencia es que no fuimos capaces del holocausto, de inmolarnos todos.

No hubiera cambiado el curso de la batalla, pienso con más frialdad ahora, pero me queda en la conciencia. ¿Por qué no desobedecí las órdenes? Porque cuidaba a mi gente, yo quería tener pocas bajas, y tuve pocas bajas y le hice muchas al enemigo y nos ganamos su respeto que es importante.

–Supongo que la guerra es así, es el triunfo o la derrota.

–Es más, la batalla de Malvinas por Puerto Argentino es una batalla irracional, militarmente irracional. El mismo ejemplo lo tuvieron en el Pacífico los ingleses, la misma situación, muy parecida a la de Malvinas que tuvimos nosotros. Nosotros éramos ocho mil, los ingleses eran doce mil, en números redondos.

En Guadalcanal eran 90.000 ingleses y los que atacaban eran 30.000 japoneses, tres veces menos, las fuerzas terrestres; y estos 90.000 se rindieron a los 30.000.
¿Por qué? Porque el mar era de ellos y el aire era de ellos.

Es lo que ocurrió en Malvinas. Nosotros fuimos a un combate que no tenía sentido –eso que intenté describir, a lo mejor no lo hice tan bien–, nosotros peleamos por nuestro honor nacional, porque sabíamos lo que defendíamos, estábamos defendiendo a nuestra patria;y ellos pelearon por una razón política.

Porque tampoco necesitaban atacarnos, porque en tres o cuatro días nos moríamos de hambre. Nos podían haber tomado sin pelear, pero tampoco ellos podían sostener sus fuerzas por más tiempo.

Por eso digo que estuvimos a un tris, yo no sé si estaría vivo, pero ojalá me hubieran dejado hacer el contraataque que yo quería hacer en Bluff Cove (ver recuadro).

–Usted habla del hombre en la guerra, informaba a su unidad, le daba bronca que censuraran las cartas…

–Sí, terrible, eso para mí fue una frustración tremenda. Yo digo que nuestros servicios de inteligencia no han aprendido a trabajar, se olvidan del hombre.

–Usted menciona la contradicción entre lo que estaban viviendo y lo que les llegaba por la radio, la imagen de la guerra que nos íbamos haciendo nosotros en el continente, ¿cómo vivían esa contradicción?

–Yo venía de Río Grande; en Río Grande están todas las fábricas de televisores. Entonces mandaron televisores al Batallón 5, para que viera en sus posiciones el campeonato mundial.

Ojo que allá en Río Grande se seguía la guerra; era la unidad que querían porque era local.
Lo veíamos con mucha bronca, porque nos dábamos cuenta de que todos, en el continente no pasaba nada, la conciencia era a medida que se llegaba a la zona de operaciones, a la guerra.

Esta zona de Bahía Blanca, porque está la flota, porque de acá salió el jefe del 5º Cuerpo. Pero la Argentina no vivió la guerra, ni vivió, ni sufrió la guerra.

–La posibilidad de una superioridad moral y humana en relación a los ingleses hubiera estado también en el hecho de que el pueblo argentino la pudiese vivir.

–Creo que hubiese levantado mucho la moral si acá se hubiera vivido la guerra.
A través de las cartas veíamos lo que las familias le escribían a los conscriptos, mucha gente no vivió la guerra.

Sólo aquella madre, aquel padre que tenían un hijo que estaba en la guerra. En una parte del libro yo cuento que esta cruz que llevo era para un conscripto mío, no se quien es, no fue a la guerra porque era de los que tuve que dejar allá; me escribió con vergüenza, la carta no la firmó, nunca voy a saber quién fue.

–En esos días por ejemplo, estudiantes secundarios, iban a Palermo a armar raciones y les decían que no.

–No, no llegaban… lo real es que queríamos municiones para luchar, no se olvide que solo había algún avión de transporte.

— No; no sólo que no llegaban, sino que a ellos los desanimaban diciendo que no hacía falta. Hubo 20.000 voluntarios que se inscribieron, y no se llamó a ninguno.

–Muchos hablan de los chocolatines, de las cosas que no llegaron. Allá no llegaron. Al principio llegó correspondencia a los soldados, tortas; pero hubo un momento, cuando ya las cosas eran inminentes, incluso ya se empezaba a usar la munición, que nos bombardeaban los ingleses con todo y dijimos: no, menos comida y más munición. Eso ocasionó que muchas cosas no fueran para allá.

Pero guarda, yo le hablé de entrada que el Ejército argentino estuvo desplegado en la Patagonia, toda esa gente que estaba desplegada, y también la Infantería de Marina completa estaba en la Isla Grande de Tierra del Fuego, esa gente disfrutó de las cosas que estaban destinadas para los que estaban en Malvinas porque nosotros queríamos más munición, no queríamos chocolatines.

–Había dos situaciones, una la del continente y otra la de Malvinas.

Pero leyendo su libro aparecen tres situaciones, la del continente, la de Puerto Argentino y la del frente. Parece que eso fue un elemento muy duro para los que estaban en el frente.

–Sí, fue un poco traumático.

Tal vez la falta de experiencia en la guerra era no comprender tampoco demasiado la situación.
Yo la traté de describir tal cual la vivimos, tal cual nos enojó.
Pero ocurre en todas las guerras entre el hombre del frente y el que está en retaguardia, hay una separación, una separación importante.

El que está en el frente está cobrando y en cualquier momento pasa a mejor vida. En Malvinas fue mucho más acentuado porque no había relevos.
Muy difícilmente un ejército en el mundo haya estado en el frente tanto tiempo como estuvimos nosotros en Malvinas.

No tuvimos relevos, había que quedarse, excepto los que mandabámos a bañarse una noche y comían más o menos bien tranquilos, sin estar bajo el fuego enemigo.
Porque ya en esa época era casi permanente el bombardeo; y no era que a usted le tira el enemigo que tiene enfrente, sino que era por los cuatro costados.

Era muy difícil decir yo me pongo acá abajo y acá no va a venir nada, porque venía un buque y tiraba de este lado.

–Cuando eso se lleva al extremo de iluminar Puerto Argentino por la noche para que no les caiga una bomba, es infernal.

–Porque la acción sicológica inglesa, que son los maestros de la inteligencia y la acción sicológica, fue tremenda.
Ellos fueron inculcando temor a los gurcas, especialmente temor a los comandos ingleses que eran buenos, pero no eran mejores que los nuestros.

Mientras nuestros comandos estuvieron adelantados y se enfrentaron a los ingleses había empate, en algunos lugares nos ganaban ellos y en otros lugares ganábamos nosotros. Hablo de los comandos.

Creo que los comandos han escrito bastante ese aspecto de la guerra. Lo que pasa es que todo se magnificaba y, entonces, a los comandos ingleses, en el Estado Mayor se les dio un valor superlativo.
Contra mi pensamiento.

Mi pensamiento es que si nosotros somos 8.000 hombres que me importa que manden un grupo, no son inmortales. Es decir, los que teníamos que liquidarlos éramos nosotros, no ellos a nosotros.

Pero en Puerto Argentino prendieron las luces para poder pescar a los comandos. Agarraron algunos comandos. ¿Cómo íbamos a diferenciar a un kelper descendiente de un inglés de un comando? Era muy difícil, así que prendieron las luces de Puerto Argentino, y eso a mí me daba mucha bronca.

–Era reglarle el tiro a la flota inglesa.

–Claro, los ingleses no querían tirar contra la localidad. La única vez que tiraron fue por error o porque no calcularon bien, y murieron tres kelpers.
Es más, los ingleses en la acción sicológica decían: todo lo que esté entre las calles tal y cual que rodeaban a Puerto Argentino saben que no mueren porque ahí no tiramos.

–Era una invitación a la deserción.

–Incluso cabe la pregunta de si las tropas nuestras no hubieran tenido esa salida se peleaba hasta el último hombre. Entonces sí el holocausto. En el combate en localidades, nosotros a un edificio lo atacamos por arriba, de arriba para abajo, porque es darle al defensor la posibilidad de escapar. Si esto no ocurre, se muere peleando y ello es mucho más costoso.

–El comando de la guerra, la alta jefatura militar, según el propio informe Ratembach, tiene graves responsabilidades.

–Yo también fui de los interrogados por la comisión Ratembach. Después de mis declaraciones, se pararon todos y me abrazaron y felicitaron, salí reconfortado… Pero yo creo que ellos no estuvieron en la guerra y difícilmente puedan juzgar a uno que ha estado en la guerra.

Creo que la comisión Ratembach se equivocó, fue demasiado dura, porque no podían creer la situación que pasaron los combatientes allá en Malvinas, ninguno analizó que se tiró cien veces más que en Corea, es mucho decir.

Ninguno analizó que no llegaban los víveres, que el único cordón que teníamos eran los aviones, que la gente tenía hambre, pero tenía hambre no porque quisiera, no teníamos con qué distribuir los alimentos.

Hay muchas cosas que son tremendas, es uno de los errores que yo comento, el de la logística es el fundamental.

–Logística, transporte y comunicaciones.

–Logística y comunicaciones es de la época de los macedonios, es lo crucial, lo importante

–Pero los macedonios ya habían aprendido que una fuerza no se puede resignar a la defensa pura, pasiva y estática, por lo que cabe un juicio de valor de la conducción.

–Pero nosotros hacía 150 años que no hacíamos la guerra y peleamos contra el enemigo más moderno que hay en este momento, es decir el número tres o el número cuatro apoyado por el número uno y la OTAN, la diferencia es mucha.

–Usted dice que habría que modificar el calibre en uso, y habla del 22 y el 5.65…

–Claro, porque al tirarse tanto en la actualidad, los cien tiros que un hombre tenía encima, en el concepto nuestro, ahora se tiraban seiscientos. Con el 22 puedo llevar seiscientos.

–No es un calibre muy liviano.

–No, porque la tecnología hace que el rendimiento de esa munición 22 sea similar a la otra; y la otra cosa que se busca es en vez de matar, se busca herir.
Un herido da más trabajo que un muerto.

El muerto da temor, pero no es lo mismo que el tipo que está herido y gimiendo, tienen que sacar un camillero que lo lleve, lo tienen que evacuar, le exige por lo menos 6 hombres, vehículo.
Complica. Requiere mucho esfuerzo y atención.

–Usted marca un hecho importante cuando señala que entre las unidades que estaban en el frente, en los hechos, la propia guerra fue imponiendo la acción conjunta.

–Total y absolutamente. Necesitábamos refuerzos y el Batallón 5 recibió una Compañía de ametralladoras 12.7. Sin embargo, una sección estuvo en London peleando con mi Ejército, y otra sección lamentablemente no luchó.

Ahí me enojé con el coronel Seineldín (que se aguantó todas las bombas y su unidad no se disolvió), mi amigo, porque lo considero un buen amigo, una buena persona.

Creo que es el único individuo en la Argentina, que les guste o no lo que yo digo, es el único que ha pagado, que ha puesto su cara por lo que no hizo, por eso está preso el Turco, yo me peleaba con él porque me llevó una sección que no entró en combate.

La de London estoy orgulloso, murieron muchos, es donde más bajas tuvimos, en número, los Infantes de Marina. Porque se peleó mucho en el monte London, donde estaba la Compañía Bravo y el Regimiento 7.

Lo dicen los mismos ingleses, los relatos del oponente.

Compartíamos todo, compartíamos la comida, estábamos codo a codo, cuando teníamos que darle comunicaciones se las dábamos. Fíjese que yo digo en mi libro que mi unidad tenía casi el triple de todos los cables que tenía el Ejército.

–Es increíble.

–Hay que pensar, ¡cuánto valor tuvo la gente del Ejército! ¡Cuánto! Porque yo podía conducir, mis camaradas no.

–Yo lo entiendo en los que estuvieron en el frente, no lo puedo aceptar en los que debieron haber preparado a esas unidades.

–Con respecto al combate, no había unidades preparadas para la guerra.
La realidad es que para el Ejército Argentino, digámos mi Ejército, porque es difícil aprender a querer a una institución como aprendí a querer yo al ejército en Malvinas.

Es su desgracia, porque derrochó valor y coraje. Yo con los medios con los que fueron mis camaradas no hubiera ido, lo digo con toda sinceridad, yo estaba al frente de una unidad que era la única que estaba equipada, ambientada y adiestrada para estar en el combate.

¿Cuál es el planteo que yo hacía a los mandos argentinos en ese momento? Era que las Malvinas son nuestras, las habíamos recuperado, pero lo que se buscó siempre, que nadie quiere entenderlo, ni nuestros políticos actuales, era obligar a que los ingleses hicieran una negociación seria: ese era el objetivo.

Sabíamos que por derecho y por muchas razones las Malvinas son nuestras. Ellos no tienen ningún título.
¿Qué pasó?

Pasó que las mejores unidades del Ejército, que son las de la Patagonia, excepto el Regimiento 25, las que estaban adiestradas, las que estaban bien, estaban aguantando en la cordillera, porque era mucho más terrible perder la Patagonia comparada con Malvinas, porque el continente es lo que tiene valor en el mundo. A pesar del valor estratégico de las Islas Malvinas, dependen del continente.
La cuestión está en que no esperaba la escalada, siempre se quiso pactar…

–Siempre mostrando la sonrisa no los dientes.

–Claro, se equivocan.
Las cosas son serias.

Allá llegó la noticia de que pactamos, todo el mundo contento, todo el mundo feliz, no se llegaba a la guerra. ¡Qué no se iba a ir a la guerra! No conocen a los ingleses. Yo soy marino. Ahí tengo una diferencia con el almirante Busser: él creía que no había segunda parte, yo estaba convencido de que sí. Me tocó por suerte.

–Usted también relata una reunión de jefes de unidades, cuando ya están en combate, en la que hay un debate político sobre el curso de la guerra.

–¿Una a la que va el almirante Anaya?

–No, en donde está el entonces teniente coronel Balza.

–Ah sí. Había posturas, había gente que pensaba, era gente inteligente, que pensaba que no debíamos haber llegado al conflicto armado.

Claro, militarmente la batalla de Puerto Argentino no tenía razón en esa vía de pensamiento.
Se decía: ¿para qué vamos a luchar, es un derramamiento de sangre inútil, no va a cambiar el curso de las cosas?

Pero yo dije que los comandantes no teníamos derecho a tomar ningún tipo de decisión política; cuando uno está en un teatro de operaciones cumple órdenes. Pero todos empezaron a cumplir la orden porque fueron allá, quiere decir que todos la cumplieron, porque ninguno dijo relévenme.

Pero pensaban inteligentemente; ¿para qué ocasionar bajas y víctimas si se podían evitar? Pero el enemigo nos atacó, a pesar de que podía habernos rendido por hambre y nosotros teníamos que pelear.

Son dos cosas distintas, una es un designio político, y otra el honor nacional. Y eso no se puede discutir. Eso me enojó mucho, pero luego nos entendimos mucho más.

–Se ha hablado de que al final cuando vino la decisión de rendirse hubo intentos de prolongar la guerra.

–Yo pensaba que podíamos prolongar.

A mí me reiteraron varias veces que nos rendimos, y a eso de las dos de la tarde le dije a Ponce, mi segundo, trate de buscarlo al coronel Seineldín, por ahí él la quiere seguir. Pero era inútil, si ya se había rendido la guarnición no podíamos seguir solos, y no teníamos municiones, nos habíamos quedado sin nada.

No hubiera cambiado el curso de los acontecimientos para nada. Ya estaba liquidada la defensa, las principales unidades estaban vencidas, no tenía sentido continuar.

–Pero hubo posibilidades antes, si se hubieran realizado ciertas maniobras cuando las posibilidades de resistencia inglesa, desde el punto de vista de la logística que tenían estaban próximas al límite.

–Sí, hubiera ocasionado un mayor desgaste y no se cómo hubiera terminado la campaña. Pero es una suposición, creo que deberíamos haber modificado el dispositivo de defensa. Pero el entrenamiento, el estado anímico de la gente, significa mucho, también la adaptación.

Nosotros, por ejemplo, nos bañábamos. Ibamos a un río, en la orilla nos desvestíamos y nos lavábamos.

Si lo hacía uno del Ejército se moría de pulmonía: no estaba adaptado. Los correntinos habían pasado de 30º a -10º: ¡40º de diferencia! No tuvieron tiempo, no hubo tiempo.

–Se dice, en el caso de los norteamericanos, que la opinión pública reacciona cuando empiezan a llegar los cajones. En Inglaterra, en un primer momento, la oposición a Thatcher era peor que Thatcher, la azuzaba exigiéndole más dureza. Pero la prolongación de la guerra hubiera, tal vez, influido en modificar la opinión pública.

–La obligación política de ellos era terminar la cosa lo antes posible, eso los obligó a atacar porque la opinión pública le exigía que se terminara la guerra, Thatcher dijo que la terminaba en una semana y le costó la campaña.

–Eso es parte de un pensamiento estratégico, en el siguiente sentido: si voy a pelear con un igual puedo pensar en batallas cortas, si voy a pelear contra un enemigo poderoso tengo que pensar en una guerra larga.

–Pero nunca se pensó acá en llegar a la batalla. Del lado nuestro, por lo menos, estoy seguro que no. La idea siempre fue tomar las islas y obligar a los ingleses a que negociaran en serio.

Después nos arrastran, y metemos gente. Metemos gente sin los medios. Las unidades del Ejército no tenían sus vehículos ni nada, no podían salir a caminar.
Mi gente sí podía hacerlo, pero el resto no, es terrible porque el hombre es hombre, el soldado es soldado.

–Le pasa a la gente que vuela, que va de un país a otro y la diferencia de horario, de temperatura, lo deteriora.

–Fijese que en la guerra de Irak, en virtud de las enseñanzas de la guerra de Malvinas, los norteamericanos no atacan. Trasladan las tropas y las tienen dos o tres meses antes de empezar la guerra, antes de los dos meses no hicieron ninguna acción.

–Y llegaron hasta un límite y ahí frenaron…

–Y lo que hicieron fue cortarles la vía logística, que era lo lógico, le cortaron el cordón de alimentos…

–Tampoco se atrevieron a penetrar.
…era Kuwait… empezaron la guerra bien, fueron inteligentes…

–Se arriesgaban a otro Vietnam.

–Sí, tal vez. Tal vez no les interesaba destruir del todo al otro. Hay que analizar la situación en el contexto general y estaba Irán… Y tal vez no han encontrado los norteamericanos ningún líder opositor que sea diferente…

–¿Volvería?

–¡Siiii! Es más, tengo que volver, no quiero terminar mi vida sin volver a Malvinas.
Yo se que vuelvo paseando, es uno de los placeres que me reservo para los años futuros. Estoy convencido de que gracias a que peleamos volvemos paseando. Por eso peleamos. Sino no hubiera tenido sentido la pelea.

–Eso es parte de lo que usted llama la identidad nacional…

–Esa identidad nacional que estamos perdiendo…

–Esa llamita que se prendía en el pensamiento de muchos militares, en la mesa de arena, antes de 1982, cuando se ensayaba la recuperación de Malvinas.
Después de la Guerra aparece una corriente militar, o diversas corrientes, que expresan esa identidad nacional.

–Muy poco lamentablemente, las Fuerzas Armadas desde que volvemos de Malvinas y entregaron el gobierno siguen huyendo.

Esa es la figura mental que yo tengo. Por eso están así. Yo estoy retirado, por lo que me es mucho más fácil hablar, y fui de esos que creen con que la prudencia… Pero en la vida hay que decir la verdad y hay que enfrentar las cosas y lo peor que pudieron hacer las Fuerzas Armadas es no enfrentar sus responsabilidades.

Las Fuerzas Armadas son un elemento indispensable de la Nación, como son los políticos. Me encanta, a pesar de todos los errores, este sistema, creo que en los golpes nos usaron los políticos, y nosotros después pretendimos usar a los políticos, o el tipo que se encaramó en el poder no lo quiso largar: es lo peor que nos podía ocurrir.

Estamos en un nuevo sendero, revolcándonos un poco, pero qué vamos a hacer, si no salimos así nunca vamos a ser una nación madura .

–Tampoco los militares son un bloque homogéneo, algunos tienen vocación de presidente…

–Ni todos los políticos tienen vocación patriótica.

–Así como muchas veces se ataca a las Fuerzas Armadas desde una mentalidad pacifista de tipo colonial, también es cierto que hay militares o grupos de militares que se escudan detrás de la institución en usufructo de sus ambiciones y con intereses opuestos a los de la Nación.

–Yo pienso que en las Fuerzas Armadas hay tres clases de personas: los que entran pensando que es una cosa fácil, y son después tipos comunes; los que entran para servirse de las FF.AA. y los que entran para servirlas. Y con los políticos pasa lo mismo: están los que sirven para levantar la mano; los que entran para servir a la Nación –siento que es así, hay políticos buenos–; y hay muchos políticos, lamentablemente, que están para servirse de la Nación. Es uno de los dramas que tenemos y eso es falta de identidad nacional.

–Hasta se construyen pistas a domicilio…

–Creo que eso es por el carácter de la raza.
No me escandaliza, mientras se haga por el país, y el país salga adelante. Y eso que este Gobierno tiene muchas cosas que a mí no me gustan, pero también ha hecho cosas muy buenas.
La Argentina cambió, no es la misma, estamos yendo para arriba contradictoriamente.
Es contradictoria la Argentina y es un país rico. Mire Chirac vino acá, para que un francés haga lo que vino a hacer Chirac acá…

–Se quedaron con el agua, parte de los teléfonos, ahora quieren construir el puente a Colonia…

–Los norteamericanos también mandan a hacer muchas cosas a los de afuera, no las hacen ellos.

–Es un costo terrible de millones de desocupados. ¿Usted ha ido por su provincia últimamente?

–Conozco, si acá en Bahía Blanca tenemos el índice mas alto de desempleo. Acá teníamos los Talleres Navales, los arsenales nuestros, los diques; todo lo que teníamos en

Puerto Belgrano. Tenían en el orden de cinco mil quinientas personas que trabajaban, y hoy quedan ochocientas. No es que hagan más, hacen mucho menos.

Pero la ceguera política nos echó la gente y dejamos de producir; entonces ahora encargamos afuera.

Ahora con el magro presupuesto, menos nos alcanza; y sin embargo, con lo poco que pueden hacer esos ochocientos y pico de operarios más o menos mantenemos la flota.

–Se eliminó de manera rastrera el Cóndor II, el submarino atómico…

–Por eso insisto en la falta de identidad nacional, estamos renunciando a ser. Muy bien la globalidad, muy bien que trabajemos con todos los países del mundo.
Esa parte está bien, es decir tenemos que tener relaciones con todos, con los poderosos también. Pero lo peor que podemos hacer es perder la personalidad: eso yo no lo resigno.
Lo peor que podemos hacer es perder la libertad.

¿Por qué en la globalidad yo me tengo que castrar y ellos no?
¿Ellos se castran?
¿Por qué nosotros?
Somos diferentes, cada uno debe vivir como es. Yo no resigno mi libertad, con eso quiero decir que prefiero morir y pelear a que me quiten la libertad.

–¿Cuál es su reflexión para adelante?

–Así como decíamos que la Argentina es contradictoria tenemos que vivir de la esperanza. Tenemos un país que sigue siendo maravilloso, sigue siendo riquísimo, sino no vendría nadie a poner un peso acá. Malvinas, en este pasado reciente está demostrando que, aun equivocado para algunos, aun cuando haya parecido de locos, el luchar es necesario. Usted decía ¿en qué cambió mi vida?

Aprendí a creer en Dios, inicio el día tratando de ir a misa, a agradecerle a Dios que todavía estoy vivo, y agradecerle todas las cosas que me sigue dando y brindando: escribir mi libro, un pequeño libro, ahora quiero hacer otro.

Tenemos que vivir de la esperanza. Tenemos que aprender a vivir sin antinomias, no como las hemos vivido hasta acá. Empezar a poder unirnos, a leer el Martín Fierro: «Los hermanos sean unidos/ esta es la ley primera,/ si entre ellos se pelean/ los devoran los de afuera.»

Es importantísimo. Pero tampoco vamos a poder vivir en la unidad si no sabemos hablar con la verdad, si prefiero mentirle y digo lo que yo no pienso. Tengo que decir lo que pienso, y tenemos que conciliar nuestro pensamiento.

No podemos vivir como hemos vivido siempre peleándonos, esa es nuestra debilidad.
Sea quien sea el presidente de los argentinos. Si cualquier nación de afuera sabe que el presidente piensa lo que pensamos todos nosotros, es un hombre fuerte y al que se le va a dar credibilidad; pero cuando se ve que los de abajo se dividen, que es un berenjenal…

El drama de la Argentina es la falta de coherencia, incluso hasta en la oposición: se vive para destruir y no para construir.

Le va a seguir yendo bien al gobierno porque la oposición es un desastre; no he escuchado nada constructivo en la oposición.

Presentemos un proyecto diferente. Creo que alguna vez esto tiene que ser más decente, porque la mayoría del país es decente. No somos todos corruptos: el tipo que va a trabajar todos los días va a hacer su trabajo honesto.

El albañil que está levantando paredes, ese está construyendo. Los políticos se siguen poniendo sueldos que son mal ejemplo, porque marca cada vez más las diferencias.

Ellos que hablan en contra de la oligarquía son más oligarcas que los de antaño, porque los oligarcas de antaño cuando entraban en la política terminaban pobres, y acá los políticos entran pobres y terminan réquete ricos. No puede ser, hay que saber compartir.

Y el que manda debe dar el ejemplo. El Presidente debería ser un ejemplo, no sólo de honestidad, sino también en su vida normal.

Lamentablemente nuestros dirigentes no lo son; la mayoría de los políticos no son buen ejemplo.

La Nación precisa eso. Esto va para todas las estructuras, las militares también.
El que manda tiene que dar el ejemplo, no puede ser un tipo banal, si no, no se construye. Tenemos que vivir para construir, hermanarnos, ser unidos aún en el disenso de opiniones, si no vamos a perder nuestra Nación.
Nos van a cortar con tijeras, estoy convencido de eso, no lo voy a ver pero yo voy a pelear por eso.
Estados Unidos, Rusia y las bases

–No se quería internacionalizar el conflicto de Malvinas, porque Rusia ofrecía, pero tampoco los rusos se animaron.
Porque si un submarino ruso hunde un buque inglés que se va a tres mil metros de profundidad, no se sabe de quién fue el torpedo, y a esa profundidad no se puede bajar a investigar… Pero los rusos cuando ofrecen una ayuda también cobran.

No hablo de Perú, que fue una ayuda totalmente desinteresada, había mas de once mil voluntarios en las Fuerzas Armadas peruanas que querían venir a pelear. Hubo otros países que me sorprendieron, como Venezuela, Brasil, que nos ayudaron.

–Rusia había hecho lo mismo con Egipto durante la guerra de los Seis Días: le dijo que si se incorporaba a su esfera de influencia lo reaprovisionaría.

–Eso significan bases, y EE.UU. también las quiere tener acá, y la Argentina nunca las aceptó, gracias a Dios.

Hay que mostrar los dientes

–La diferencia entre el pensamiento nacional y el antinacional…

–Digamos con espíritu nacional.

–…con espíritu nacional, sería entre sonreír y mostrar los dientes; esa sería, en su opinión, la divisoria de aguas.

–Hay que mostrar los dientes. Vamos a pelear o no.
Yo tengo que pelear.
¡Cómo, no vamos a tratar de recuperar lo que es nuestro! ¡Cómo lo vamos a regalar! ¡Cómo vamos a regalar los Hielos Continentales!

Son argumentos falaces. Todo tendiente a hacernos creer lo que realmente no es.
Bluff Cove: la oportunidad perdida

–¿Cómo se explica esta forma de guerrear de la Argentina?, porque la guerra de trincheras, de posiciones, la guerra del ’14, murió hace décadas…

–¿Cuál fue la desventaja grande nuestra? Cedimos todo el terreno al inglés, el inglés se movió como quiso, eso es una gran ventaja para el que ataca.

Nosotros tendríamos que haber hecho algo. Cuando fue lo de Bahía Agradable, le hundimos una fragata y había algunos efectivos, pero no eran muchos.

Donde se les pega a los dos buques que les cuestan muchas bajas, a los dos buques transporte es en Bluff Cove y ahí estaban muy cerca nuestro, nosotros veíamos lo que ocurría, por eso los quería atacar.

Yo tenía previsto todo el plan, nosotros nos movíamos con la oscuridad y atacábamos con la oscuridad o con las primeras luces. Podíamos habernos infiltrado tranquilamente y hubiéramos tomado el desayuno con los ingleses.

Yo hablo de adiestramiento porque es importantísimo, qué unidad podía hacer lo que podía hacer la mía, ninguna.

La conducción no me deja y me dice que me está salvando la vida porque ellos no me podían sostener logísticamente.

Es decir, que yo iba y si se nos agotaba la munición, estábamos liquidados. Pero hubiéramos, tal vez, como dice un almirante inglés, cambiado de curso la guerra, porque si ellos no ganaban el 14, se tenían que ir.

Los ex combatientes

–Esta situación que se ha vivido para ustedes, los que combatieron, que volvieron al continente silenciados, ocultados. Por ejemplo, yo me pregunto ¿qué pasará por la cabeza de Robacio cuando se sube a un tren y se encuentra a un ex combatiente pidiendo prácticamente limosna?

–Generalmente, cuando nos encontramos nos abrazamos, pero hay que tener cuidado con eso.

Los ex combatientes en general no son los que piden limosna, la mayoría de los que piden limosna son un fraude de ex combatientes.
A mí me ha pasado innumerables veces. Sin embargo, los he encontrado alguna vez, no pidiendo limosna, sino vendiendo alguna cosa.
Uno de ellos vino a venderme a mí y me dijo: «¡Señor comandante!», y se quedó un tiempo parado.

«Bueno -le digo- tomá mi tarjeta, llamame».

Le conseguí empleo. A los tres meses se repite la misma escena pero en otro lado. Entonces le digo: «¿Cómo, si tenés el empleo?», y me dice: «no, pero con esto gano más y hago lo que quiero».

Y ganaba bien. Por eso se han adherido muchos que no son combatientes, porque la gente es buena. Yo ayudaba mucho en Buenos Aires a los combatientes cuando estaba en la Liga, les ayudé mucho a hacer sus diarios «2 de Abril» y otros, y después se pelean y se abren, pero todos los que hicieron periodismo serio trabajan muy bien el tema prensa de Malvinas, todas cosas de ex combatientes, sus dichos, sus anécdotas y la gente les paga. El pueblo argentino es bueno. Pero hay muchos timadores, la mayoría son timadores, puede ser que haya alguno, pero ya no queda ningún ex combatiente en la calle, porque están agrupados, en ese aspecto las leyes nacionales han sido justas les pagan una especie de ayuda.

–Sí, pero es muy baja.

–Sí, es baja pero es algo, alguna vez se incrementará, hay que luchar para ello.

–Están reclamando que se las eleven a un salario de un cabo en actividad.

–Pero, por otro lado, la ley es sólo para los conscriptos, es injusta: yo no soy ex combatiente. Y el suboficial o el cabo de Marina que fue a Malvinas y después se fue del arma porque se encontró con un terreno de incomprensión, no cobra nada, ni cinco.
¿Y no es ex combatiente? Sí, es ex combatiente.
La ley es parcial, es discriminatoria, le hace falta a todos los ex combatientes. Debe incluirnos a todos.

–Mezclada con esta situación está la vivencia de la guerra y el contraste con la desmalvinización, y viene este fenómeno de suicidios.

–Sí, eso es lo que afecta a los ex combatientes: el rechazo que sufre normalmente. Hablo de los conflictos, todos los ex combatientes han sido rechazados por la sociedad argentina. En algunos casos han sido bien acogidos en su pueblo, sobre todo en el interior.
Me he encontrado en Misiones, en Corrientes, con lugares donde están bien organizados, bien atendidos, incluso por municipalidades que tienen sentido nacional. Pero en los lugares grandes, justamente, es donde ocurre ese rechazo, en ciudades grandes, en Buenos Aires, en Rosario, se han sentido rechazados.

Ellos han hecho algo grande, un conscripto que ha ido a la fuerza –en el caso del BIM 5 todos fueron voluntarios– y el tipo sabe que fue una proeza, que fue una gesta realmente, y cuando viene acá es rechazado como si fuera un delincuente. Y a pesar de que las leyes lo amparan, mucha gente los toma como un chico, o tratan de no tomarlos; dicen: éste viene de la guerra, es loco.

Al contrario, ha venido un tipo que era joven pero maduro; no un pibe, no un chico.
¡La palabra «chico» es una infamia!

Reportaje al Contraalmirante Carlos H. Robacio

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