La sanción

Guerra de Malvinas 1982

La sanción

Ganso Verde

Capítulo VIII “La sanción”

Aquel sombrío mes de Julio de 1982, el personal de las unidades que habían participado en el conflicto sintieron la crueldad y crudeza de la realidad de posguerra que, en el continente, las tenía como protagonistas.

Se encontraron en el centro de un inmisericorde círculo de dedos acusadores. Era por demás evidente que la derrota militar sufrida no era asumida con la dignidad y el decoro equiparables y merecedores del orgullo nacional con que la nación vitoreó el gesto soberano, reivindicatoria, del 2 de Abril.

Las Fuerzas Armadas, sus combatientes en particular, fueron estigmatizados con la señal y todo el peso de la responsabilidad de esa derrota. No hubo limitaciones ni consideración alguna a la abnegada heroicidad sin esperanzas con que debieron enfrentar, en defensa de las islas recuperadas, el poderío de uno de los colosos militares del planeta.

Estrategas de escritorio y de café, profesionales liberales y militares activos y desocupados, charlatanes de toda laya, tácticos de billar y “foot-ball 5”, se regodearon con la sangre de nuestros muertos y heridos y la dignidad de los supervivientes.

Se esmeraron, pulcramente, en vilipendiar a los combatientes y charlatanear sobre las soluciones que debieron haberse implementado a todo nivel de conflicto para ganar la guerra. Con los “huevos rotos”, la tortilla que se hizo fue sencillamente descomunal.

Sin pérdida alguna de tiempo, la reciente victoria por aniquilamiento de las Fuerzas Armadas sobre la subversión apátrida devino, políticamente, entre gallos y medianoche, en la formulación de cargos y culpas por violación de los derechos humanos que, obviamente, sólo resultaron reivindicativos para las organizaciones subversivas, sus miembros y familiares.

En tiempo perentorio, fueron sentadas en el banquillo de los acusados. A ello se sumó, sin discernir verdades o mentiras (con el propósito muchas veces confeso a viva voz de lapidarlas definitivamente), los errores del llamado “Proceso de Reorganización Nacional” La cohesión y espíritu de cuerpo, sus pilares esenciales, se encontraban ya debilitados por un prolongado ejercicio del poder usurpado a la democracia en un proyecto político de facto de utópicos objetivos. Es casi completa su descomposición por el peso de aquel estigma y la condenable deserción de aquellos de sus miembros que pretendieron evitar indeseables máculas.

En este contexto emergió la cuestión esencial: deslindar responsabilidades.
El Ejército, fiel a la trágica tradición que delineé someramente en el prólogo, con una superficial imagen de cohesión interna, se escindió profundamente y resultó manifiesta una verdad que se pretendía encubrir: tenía dos caras; “el Ejército veterano de Malvinas” y “el Ejército continental no combatiente”.

El problema político interno planteado a los mandos por la derrota militar fue resuelto sencillamente: “el Ejército veterano” debía responder en principio por la responsabilidad integral de aquella derrota, sin mácula para el segundo. A ese efecto, se arbitraron todas las medidas necesarias.

A principios de Julio de 1982, con una fracción importante de los efectivos del Regimiento de Infantería 12, participo en Curuzú – Cuatiá de la ceremonia de asunción del mando del nuevo Comandante de la IIIra Brigada de Infantería, General BRAULIO A. SANCHEZ AVALOS, nombrado en reemplazo del General OMAR PARADA, a la sazón aún prisionero de guerra en las islas.

Al término del acto, el General SANCHEZ AVALOS, quien había sido en los años 80/81 mi Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor en el Comando de la Vta Brigada de Infantería (San Miguel de Tucumán), donde yo me desempeñaba como Jefe de la División Operaciones, me invitó a tomar un café y conversar en el despacho de su nuevo comando. En el curso de la conversación, haciendo gala de la dura franqueza y sinceridad que siempre lo caracterizara, me expresa, casi textualmente, según recuerdo:

_ “PIAGGI… Uds, los que tuvieron el honor de estar en las islas, son los que perdieron la guerra. No pueden pensar siquiera en la continuación de una carrera militar; serán, sin remedio, los cabezas de turco, los chivos expiatorios arrojados a los leones para reconstruir la imagen de la Fuerza luego de esta derrota. Imagínese la gloria que, por contrario imperio, los habría aguardado de haber resultado vencedores; es la contrapartida”.

La crudeza de esas palabras, disparadas a quemarropa, no llegó a perturbarme. Había acumulado en el alma demasiados golpes en muy poco tiempo y mi insensibilidad era, para entonces, casi enfermiza: más, las esperaba. Agradecí al señor general la deferencia de su sinceridad. Jamás tuve después la oportunidad de apreciar en otro superior igual franqueza respecto de mi situación personal y profesional y a mis actos de servicio en la guerra.

Promediando Julio, un radiograma cursado a mi unidad por el Comando en Jefe informa de la resolución de mi relevo como Jefe de Regimiento, que se haría efectiva, entre otras previstas en todas las unidades combatientes, el día 24 de Julio, en ceremonia presidida por el designado Comandante de la IIIra Brigada, General SANCHEZ AVALOS.

El mensaje se recibe mientras se celebra una fiesta en el Club Social de Mercedes por la boda de mi ayudante, el Subteniente Marcelo DORIGÓN. Los oficiales presentes retienen el radio, no se me informa de su recepción y observo intrigado, desconociendo lógicamente el motivo, un nervioso intercambio de comentarios y cuchicheos en las mesas, que no logro descifrar.

Al día siguiente, un grupo de esposas de los oficiales más antiguos de la unidad se presentan en mi domicilio y en mi ausencia, preocupadas, ponen en conocimiento de mi esposa que los oficiales se han propuesto amotinar la unidad el día 24 de Julio e impedir la ejecución de mi relevo imposibilitando al Comandante de Brigada su ingreso a la misma.

Enterado oportunamente por mi esposa de la situación, ordeno la presentación de los oficiales involucrados, les agradezco el personal halago que implica su actitud de extrema lealtad a mi persona y comando y, en tanto remarco la gravedad del delito militar que cometerían, recabo absoluta subordinación a los mandos naturales. Así se hará.

El 24 de Julio de 1982, presidida la ceremonia por el Comandante de la IIIra Brigada de Infantería, General SANCHEZ AVALOS, me releva en el mando del Regimiento de Infantería 12 “GENERAL ARENALES”, el Teniente Coronel RAMÓN ORTEGA.

Tenía conciencia de la razón del relevo, que me fuera tan francamente expuesta. La serenidad de espíritu propia del deber cumplido y la determinación de luchar por la verdad fueron el corolario de mis sentimientos en la circunstancia.

Al término de la ceremonia, la efusividad solidaria de quienes hasta ese momento habían sido mis oficiales y suboficiales me conmueve hasta las lágrimas. Nunca los olvidaré: el “filo de navaja” que habíamos transitado juntos lo impediría.

El 30 de Julio de 1982 el personal de cuadros subalternos del Regimiento me despide con una comida en el Casino de Suboficiales. Me sentí confortado por las palabras de afecto y las actitudes solidarias que, sencilla pero calurosamente, alientan mi fe en la justicia. Me hacen entrega de un obsequio que, hoy y ahora, ante mí y mientras redacto estas líneas, adorna mi escritorio de oficial superior retirado.

En la primera semana de Agosto serán el Intendente de Mercedes Dr TRONCOSO, jefes y oficiales de la guarnición, representantes de las fuerzas vivas y amigos invitados, quienes me agasajen y despidan con un almuerzo en la ciudad. Las palabras del intendente resultan un desagravio anticipado al sombrío devenir profesional que adivinan en la irregularidad temporal de mi relevo y también un reconocimiento a mi desenvolvimiento en las relaciones con la comunidad en mi carácter de Jefe de la Guarnición.

En mi agradecimiento remarqué, entre otros conceptos:

“…Esperan días difíciles al 12 de Infantería; la unidad es vuestra, es parte importante de Mercedes… falta hará que la apoyen y sostengan en los sombríos días que vendrán… los hombres no perdonan… No olviden que no delegaré jamás la responsabilidad de todas las decisiones operacionales que, en campaña, debí asumir sujeto a mi comando… Estoy orgulloso de los hombres que he comandado en batalla, muchos de ellos hijos de esta ciudad, cualquiera fuese mi personal destino. Dios os guarde…”.

El día anterior a nuestra partida definitiva de Mercedes, el Jefe del Escuadrón de Caballería Blindado 3, Mayor VALENTI FIGUEROA, su esposa, oficiales y señoras, nos agasajan con una cena de despedida; en ocasión de los brindis, dice VALENTI FIGUEROA:

“Luly, el destino te enfrenta a momentos difíciles para tu esposo, Italo, nuestro Jefe de Guarnición y amigo; sabemos de tu templanza y fe; entre nosotros tu gracia y sencillez ha sabido edificar la amistad que nosotros sentimos por vosotros como de siempre. Italo, la seguridad de tu causa, tu honestidad personal y profesional abrillantarán tu verdad y triunfarás, lo sabemos… nos embarga la tristeza de vuestra partida; conservar la alegría de haber convivido con vosotros es la mejor forma de decirles hasta siempre”.

Pocos días después dejaba Mercedes con mi familia y, no teniendo destino militar asignado, en disponibilidad, instalaba mi hogar en la casa de mis suegros, Armando e Irma, en Victoria, Provincia de Buenos Aires. sumábamos, incómodamente, nuestros muebles y enseres a los suyos, por cuanto mi departamento en Capital se encontraba locado por un amigo y no lo podía ocupar por el momento.

Casi diariamente realizo en el Edificio “LIBERTADOR”, sede del Comando en Jefe del Ejército, trámites diversos propios de mi situación. Percibo en los rostros de superiores, algunos compañeros y subalternos, los signos inequívocos de la desaprobación, del reproche, del desconocimiento de mi persona y mi condición profesional, el desprecio… en fin, la violencia formal y sin tapujos, profundamente hiriente y dolorosa, del que “no estuvo” para con el que “sí estuvo” y que integró el Ejército combatiente derrotado. No siempre fue así, a Dios gracias; también supe de la amistad sin cortapisas, de la camaradería franca y sincera, del apoyo irrestricto y del reconocimiento de casi cuarenta años de servicios militares computables, honesta y profesionalmente cumplidos.

La contraposición de sentimientos tan encontrados me desborda. La síntesis es una experiencia terrible que por sí misma genera las fuerzas que espiritualmente necesitaba para luchar por la verdad y la justicia de una causa: el honor mancillado de los combatientes del Conflicto Atlántico Sur.

A mediados de Agosto, en uso de una licencia especial concedida a los combatientes, descanso una semana en las sierras de Córdoba (La Falda) en compañía de mi esposa Luly. Es tiempo de sol, caminatas y largas reflexiones… Profesional en todo momento, había tenido ocasión de comprobar en Buenos Aires que el relevo de mi jefatura no sería, con exclusión de otras, la única forma de deslindar lo que era evidente se consideraba mi “protagónica” responsabilidad en la derrota militar en Malvinas.

Desocupado y sin destino como estaba, aprovecho la situación para prolongar el paseo visitando en Catamárca a mi hijo Sergio que presta servicio en el 17 de Infantería Aerotransportado, y luego, a entrañables amigos en Tucumán, donde estuviera destinado los años 80/81.

El 02 de Setiembre de 1982 se considera mi situación en la Junta Superior de Calificación de Oficiales; el Acta de presentación de mi caso a la Junta explícita textualmente:

“ Teniente Coronel I D ITALO ANGEL PIAGGI ”

1. CAUSA:

Antecedentes desfavorables (Desempeño deficiente en las Operaciones en Islas Malvinas)

2. ANTECEDENTES:

Los antecedentes remitidos por la Comisión de Evaluación presidida por el General de División D EDGARDO NÉSTOR CALVI, ha determinado:

a) Poco satisfactorio nivel de mantenimiento de la Unidad de la que era Jefe (RI 12).
b) Deficiente grado de educación e instrucción de Cuadros y Tropa.
c) Relacionado con la conducción de la Unidad se pueden señalar hechos y circunstancias que han gravitado desfavorablemente en el resultado de las operaciones de la Unidad.
d) No demostrar un desvelo constante ante graves problemas que vivía el elemento a su cargo, sin adoptar resoluciones que, si bien podían llegar a ser consideradas extremas, tenían la posibilidad de atemperar la crítica situación que se soportaba.
e) El espíritu de lucha de gran parte de las fracciones en contacto con el enemigo sé vió claramente afectado por diversos factores, algunos de los cuales eran de responsabilidad de la Jefatura de la Unidad.
f) La resolución de capitular frente al enemigo, adoptada por el Jefe de Regimiento, se presenta influenciada por algunas circunstancias que dan una sensación de desarticulación del Comando de la Unidad.

3. Su desempeño está corroborado por:

a) Informe de Operaciones del Personal Superior del RI 12.
b) Informes de Operaciones del siguiente personal:
(a) Teniente lro I DANIEL CARLOS ESTEBAN
(b) Teniente lro I RAMÓN JOSE DUASO FERNANDEZ
(c) Teniente lro A CARLOS ALBERTO CHANAMPA
(d) Subteniente A JOSE EDUARDO NAVARRO.

4. La mencionada Comisión propone:

a) Relevo del cargo de Jefe de Unidad.
b) Aplicar al causante una sanción disciplinaria por la siguiente causa: “ Desempeñándose como Jefe de Regimiento de Infantería en operaciones, no extremar las medidas en el cumplimiento de las tareas inherentes a su cargo, gravitando, de esa manera, desfavorablemente, en el desempeño de su Unidad, al estar afectado el espíritu de lucha de las fracciones a su mando”.

c) Elevar a la Junta Superior de Calificación de Oficiales el caso, a los efectos de su consideración.

5. SITUACION ACTUAL DEL CAUSANTE:

Fue relevado del RI 12.

6. CURSOS DE ACCIÓN

a) Curso de Acción 1 Clasificar al causante de “ INEPTO PARA LAS FUNCIONES DE SU GRADO ”, debiendo en consecuencia ser pasado a Situación de Retiro Obligatorio.

(a) Fundamentos Haber observado como Jefe de Regimiento en operaciones frente al enemigo, un desempeño totalmente deficiente, no ejerciendo debidamente las responsabilidades inherentes a su cargo, gravitando debido a ello en forma desfavorable en el desempeño de su Unidad en las operaciones, lo cual lo inhabilita para continuar prestando servicios en la Institución.

(b) Solicitar al Comandante en Jefe del Ejército la imposición de una sanción disciplinaria al causante por la siguiente causa: (Inserta en punto 2., h., 2), precedente.

(c) Arresto o Suspensión de Mando hasta 6 meses.

b) Curso de Acción 2
(a) Dejar el caso pendiente y solicitar al Comandante en Jefe del Ejército se profundice la investigación sobre la conducta del causante, por similitud con lo determinado en los Artículos 298 y 299 de la LM-2-II, si se considera que los elementos de juicio disponibles no son suficientes para adoptar una resolución inmediata y en razón de que, por las características de los hechos, la conducta del causante podría tipificar alguna ilicitud penal contemplada en el Código de Justicia Militar.

(b) P: IFG (1) Sanción – Arresto (1) (Hay una firma sin aclaración) (1)[1]

En el curso de ese mes tramito ante la Secretaría General del Comando en Jefe los carnets societarios para utilizar durante el verano las piletas e instalaciones deportivas del Estado Mayor en VILLA MARTELLI, Provincia de Buenos Aires, con mi esposa e hija Viviana. Las solicitudes y papeles rutinarios se completaron normalmente y soy citado para la semana siguiente a fin de retirar los carnets. Cuando lo hago, se me informa que aun no han sido visados y autorizados por el señor Coronel R.C., Secretario General; que regrese la semana siguiente…

La semana siguiente y posterior tengo igual respuesta. En esta última ocasión, la empleada administrativa a cargo del trámite se apiada de mí y me comenta: “Señor, creo que ha trascendido que Usted será sancionado y pasado a retiro obligatorio; personalmente creo que no serán aprobados sus carnets…”.

Pregunto entonces: “Si así fuese, ¿hay razón alguna para que se discrimine y sea prohibido el ingreso al club a mi esposa y a mi hija…?”.

El silencio fue elocuente… sí, mi exclusión de la Fuerza era razón suficiente para excluirlas del club… ¿ Pueden mis lectores tan sólo imaginar cómo me sentí…?
Condenado sin juicio previo por una instancia administrativa y como consecuencia de chismes de pasillo, era conceptuado indigno, con mi familia, de tener trato social con mis pares en un club deportivo… Por Dios ¿ qué me esperaba profesionalmente…?. ( Por cierto, no tuve acceso al club hasta varios años después).

No debí esperar mucho. Los primeros días de Octubre recibí una comunicación del Comando En Jefe (Jefatura I – Personal) en la que se me ordenaba presentarme el día 13 de Octubre a efectos de tomar conocimiento y firmar documentación.

Me recibe un señor Coronel retirado con funciones en el área que me requiere, simultáneamente, la firma “Enterado” de una sanción disciplinaria de cuatro meses de arresto (120 días) impuesta por el Comandante en Jefe, General CRISTINO NICOLAIDES con fecha 11 de Octubre y de la resolución de la Junta Superior de Calificación de Oficiales de fecha 01 de Octubre, por la cual era calificado Inepto para las Funciones de mi Grado (IFG) y que, consecuentemente, debía pasar oportunamente a Retiro Obligatorio.

Me sentí realmente mal, indignado, humillado sin miramientos. No había tenido juicio ni ejercido defensa alguna; a más de eso, alguna particularidad del acto de la firma y las fechas de los documentos configuraban un agravio a mi persona y jerarquía y vulneraban precisas prescripciones reglamentarias. Me explico:

¨ La sanción me era impuesta sin un sumario previo exigido por la ley militar, probatorio de la causa punible como falta disciplinaria.

¨ La sanción en sí, 120 días de arresto, excedía las facultades disciplinarias del Comandante en Jefe; dada mi condición de Oficial Jefe (Teniente Coronel), el Comandante podía imponer, con sumario previo, hasta 60 días de arresto; me impuso, sin sumario, 120 días.

¨ Casi cuarenta años de servicios computables, mi jerarquía, cargo que había detentado y delicadas circunstancias de la presunta falta cometida no merecían, del comando que imponía la sanción, la consideración ética debida a un subalterno de llamarlo a su presencia para una comunicación personal de aquella y sus fundamentos.

¨ El Coronel retirado que me comunicaba la sanción merecía mi respeto y consideración, pero no era, de manera alguna, la autoridad a la que correspondía la responsabilidad formal de hacerlo.

¨ La fecha en que había sido impuesta la sanción, 11 de Octubre, era posterior a la de la resolución de la Junta de Calificaciones, 1ro de Octubre, por la cual se me calificaba inepto; esta irregularidad en las fechas materializaba una evidente inversión de la relación causa – efecto con directo perjuicio de la justicia por cuanto, a la fecha de ser calificado inepto, el antecedente que la fundaba, la sanción, no había sido impuesta.

Fija la vista en aquellos papeles y en la evidente injusticia de estas decisiones, tomé conciencia que, inexorablemente, debía cumplir el rol asignado a los vencidos de Malvinas que con tanta franqueza, describiera en su charla SANCHEZ AVALOS: “carne de chivos expiatorios para acallar el clamor furioso de la Gorgona”.

El 15 de Octubre, ese día, muy abatido moralmente, no por la sanción – un acto rutinario del servicio al fin – sino por la pestilencia de las intenciones ocultas, regresé a mi casa, besé a mi mujer y a mi hija, le dí un abrazo a mi suegro y entrañable amigo Armando e inicié formalmente el cumplimiento de la sanción.

La generalidad de los textos, la imprecisión de los cargos, me obligan a requerir, por nota, la vista de los antecedentes que fundamentaban las causas, de modo tal que, conocidas, pudiera refutarlas, recusar las sanciones y solicitar que se dejen sin efecto.

Las solicitudes de vista de los antecedentes no fueron atendidas; peor, fueron denegadas por omisión, por cuanto, sencillamente, no se tuvo conmigo la mínima consideración de una respuesta negativa formal.

Agravando mi ignorancia de las causas de la sanción, tampoco fui citado por la Comisión dispuesta por el Comando en Jefe (Comisión Calvi – así llamada por haber sido presidida por el Jefe del Estado Mayor General, de ese apellido) para evaluar las operaciones en las islas; esto me hubiera permitido ampliar, ratificar, rectificar y/o fundar los compulsivos informes que yo realizara los días 14 y 15 de Junio. No solo yo, sino también los cuadros que dependieron orgánicamente de mi mando en la Fuerza de Tareas “ Mercedes ”.

Los días 21 y 22 de Octubre de 1982, dentro de los lapsos que otorga la ley militar para presentar reclamo, atento a que tampoco me habían sido acordadas las prórrogas solicitadas para saber de mis culpas y corría peligro de que me fueran rechazadas por presentarlas “ fuera de término ”, elevé un recurso y un reclamo acerca de la sanción de 120 días de arresto y de la calificación IFG ( Inepto), respectivamente.

Independientemente del prejuicio de las sanciones, no podía entender qué las fundaba, porque, tanto en el curso de la campaña como de las acciones armadas de los días 27 al 29 de Mayo de l982, no fui observado ni sancionado por causa alguna por los comandos de los que dependía o por deficiencias en mi conducción que pudieran ser calificadas como faltas de disciplina o decisión en el ejercicio del mando. Por ende, rechacé, con la debida amplitud de elementos de juicio, las imputaciones que se me formulaban sin precisión alguna, aportando pruebas de que había ejercido mi autoridad y obrado presta y firmemente en todas las circunstancias operacionales que lo habían exigido.

Durante los combates del 27 al 29 de Mayo de l982, la adversidad de las condiciones que signaron la campaña previa y la batalla, algunas con importante efecto negativo sobre el espíritu de lucha del personal en combate, como pudo apreciar el lector, restaron peso y relevancia al esfuerzo, diligencia y decisión personal mía y de mis Oficiales y Suboficiales, orientados a revertir su influencia.

Esto se materializó en la presencia física de la jefatura en las zonas de posiciones de primera línea, asignando personalmente misiones a elementos de refuerzo, reagrupando y asignando misiones a elementos dispersos o desorientados o armas de apoyo próximas, adoptando previsiones para la organización de posiciones de recibimiento y líneas a no ceder, recomendando, exhortando.

Todo ello, con limitaciones propias de la falta de movilidad y medios de comunicaciones que, en mi caso, y en función de las dilatadas distancias del sistema defensivo, me impidieron hacerlo en la medida y en las zonas más necesarias, habida cuenta que alejarme en demasía del puesto de comunicaciones de mi comando implicaba la pérdida del control de las operaciones, vivencias de la situación y de mi único medio de enlace con Puerto Argentino.

Fue el espíritu de lucha de la Unidad, que la superioridad juzgaba haber sido afectado por mi indebido ejercicio del mando, a pesar de las increíbles falencias de equipamiento y poder de combate que he descrito, el que permitió cumplir a rajatabla todas las actividades, órdenes y misiones recibidas en campaña, combatir, oponerse con éxito, detener el ataque británico y contraatacar en tiempo y forma exitosamente en varias ocasiones, imponiendo el repliegue, reorganización, refuerzo, relevo y reabastecimiento de la brillante infantería de elite enemiga. La resistencia ofrecida en Darwin – Ganso Verde por la Fuerza de Tareas “ Mercedes ” materializó, en tiempo y espacio, el mayor y más exitoso esfuerzo de defensa ejecutado por un elemento terrestre en la batalla por Malvinas.

“Mercedes ”, con su espíritu de lucha, permitió a la Fuerza Aérea mantener en su poder sus instalaciones de la BAM “ Cóndor ”, las que no fueron tomadas por el enemigo sino como resultado de mi resolución de capitular la plaza. Efectivamente, siendo misión secundaria de mi Fuerza de Tareas la seguridad complementaria de la base, circunstancias del combate motivaron que fracciones de mis tropas asumieran, sin corresponderle, la responsabilidad primaria de su defensa

La misión fue cumplida a tal punto que la BAM “Cóndor ” no tuvo bajas de personal durante los combates del 27 al 29 de Mayo del 82.

El cuestionado espíritu de lucha de “Mercedes”, el valor combativo, la abnegación y sentido del deber de sus hombres superó las humanas expectativas de capacidad de pelea de una organización militar que se encontraba “en pelotas, como nuestros hermanos los indios”. Y me permito una referencia literaria relacionada con la importancia del espíritu de lucha de las tropas en batalla, de un historiador militar de la Segunda Guerra Mundial:

“….son las armas las que entran en un 99 % en la obtención de la victoria… La estrategia, el comando, los jefes, el valor, la disciplina, el abastecimiento, la organización y todo el bagaje moral y psíquico, no significan nada, ante una gran superioridad del armamento. A lo más, forman el 1 % del total… (“Importancia del armamento en la Historia”, FULLER, pág 32).

Piensen en los medios bélicos desplegados por los aliados en la Guerra del Golfo (1991) frente a Irak… ¿Puede en verdad llamarse guerra a ese conflicto, o fue simple aplastamiento…?

La indiscutible superioridad material del enemigo contrapuesta a carencias increíbles, multiplicó el efecto de aquella, restando al espíritu de lucha argentino toda posibilidad de expresión en un éxito imposible, cualquiera hubiese sido el peso opuesto por mi diligencia, decisión y personales esfuerzos, míos o de mis cuadros o de mis combatientes en batalla.

La elaboración de los documentos del recurso hasta su elevación llenaron las horas de mi arresto; a partir de entonces, casi ingenuamente, esperaba que el tiempo, el esclarecimiento de los hechos y la justicia de los hombres revirtieran la penosa incertidumbre de mi perdida libertad.

Mi pasión por la lectura y la actividad física practicada casi furiosamente en el limitado espacio de una casa, quemaban las energías y la ira de mi sangre; mi equilibrio emocional y serenidad de espíritu, aparentemente incólumes, muchas veces se desintegraban en el tormentoso curso de mis pensamientos y reflexiones.

Mis seres queridos, en especial los momentos, mates amargos y charlas departidas con mi suegro Armando, un hombre íntegro, sabio sin estridencias y de juicio certero y criterioso, con sus 80 años, eran el bálsamo a que recurría para aquietar mis sentimientos y encontrar la paz interior necesaria para seguir adelante.

Era consciente de que mi lucha por la verdad sería larga y plena de dificultades y sinsabores, pero no estaba dispuesto a cejar en ella; aun si hubiese sabido entonces que llevaría diez años de mi vida, como efectivamente sucedió.

De aquellos días recuerdo haber visto, incrédulo, “las espaldas” de muchos de aquellos que consideraba mis viejos y entrañables amigos; sentí el silencio y la indiferencia de algunos y supe de los comentarios ácidos, insultantes y condenatorios de otros.
También pude comprobar el amor y la entrañable amistad de otros, solidarios y comprensivos, creyendo en mí como persona y como profesional, apoyándome franca y abiertamente, al punto de visitarme pese a la expresa prohibición que tenía del Estado Mayor para recibir visitas.

La síntesis de tan encontrados sentimientos y la dureza de las circunstancias que vivía enriquecieron mi experiencia humana, sirvieron para aventar el abatimiento que frecuentemente me envolvía y me templaron para el dolor de esos días y los que vinieron en ésta, mi causa, la causa de mis muertos, heridos y excombatientes por la Patria de la FT “ Mercedes ”.

En esa fortaleza interior abroquelé mi decisión de impedir que nada me apartara de esa búsqueda de la verdad y la justicia.

Una mañana de Noviembre, mi amigo y compañero de promoción, Teniente Coronel VÍCTOR ABEL RUIZ, destinado en el edificio Libertador, Estado Mayor General (Jefatura III – Operaciones), me llama por teléfono, me comenta y pide mi parecer sobre la solicitud que ha hecho a la superioridad para que mi hijo, a la sazón Subteniente SERGIO MARCO PIAGGI, destinado en el 17 Aerotransportado, pasara a prestar servicio en el Regimiento 14 de Infantería Aerotransportado (CÓRDOBA). Agradezco a Ruiz muy sinceramente su personal interés profesional por Sergio, atento a todo lo que podía implicar para mi muchacho la situación de su padre: preso por inepto.

Poco tiempo después, el que me llama es el Jefe del Regimiento Aerotransportado 2, Teniente Coronel ADOLFO PATRICIO ETCHEHUN, también compañero y amigo, informándome de un pedido similar para esa unidad en CÓRDOBA; igual y sinceramente agradezco a ETCHEHUN esa atención.

Mi satisfacción no era para menos; mis amigos se preocupaban por su destino, conscientes de que mi desgracia profesional podía, a no dudarlo, tener ecos desfavorables para él, por el solo hecho de llevar mi apellido y pese a estar calificado como un sobresaliente oficial de Infantería y paracaidista militar.

Es costumbre en las instituciones, al parecer, y no me refiero en exclusiva a los militares, propiciar que justos paguen por pecadores allegados y/o con ellos, el peso de sus culpas aparentes o reales.

Yo tenía experiencia; toda mi carrera había sido signada ominosamente en los difíciles tiempos políticos posteriores al derrocamiento del General PERÓN y durante los años 50 y 60 por el peso de una cruz que los intolerantes de siempre cargaron sobre mis hombros: era el hijo mayor del Dr ITALO BERNARDO ANGEL PIAGGI, un hombre público con militancia en el justicialismo desde sus orígenes, que había cumplido funciones gubernamentales a nivel Intendencia de San Fernando (Pcia Buenos Aires), Diputado Provincial, Presidente de la Cámara de Diputados por períodos consecutivos y Ministro de Gobierno y Justicia de la Provincia en los años 73/75; no solo buenas, en el 55, cárcel en celdas comunes y un aberrante “juicio por alta traición a la Patria” a cuyo término sus pretendidos jueces, en realidad chiquilines de la Libertadora devenidos en abogados de la dictadura militar, debieron disculparse.

Idolatré a mi padre en vida y lo venero desde su fallecimiento. Alguna vez estuve dispuesto a pedir mi baja del Ejército (cursaba el Colegio Militar) al comprobar la forma pestilente en que las ideas y funciones públicas de mi padre incidían sobre las alternativas de mi carrera profesional.

Su entereza en prisión por causas políticas y su altiva dignidad fueron hechos que me marcaron a fuego y revitalizaron mi vocación cuando desfallecía; me había dicho entonces: “Serás lo que debas ser, a pesar mío, o no serás nada”. La experiencia, premonitoria, se reeditó.

Al día siguiente del llamado de ETCHEHUN, vuelve a llamar Ruiz; me dice casi textualmente: “Italo, lamento decirte que el cambio de destino de Sergio a Córdoba ha quedado sin efecto. La Jefatura de Personal opina que de ninguna manera un hijo del Teniente Coronel Piaggi puede ser destinado a una Unidad de infantería de la Fuerza; su destino será el Liceo Militar “General Roca” en Comodoro Rivadavia (Provincia CHUBUT).”

No importaba que el Subteniente PIAGGI fuera un sobresaliente Oficial de Infantería y paracaidista de combate… ¡Era mi hijo…!. Al Sur, a la Patagonia, a educar militarmente a los adolescentes de un Liceo… Fríamente colgué el teléfono y en mi interior pude sentir, impotente, como un rugido, una maldición silenciada.

A mediados de Diciembre, promediando ya el cumplimiento de mi sanción con casi sesenta días de encierro domiciliario, celebramos en familia y con algunos amigos el flamante título universitario de Asistente Social de mi hija Viviana Andréa.

Muy mal debe haber impresionado mi hastío carcelario a mis amigos Sammy y Coca Dufour, propietarios de 700 hectáreas de campo en Salto, Provincia de Buenos Aires; casi a bocajarro me proponen: “Por qué no vas al campo, a la estancia, a completar el cumplimiento de tu arresto…? A no dudar te será mucho más saludable…”. Sorprendido, les explico que no puedo hacerlo por cuanto debo cumplir la sanción en mi domicilio. “Pues qué problema…? me replican: ¡ Cambiá el domicilio…!. Mudate a la estancia… ¿ Qué te impide hacerlo? ”.

¡Dios!. Tenían razón, valía la pena intentarlo. Al día siguiente, por nota al Estado Mayor solicito autorización para continuar el cumplimiento del arresto en aquella estancia en Salto fundando mi pedido, veraz, en la necesidad de preservar mi salud psicofísica, seriamente comprometida por el tiempo de encierro en condiciones de hacinamiento a que me había visto obligado una mudanza no prevista.

Según era de esperar, la respuesta se demoró al punto de olvidarme que había elevado a la superioridad esa petición.

Aquellas fiestas de Navidad y Año Nuevo 82/83, no fueron las más felices de mi vida. Sí, estaba acompañado por mis seres queridos y amigos y apoyado en la infinita paciencia, amor y comprensión de Luly, mi esposa, pero, como nunca me sucediera antes, supe de la melancólica depresión, inexplicable a veces, que aqueja a muchas personas en esos días tan especiales. En mi caso sí había razón, puedo dar fe.

El 14 de Enero de 1983 un rígido expediente militar me comunica que el Comandante en Jefe ha resuelto no hacer lugar al pedido de vista de antecedentes que sustentaran la sanción impuesta y al recurso que yo interpusiera. Lo fundamente en no haber aportado elementos de juicio “ que no hayan sido objeto en su oportunidad de una ponderada evaluación por esa instancia ” y deja firme la sanción de marras.

Tras la fría formalidad, el rechazo de mis peticiones de elementos de juicio para defenderme y la sanción aplicada, resultaba claro que habían sido tratadas y resueltas por las mismas instancias que empleando similares criterios de “justicia y equidad” me calificaran de “Inepto para las funciones del grado” y graduado las sanciones.

Estaba claro: se me negaba, abiertamente, el derecho de defensa.

El día 17, un boletín del Ejército publica la resolución por la que paso a revistar en disponibilidad con anterioridad al 11 de Enero de 1983; en buen romance, significaba que no tenía destino militar. Desde ya, medité, no me sería asignado tampoco y, cumplido el arresto, pasaría a retiro obligatorio.

Nada cambiaría ya, pensé, el rumbo prefijado por la superioridad para mi carrera profesional.

Mientras asimilo el golpe, lo inesperado. Telefónicamente se me comunica que el Estado Mayor ha dado curso favorable a mi solicitud de cumplir el tiempo restante de sanción en el campo de Salto.

Manifesté estentóreamente mi alegría; luego de 90 días de encierro podía salir disparado a campo abierto, a disfrutar sin limitaciones todo aquello que puede ofrecer un campo de 700 hectáreas… Tardé minutos en llamar a mis amigos y avisarles de mi llegada, alistar un bagayo (no podía llamarse equipaje a ese bulto) y “picar” con mi Peugeot 504, quemando las radiales en el pavimento.

La vida de campo hasta finalizar mi arresto fue un bálsamo a tanto sufrimiento en guerra y sujeto actual de la injusticia.

Transcurrieron los días en buena lectura, de la que había en cantidad en la bien surtida biblioteca de la estancia, notas para el libro sobre la campaña del Regimiento 12 que alguna vez publicaría, largas caminatas escopeta al brazo en son de caza, mucho sol, cabalgatas, natación en tanque australiano, desayunos antes del alba al pie de las vacas en él tambo automático y las tareas rurales que yo me había fijado para devolver en alguna medida, con mi personal servicio y a modo de terapia, la atención privilegiada de que era objeto por parte de mis amigos Sam y Coca y el personal de la estancia.

Algunas horas, cada día, equipado con un jean cortado a medio muslo, desflecado, el torso desnudo y un sombrero de paja de ala ancha con pluma de pavo al viento, munido de pala, azada, rastrillo, guadaña, tijeras de podar y carretilla, las dedicaba a mantener en perfecto estado el área en la que se encontraban las instalaciones del casco de la estancia y su alambrada perimetral; otras, en hacer mantenimiento y mecánica ligera, en un taller bien equipado, a los automotores y algunas máquinas que tenían su depósito en el lugar

Regreso a mi casa, en Victoria, sobre mediados de Febrero, física y mentalmente repuesto, aunque con las ganas intactas de quedarme aislado en aquel paraíso terrenal.

El 14 de Febrero de 1983, cumplida la sanción, me presento en el Edificio Libertador informando tal circunstancia; en la ocasión soy impuesto de mi revista en disponibilidad, que ya comenté. Salvo algunas idas y venidas y presentaciones de consulta sobre mi situación, nada cambia el tedioso pasar de los días de ese verano. Un mes después, el 15 de Marzo, otro expediente me comunica que no se hace lugar a mi reclamo por la calificación de “Inepto para las funciones del grado” y ratifica la decisión de la Junta Superior de Calificaciones que deberé pasar a Retiro.

Fundamento: el ya conocido “no aportar nuevos elementos de juicio a los ya ponderados oportunamente por la instancia resolutiva.”.

Atónito, no podía terminar de asimilar lo que significaba para mí el documento que tenía entre manos. Sumado a todo lo actuado por la superioridad respecto de mi caso, se cerraban de un portazo todas las instancias a las que podía acudir por reglamento peticionando justicia. Había sido sancionado y pasado a retiro sin haber tenido oportunidad de defensa. Lo peor, no tenía donde apelar; en efecto, mi Comandante en Jefe y autor de las resoluciones que así me afectaban, era miembro de la Junta Militar que detentaba la suma del poder político y militar en nuestro país.

Las formas y principios éticos y el respeto irrestricto de las leyes militares que eran parte sustancial, tangible, de mi vocación por el servicio de las armas y el orgullo de mi condición de oficial, habían sido groseramente vulnerados. En mi fuero interno no imputaba tan graves cargos a una institución, el Ejército Argentino, a la que amo con mis entrañas y he entregado en servicio activo dos tercios de toda mi vida y a mi propia carne en la persona de mi hijo; los imputo a los hombres que en guerra ejercieron su conducción, subordinándolo en ocasión de la derrota a personales y mezquinos intereses de sobrevivencia política y profesional.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *