Malvinas frente a la pantalla del radar

Guerra de Malvinas 1982

Malvinas frente a la pantalla del radar

Guerra de Malvinas Grupo de Artilleria 3
Malvinas frente a la pantalla del radar

Entre los episodios insólitos de Malvinas figura el impacto en un buque de guerra inglés de gran porte, logrado por artilleros terrestres, utilizando un misil naval especialmente adaptado al efecto. Uno de los protagonistas de ese hecho, que puso fuera de combate al HMS «Glamorgan», es el autor de este testimonio. Orcasitas era operador de un Rasit (radar de vigilancia) y se desempeñaba en el Grupo de Artillería 3 cuando, al cabo de un seguimiento que duró días, el 12 de junio de 1982 centró en su pantalla al blanco esperado. La toma de las Islas Malvinas por parte de tropas conjuntas argentinas me sorprendió y llenó de entusiasmo. En ese entonces prestaba servicio en el GA 3 con asiento en la localidad de Paso de los Libres, Corrientes, con el grado de Sargento 1ro.
Terminaba de realizar un curso en la Escuela de Artillería, el día 29 de marzo, con una duración de 30 días. En el transcurso del mismo nació mi primera hija, Nadia, después de una espera de cinco largos años. Eran enormes las ansias de estrecharla y tenerla en mis brazos al igual que a mi amada esposa, que sola tuvo que afrontar el parto, lejos de mi y de sus seres queridos.

Pero yo estaba cumpliendo con mi deber. Nadia nació el 24 de marzo. Con todo mi amor la guardaba en el fondo de mi corazón, mientras empezábamos los preparativos de movilización. Es así que el día 9 de abril desde las 20 a 21 horas el Grupo de Artillería, con su totalidad de efectivos, material y equipo, partía por medio ferroviario con destino a Buenos Aires. Las expectativas de todos eran inmensas. No podría explicar lo que pasaba por nuestra mente, y nuestro corazón latía apresurado al saber que nos tocaba en suerte ser los argentinos elegidos para defender nuestra soberanía en las lejanas islas del Sur.
En el transcurso del viaje el jefe de unidad me asigna nuevo rol de combate, hasta el momento me desempeñaba como encargado reemplazante de la batería servicios; en el futuro mi nuevo puesto sería el de operador de radar de vigilancia terrestre (Rasit), además me asignó tres soldados novatos como auxiliares. Desde ese momento paso a revistar en la batería Comando junto a mis colaboradores, soldados Velázquez, Soto y Radaelli.
Después de la larga marcha, se rompe la rutina, cambio de tren y trocha en Buenos Aires. Nuevamente el monótono ruido, sin saber adónde nos dirigíamos pero llenos de fervor patrio.
Durante el viaje recibo órdenes de mi jefe para preparar el material, personal y equipo, para saltar a las islas. Llegamos a Ingeniero White. Quiero destacar el apoyo manifestado con aplausos y vítores de la población al paso del tren cuando nos aproximábamos a alguna zona poblada y que sonaban en nuestros oídos como música celestial, y al mismo tiempo nos hacía tomar conciencia de la magnitud de nuestra empresa.
En Ingeniero White se procede a la descarga del material y embarque en un vuelo que nos llevaría a Río Gallegos. Ese mismo día, el 13, en otro avión de la Fuerza Aérea, nuevamente descarga y carga y, con las últimas luces del día, nuestro punto terminal: ¡las queridas islas!
Con toda alegría de encontrarnos en suelo malvinense, comienzo a instruir a mis soldados en el armado, desarmado y puesta en marcha de nuestro radar; y así, día a día, en todo momento y lugar que tenía disponible. No quedaba mucho tiempo libre y el entusiasmo superaba con creces la lejanía, la soledad y lo normal en cada hombre, la necesidad de estrechar entre los brazos a los seres queridos. Después de permanecer dos días en Puerto Argentino nos ordenan desplazarnos con la batería «C», subunidad ésta en la que prácticamente la totalidad de sus cuadros (oficiales y suboficiales) fueron movilizados de distintos destinos, principalmente de los institutos de formación y Escuela de Artillería. Con esta subunidad permanecemos dos días y realizamos en este período vigilancia terrestre, en horarios nocturnos en el perímetro defensivo, principalmente sobre una probable avenida de aproximación del enemigo. También como operador de radar empecé a agudizar los sentidos e individualizar los sonidos que producían en el aparato los distintos blancos, además confeccioné el calco de ecos fijos de la zona. En el mismo tenía, con rumbo y distancia perfectamente localizados, la posición de las tropas propias en primera línea. Es así que sabía con seguridad si los blancos captados por mi radar se trataban de vehículo, peatón o peatones, animales, etc.
De pronto, nueva orden: helitransportado, el radar es trasladado a unas alturas en la zona de emplazamiento del Batallón de Infantería de Marina 5. Una vez ubicado e instalado mi personal, empiezo a realizar vigilancia nocturna del campo de combate. Durante el día, instrucción y obras de fortificación.
En este lugar, la seguridad de mi posición y todo otro tipo de apoyo necesario para mantenimiento, funcionamiento y subsistencia del personal nos la da con mucha eficiencia el mencionado batallón. En esto quiero destacar que todo lo requerido lo tenía en tiempo, lugar y forma.
Transcurrido el cuarto día, mi posición es visitada por el jefe de Grupo, el entonces Teniente Coronel Balza. Realiza correcciones y aprovecho la oportunidad, dado que hasta este momento estaba solo como operador un poco cansado y con la vista irritada debido al brillo de la pantalla del radar, para solicitarle otro operador. Tenía conocimiento de que el Cabo 1ro Flores había realizado el curso de operador, pero esta persona estaba en la sección comunicaciones. Mi jefe, con amables palabras, me dice que mis deseos serán cumplidos y, efectivamente, ese mismo día, cuesta arriba, con equipo y armamento se me presenta el Cabo 1ero. Y así transcurren días y noches, detectando en algunas oportunidades blancos en zonas no autorizadas. Se informaba de los movimientos, rumbos, distancias; después se comprobó que no se trataba de propias tropas.
El 1° de mayo comienzo a experimentar y a vivir lo que realmente es estar en combate, para el cual había sido preparado. En esa fecha, por la noche, la posición de la batería «C», la mía, y la del batallón, son batidos por fuego naval y munición a tiempo. Quiero entender que la posición del radar estaba perfectamente localizada por el enemigo, dado que en dos o tres noches he recibido intenso fuego naval. Debemos dar gracias al Divino Creador de no haber sufrido bajas, debo reconocer además que teníamos buenos refugios de personal.
El 4 por la tarde un helicóptero se posa a unos 100 metros de mi posición, veo bajar al Teniente 1ro Daffuncchio que me llama y me transmite la orden del Jefe de Grupo de cargar el radar, personal y equipo para trasladarnos a otra posición. Cumplimos la orden lo más rápido posible, dadas las pocas horas de luz de que disponíamos. Desembarcamos a la orilla del mar; allí instalo, oriento y empiezo a trabajar a fin de vigilar el horizonte, aportar datos de tiro para nuestros cañones y hostigar de esta forma a naves de superficie enemigas que hasta el momento cañoneaban noche a noche las posiciones argentinas. A partir de la segunda noche empiezo a localizar naves enemigas, en cuanto son captadas dentro del alcance de mi radar (30 Km). Hubo noches que llegué a tener y hacer seguimiento a tres naves, las mismas se mantenían a no menos de 13 Km de la costa. A partir del tercer día tengo noticias de que había llegado una rampa de lanzamiento de misiles Exocet. Es así, que ese mismo día el Tcnl Balza pasó por mi posición y me ordena que lo acompañe a realizar un reconocimiento donde sería mi futuro emplazamiento Luego se hacen presentes en el lugar ingenieros navales y se intercambian opiniones sobre cómo trabajaríamos en conjunto: radar y rampa de emplazamiento. Coordinamos y esa misma noche nos instalamos a unos 300 u 400 m de la orilla, ellos apuntan a rampa con rumbo 3232 milésimos artilleros, yo oriento mi radar y doy e, máximo ángulo de exploración (2200-). Detecto un blanco a 30 K«, y empiezo a realizar el seguimiento con cambios permanentes de frecuencia a fin de evitar las interferencias que el enemigo emitía en forma casi permanente, dificultando así el seguimiento de los blancos detectados. Después de varias horas de bombardeo a nuestras posiciones, la nave entra en el rumbo esperado y a 28 Km doy los datos al personal que se encontraba manejando el misil. Los introducen en la computadora del mismo, espera. Incertidumbre y por qué no temor por lo que pudiera pasar, dado que era una experiencia nueva, con un armamento que fue preparado para ser lanzado desde una nave de superficie marítima, y nosotros lo estábamos por lanzar desde una plataforma de fabricación casera y desde tierra. Se dispara el primer misil, falla, no sale del lanzador. Se introducen los datos al otro que estaba en la misma plataforma. Cabe aclarar, que todo este trabajo se realiza prácticamente en la oscuridad. Nuevamente el intento, esta vez sale el misil, gran ruido… La espera se hace insoportable, desaparece el destello que dejaba la tobera, desconcierto: ¡habíamos fallado! Cambio de posición, nos replegamos a Puerto Argentino. En los días subsiguientes noche a noche, nos instalábamos, pero los blancos no entraban en el rumbo indicado.
En la noche del 12 de junio aproximadamente a las 21 horas entra dentro del alcance del radar una nave enemiga. Comenzó el seguimiento, nuevamente la espera de la oportunidad a que se ubicara en el rumbo indicado. La nave enemiga cañonea nuestras posiciones, cambia de lugar, nuevamente el cañoneo y así durante toda la noche, hasta que a las 4 de la mañana aproximadamente empieza su retirada. Desde los 14 Km y con rumbo descendente una nave estaba entrando en la dirección esperada.
El secreto de la caza de una presa reside en la astucia y la paciencia, y ambas estaban afiladas al límite. A 28.000/29.000 m la nave se ubica en el rumbo esperado. Informo a la gente del misil, se introducen los datos de tiro, acción del disparador y ¡fuego! Viene la espera, desaparece el destello de la tobera. Cuando sobrepasa la línea del horizonte, un inmediato resplandor a lo lejos, el estruendo, ¡No habíamos fallado!
Alegría, abrazos, festejos y por qué no decirlo, la lágrima que se escapa de los argentinos que estábamos allí. Sigo ploteando. La nave para las máquinas permaneciendo en el lugar. Enseguida se aproxima otra para auxiliarla. Informo y sugiero disparar el otro misil que se encontraba en la plataforma.
Los ingenieros navales consultan entre ellos y deciden de inmediato hacer cambio de posición, suponiendo que se tomaba peligroso permanecer en el lugar ya que habíamos delatado nuestro emplazamiento. Dos días después mi jefe de unidad me confirma que la nave había sido el destructor «Glamorgan».
Esta es mi experiencia en tierras malvinenses. Pero lo más importante que allí me sucedió fue constatar el espíritu de sacrificio, colaboración, abnegación, coraje, puestos de manifiesto por parte de mi Cabo 1ro y de los soldados novatos, que en poco tiempo se convirtieron en verdaderos profesionales, tomando como base el sentido de patriotismo y pertenencia que me demostraron en todo momento.


Texto extraído del libro «Así peleamos Malvinas –
Guerra de Malvinas

 

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