Esteban Roberto Avalos, clase 1962
Guerra de Malvinas Regimiento de Infanteria 12
Esteban Roberto Avalos, clase 1962, Regimiento 12 de Infantería de Corrientes
Me incorporé al Ejército el 10 de Marzo de 1981. Primeramente pasamos por la revisación médica que es habitual al ingresar a la «colimba».
Y luego nos destinaron a las distintas compañías: a mi me destinaron a la Compañía «B» y de ahí me derivaron como furriel a una oficina. Es decir para llevar los papeles que es necesario manejar dentro de un regimiento.
En cuanto a la instrucción militar misma, sólo teníamos la que recibíamos durante los 45 días que nos llevaron al campo. Allí nos dieron instrucción básica de combate, nociones de tiro, orden cerrado, y también practicábamos algo de gimnasia y deporte.
Esa instrucción la recibimos a los pocos días de entrar y después no se repitió nunca más, ya que regresamos al cuartel y allí nos quedamos.
La rutina diaria en el período de instrucción consistía en levantarnos a las 7 de la mañana, desayunar y salir de campaña.
Un día teníamos tiro, al siguiente combate y a veces también teníamos que salir de noche para hacer desplazamientos nocturnos.
Posteriormente, de vuelta en el cuartel, nos separaron a todos los que habíamos cursado el quinto año para formar un grupo AOR (aspirante a oficial de reserva). Y nos dieron un tipo de adiestramiento especial.
Asistíamos a clases teóricas diferentes a la de los demás soldados y teníamos un grado mayor de instrucción.
En mi caso concreto, me tocó ser tirador para lo cual ya me venía preparando desde el momento en que estuvimos en el campo, donde tuve oportunidad de tirar con un FAL. Durante los 45 días que pasamos allí, teníamos prácticas de tiro tres o cuatro veces por semana y esos momentos se aprovechaban para aprender las posiciones de tiro y a familiarizarnos con el arma.
El trato con los superiores, en general, era bueno, aunque alguno hacía una macana la pagábamos todos. Los castigos más habituales era llevarnos a la ducha de noche, obligarnos a hacer flexiones o darnos una gran manija con saltos rana y cuerpo a tierra.
Si alguno llevaba mal el paso, por ejemplo, lo normal era que lo sacaran de la formación y lo «bailaran» un poco con flexiones sobre los cardos o sobre el barro.
Ahora, volviendo al tema de la instrucción yo diría que en general era satisfactoria, por lo menos en lo que a nuestro grupo respecta, ya que tuvimos una preparación básica en materia de explosivos y se nos dieron incluso algunas nociones de defensa personal.
Distinto fue el caso, sin embargo de la clase 63 que estuvo diez días en el campo, recién incorporada, y después, se lo llevaron a Malvinas.
Esos chicos no sabían ni siquiera empuñar un arma, pero igual los llevaron a las islas, y lo digo con total conocimiento porque había muchos de ellos en mi compañía. Yo ya llevaba más de un año en la «colimba» y estaba esperando la última baja en esos días, de manera que me podía dar cuenta perfectamente de su falta de instrucción.
Nosotros, al lado de ellos éramos unos veteranos y eso que no todos habían recibido la misma instrucción especial de los AOR. Por eso, se entiende el hecho de que se llamara nuevamente a los cuarteles a soldados que ya habían sido dados de baja y que fueron reincorporados a las unidades.
Con ellos y con los chicos nuevos, salimos al Sur el 15 de abril desde Corrientes y llegamos a las islas, el 25 a la madrugada. Aunque esa ya es otra historia…
FUENTE : Revista Veterano de Guerra, Combatiente de Malvinas de la Provincia de Buenos Aires.