El engañado Capitán Corti
«me siento como un boxeador a quien le ataron las manos en la espalda antes de subir al ring». Impotente, así se vio como un espejo el capitán de navío Carlos Corti en 1982 ante el embajador argentino en Francia, Gerardo Schamis. Su desazón se debía al fracaso de las gestiones en procura de ayuda técnica francesa para adaptar los misiles Exocet a los aviones Super Etandart, utilizados por la Argentina durante la guerra de Malvinas.
Casado con una sobrina de Lisio Gelli, líder de la P-2, Corti fue acusado por la revista italiana Panorama de pertenecer a la logia bajo el número de carnet 1857 y de haber sido «iniciado» el 24 de mayo de 1978. Ya había obtenido sus primeros laureles. Antes del golpe militar de 1976 le había presentado a Gelli al almirante Emilio Massera. El líder de la logia conocía la importancia que tenía el jefe de la Marina argentina. Le interesaba tenerlo de aliado.
Durante su estadía en París como integrante del cuerpo diplomático, Corti vivía cómodamente en una residencia de la Avenue Foch, una zona muy exclusiva de París. Un miembro del entonces cuerpo diplomático señaló a Clarín que allí solían organizarse reuniones con los supuestos vendedores de armas. El circulo diplomático que lo rodeaba rumoreaba que su buen pasar no se debía a otra cosa que a la situación económica de su esposa.
Actualmente es un militar retirado y se dedica a la venta de electrodomésticos. Clarín intentó contactarse con Corti, pero el ex militar se negó. La aparición del libro «The South Atlantic Bubble» del escritor Nigel West, tal vez quiebre el silencio.