Mártir
Que nadie llore. Fiel a su destino
cumplió su cita con la muerte, ciega;
una rosa de sangre fue su entrega
y ella le dio un laurel para el camino.
Estaba escrito. Se brindó a su sino
porque la hora señalada, llega
y Aquel que por nosotros, siempre ruega
«no es para el mundo – dijo – este argentino».
Sobre la veta airada de la roca
como él, bramador, esculpe el viento
el perfil y el coraje de un marino.
La gloria, que al mejor, siempre convoca
nos lo roba y alumbra el nacimiento
de un nuevo héroe: el capitán Giachino.
Enrique Vidal Molina
04 de abril 1.982