La Muerte de un Héroe
Relato: Comandante Eduardo Santo
La Muerte de un Héroe
El 9 de junio de 1982, una patrulla de gendarmes detecto el paso de topas inglesas a unos 150 o 200 metros adelante del Monte Dos Hermanas. Se planteo entonces una emboscada en ese lugar. El hecho estaba pensado de tal forma que dos escalones de asalto adelantados, uno al mando del capitán Fernández (Ejercito) y otro al del segundo comandante Eduardo Miguel Santo, debía quedar por delante de la tropas del mayor Rico y el comandante San Emeterio.
El 10 de junio se puso en marcha el operativo. Así lo cuenta uno de sus protagonistas, el comandante Santos:
«Avanzamos y, en un momento determinado detrás de las posiciones de emboscada nuestra, aparecen los ingleses abriendo fuego. Era una contraemboscada. Nosotros los habíamos sobrepasado y ellos quedaron entre nuestras fuerzas y las del mayor Rico. Atacaron con ametralladoras y probablemente con morteros chicos. Todo fue en forma repentina, fulminante. Cayó muerto el Sargento Cisnero, de Ejército.
Al instante lanzaron dos bengalas sobre el campo de combate, con tanta mala suerte para nosotros que, por la acción del viento fueron directamente sobre nuestras posiciones. Nosotros no podíamos hacer fuego para atrás, porque estaba nuestra propia tropa.
Todo fue muy rápido y confuso. Para colmo, las bengalas nos iluminaban y nos pusieron totalmente al descubierto. Nos quedamos quietos, hasta que, aprovechando el humo de las explosiones, con el sargento Acosta decidimos salir en búsqueda del mayor Rico para solicitar instrucciones.
Estábamos totalmente desconcertados. Atravesamos, conscientemente, un lugar de cruce de proyectiles (de la propia tropa y de los ingleses, que combatían en una distancia de 30 o 60 metros, aproximadamente. Los ingleses eran fácilmente destacables por que tiraban con proyectiles tragantes. A ellos les permitía corregir el tiro, pero a nosotros saber de dónde venía.
En esa marcha, cayó herido el sargento Ramón Acosta. Corrí hacia él y vi que intentaba incorporarse. No podía. Lo tome del brazo en mi hombro y seguimos.
El fuego seguía, era infernal. A los pocos segundos, Acosta me dijo que tenía sueño. Se hacía cada vez más pesado su cuerpo, note que se aflojaba, que estaba durmiendo.
Sin embargo no quería soltar su fusil. Y no quería. A mí me costaba cada vez mas llevarlo. Llegó un momento que lo tuve que arrastrar, como podía, de los pies.
En tanto, veía los proyectiles como una lluvia horizontal. Todavía no sé como salí con vida. No sentía piernas ni nada. No sabía si estaba o no herido. Acosta se desangraba por el sueño… Seguí arrastrándolo, hasta que cayó un proyectil de mortero a uno dos metros de su espalda, exploto y su cuerpo cayó sobre el mío. El terrible impacto nos traslado a más de un metro y a partir de ese momento. Acosta ya no reacciono. Yo le hable, lo golpeé de desesperación, le grite, intente revivirlo. Nada. Estaba muerto.
A la media hora, el fuego ceso. Acosta, nuestro hombre ejemplar, otro más, había ofrendado su vida. Pocos días antes se jugó entero por salvar a los nuestro en el helicóptero que exploto.
Desde entonces quedo lesionado, pero no se quejaba. Hasta que le toco justo este combate. Se, iba, se iba, y no quería largar su fusil. Con el mismo Acosta habíamos sobrepasado a los ingleses a unos 8 o 10 metros, y no nos vieron.
Es que el gendarme es un cazador nato, acostumbrado al monte, que necesita desplazamientos ágiles, rápidos y silenciosos para sobrevivir. A nosotros no nos extraño para nada el frío o el rigor de Malvinas. Pero la actuación en tierra, cuando nosotros llegamos, estaba prácticamente definida.
Los ingleses tuvieron una desmedida ventaja en el terreno táctico. Por ejemplo, el apoyo que ellos tuvieron de la artillería aérea y naval, nosotros no estuvimos a esa altura. Por eso la muerte de Acosta, un hombre de combate, un experto, un valeroso soldado, un autentico gendarme, es la muerte de un héroe. Yo lo arrastre entre las piedras de Malvinas, y no pude, no pude llevarlo más arriba. Ahora pienso que morir allí fue un hombre y que él lo tenía merecido.
La Muerte de un Héroe