Relato de un espía
VICEALMIRANTE JULIO LAVEZZO
Relato de un espía
“En materia de inteligencia los ingleses son muy buenos. Nadie lo discute, pero también pueden cometer errores», dijo a Clarín el vicealmirante (RE) Julio Lavezzo, uno de los protagonistas de la operación de desinformación montada por los argentinos para despistar a los servicios británicos durante la guerra de Malvinas.
Lavezzo, con su apariencia de profesor universitario y su metro noventa de estatura, conoce como pocos la misión desarrollada desde la Subcomisión Naval con asiento en París, antes y durante el conflicto.
El tiene su versión de la historia de cómo se buscó despistar a la inteligencia británica acerca del armamento francés que tenia los argentinos.
La Subcomisión Naval tenía por misión la compra de material para la Armada. Originalmente había estado instalada en Londres pero, al estallar el conflicto, por razones obvias fue trasladada a París y quedó a cargo del entonces capitán de navío Carlos Corti.
«Yo sé que la historia la escriben los vencedores», se resigna Lavezzo, pero ante los adelantos del libro de West, pronto a publicarse en Londres, cree necesario destacar que los enemigos de entonces «pese a toda su experiencia cometieron serios errores».
en febrero de 1982 – remonta el vicealmirante (RE) – no llegaron a la Argentina, como estaba convenido, los técnicos de Aerospaciale que debían poner a punto los sistemas de armas de los aviones Super Etandards y los Exocet. Evidentemente algo sabían o intuían y era evidente que se nos iban a cerrar las puertas.
-¿Qué táctica adoptaron entonces en París?
-Ponemos a negociar con todo aquel que nos ofrecía ese tipo de armamento, aunque sabíamos que nadie lo tenia, salvo Francia e Irak.
-¿Cuál era el propósito?
-Queríamos desviar a la inteligencia británica de nuestro verdadero objetivo: ocultar que nuestros técnicos estaban en capacidad de poner a punto los misiles y conseguir repuestos para mantener a los aviones en vuelo.
-¿Lo lograron?
-Sí. Organizamos dos operaciones: una en Francia, sin franceses, y otra que implicó un desplazamiento de miembros de la comisión a España e Italia. En este último viaje participé yo mismo con otros miembros de la comisión.
-¿Qué recuerda de la operación?
-Llegamos al aeropuerto de Genova. Todo se hacia en una atmósfera de sigilo y disimulo. Nos esperaron en un automóvil en el cual viajamos durante un cierto tiempo por la campiña italiana. Terminamos en una casa de campo aislada, una típica construcción de la zona. Era una especie de granja donde nos esperaba alguien que decía ser el intermediario de los misteriosos vendedores de los misiles, que nosotros sabíamos que no existían.
«Fueron transcurriendo las horas y el armamento no aparecía, así que terminamos comiendo un asado con el intermediario, al que habíamos dejado en claro que no llevábamos encima el dinero», recuerda Lavezzo con una sonrisa cargada de picardía y toda naturalidad.
-¿Tenían fondos para una eventual compra?
-Nosotros sabíamos que el propósito de los ingleses era bloquearnos el dinero en la medida de lo posible. Esas operaciones se realizan por medio de cartas de créditos abiertas, y el vendedor solo recibe el pago luego de la presentación de una factura conformada por el vendedor. Pero si la operación no se concreta, la devolución del dinero tarda un cierto tiempo, y sobre esa inmovilización apostaban nuestros adversarios.
-¿Qué influencia tuvo esto sobre el curso de la guerra?
-Que los ingleses fueran inducidos al error, por las informaciones que les transferían los franceses sobre las instrucciones de nuestros pilotos, nuestra supuesta falta de adiestramiento para volar en todo tiempo y también se equivocaron sobre el empleo de los aviones y los Exocets, porque adoptamos tácticas propias. Esa información era inexacta, pero los franceses no lo sabían.
-¿Por qué?
-Porque por razones de seguridad establecimos en los contratos de compra que solo volaríamos con buen tiempo pero, como se demostró después, nuestros pilotos podían operar perfectamente en las condiciones adversas del invierno del Atlántico sur..
Luis Garasino