Misión en San Carlos

Guerra de Malvinas 1982

Misión en San Carlos

CRIPPA OWEN GUILLERMO

Fuerza Aeronaval

Guerra de Malvinas Fuerza Aeronaval

Al caer la tarde del 20 de mayo de 1982 los Tenientes de Navío Guillermo Owen Crippa y Horacio Talarico se reúnen con el Capitán de Fragata Oscar Manuel Arce, quien les comunico que el día siguiente deberían cumplir una misión sobre San Carlos.

La orden consistía en realizar una navegación rasante a través del valle existente entre Puerto Argentino y San Carlos, bordeando para ello las denominadas altura Rivadavia, una secuencia del cerro que cruza la Isla Soledad en todo su ancho. Utilizaría como referencia, un pequeño valle ubicado en medio de una cadena montañosa previa al brazo del Río San Carlos.

Era presumible, por cierta información existente, la intención de los británicos de efectuar un desembarco en esa zona, aunque se ignoraba completamente la magnitud que el mismo podría tener.

El 21 desde muy temprano, los mecánicos estuvieron trabajando en los dos Aeromacchi, pero surgieron inconvenientes en el aparato de Talarico. Como era necesario que la misión se llevara a cabo, aún con un solo avión, se decidió que saliera Crippa.
El personal de apoyo centro entonces sus esfuerzos en una máquina, hasta que todo estuvo listo para la partida.

A las 10:04 Crippa recibió la autorización de la torre de control e inicio la corrida de despegue.

En pocos segundos estuvo en el aire; con un giro suave puso proa al oeste y paulatinamente comenzó a volar bien rasante.

Una capa de nubes bajas y algunos bancos de niebla fueron las características meteorológicas que encontró ni bien recorrió las primeras millas.

Superadas las líneas de defensa, el Comando le informo que a partir de Monte Kent tenia libertad de maniobra para atacar cualquier helicóptero que encontrara por la zona.
Poco antes de la llegada a la planicie ubicada entre Monte Kent y Cerro Rivadavia, observo cierta actividad de combate; dos columnas de humo gris oscuro que se elevaban de sendos helicópteros, posiblemente derribados por aviones Harrier mientras transportaban personal del Ejército para reforzar posiciones.

Cuando planifico la misión Crippa había tomado como punto de referencia el valle del río San Carlos, pero al acercarse allí se encontró con una espesa capa de niebla que, con el efecto de los rayos del sol, provocaba una series de reflejo que no le permitían una buena visión, por lo que decidió cambiar la dirección de ataque: en vez de entrar al puerto San Carlos por el sur, lo haría por el norte, con el sol lo más atrás posible. «De todos modos la flota británica estará en mar abierto, o en el peor de los casos en la boca del estrecho», pensó mientras giraba a la derecha y enfilaba directamente hacia el cerro Bombilla.

Unas millas antes de pasar por el espacio que queda entre el Río San Carlos y el cerro Bombilla, diviso una de las referencia más notables para todo navegante: la roca Remolinos, un enorme montículo rocoso ubicado al norte del estrecho San Carlos, frente al Cabo Leal, roca que vista desde el mar se asemeja a un buque de considerable tamaño.
Al llegar a la Ensenada del Noreste miro en todas las direcciones pero se sorprendió al no encontrar ningún barco allí o en las proximidades. Ni siquiera existía actividad aérea: los Harrier que habían atacado a los helicópteros en las Alturas Rivadavia no estaban en la zona ¿Cómo podían ser que los lanchones de desembarco no contaran con ningún tipo de apoyo, tal como lo había informado desde San Carlos el Teniente Esteban?

Por un momento esa situación lo intranquilizo, le creo cierta incertidumbre.
Con esos interrogantes rondando por su mente, Crippa giro a la izquierda y se pegó a la costa, volando a 500 pies de altura y una velocidad de poco más de 300 nudos.

Así continuo sin novedad, pero cuando estaba próximo a Punta Correntada, de pronto, algo le provoco un estremecimiento: recostada inmóvil sobre la costa de Punta Roca Blanca, en la boca norte del Estrecho de San Carlos, estaba la silueta inequívoca de una fragata Clase 21.

Como el buque no dio señal de haberlo detectado continuo con su navegación siguiendo el contorno de la costa, la que, hacia el sur, se va elevando cada vez más, tomando la característica de los típicos «fiordos».

Instantes después vio, por segunda vez, unidades inglesas: eran dos fragatas recostadas en las proximidades del Monte Rosalia, al sur de la boca de la Bahía Roca Blanca, en la Gran Malvinas.

Aparentemente tampoco lo habían detectado.
Cuando desde atrás de un cerro salió al canal propiamente dicho del Estrecho de San Carlos, se encontró, de pronto, con un helicóptero Sea Lynx británico que, como colgado en el aire, a unos 1000 pies del agua, estaba, aparentemente, haciendo detección aérea temprana «de data», como se dice en la jerga.

Crippa, instintivamente, se preparó para atacar: acomodo el Aeromacchi ascendió un poco para no dispárale de abajo hacia arriba, selecto el armamento y en momentos en que se disponía a gatillar, vio un buque que estaba en las lenguas de agua que va hacia el puesto de la Estancia San Carlos.

En escasas décimas de segundo tuvo que decidirse: el helicóptero no lo había visto y era difícil que o atacara, no iba a tener tiempo. En cambio, el buque además de ser una mucho mejor «presa», si lo atacaría. «Me tiro al buque. No es tu destino», pensó refiriéndose al piloto del helicóptero y giro bruscamente a la izquierda para entrar en picada final de ataque.

Nuevamente acomodo el avión, tomo puntería y apretó el gatillo, pero no salió ni un disparo. Apretó para tirar cohetes y tampoco. Una sensación de amargura e impotencia le hizo pensar: «¡Que bronca! ¡Llegar hasta aquí y no poder hacer nada!».

Siempre en picada de tiro, se dio cuenta, al observar el tablero, que había olvidado selectar el «master» de armamento cosa que hizo instantáneamente. Sabía que con cañones y cohetes no podría hundir ningún buque, pero estaba en condiciones de anular; en gran medida, los sistemas electrónicos con que cuentan las naves de guerra modernas. Eso y dejar fuera de combate al buque era lo mismo.

Ya estaba casi encima del barco. Trato de apuntar al puente de comando y a las antenas; hizo los disparos y levanto la trompa de su avión ante la proximidad de la nave; a lo que cruzo por la popa para volver a pegarse al agua y comenzar las maniobras bruscas de zigzagueo.

En ese momento comenzaron a tirarle con cañones desde un transporte de asalto tipo Fearless, que estaba a su izquierda. Al mirar hacia ese buque; vio el fogonazo y el humo característicos que se produce cuando se dispara un misil y de inmediato la estela brillante que iba dejando el proyectil a medida que se aproximaba al avión.

A fin de evitar el impacto Crippa intensifico las maniobras evasivas; pero no tardo en comprender la gravedad de la situación: a medida que avanzaba se encontraba con más y más barcos.

Para impedir que le tiraran, recurrió a un arriesgado procedimiento; que consistía en meterse entre medio de los buques, que de este modo dejarían de tirar ante el peligro de impactarse entre ellos.

En efecto, los ingleses cesaron el fuego momentáneamente, pero lo reincidieron una vez que su avión había pasado, tratando de impactarlo mientras se alejaba.
Se había metido en la boca del lobo.

Volando a plena potencia y esquivando como podía; tanto a los buque como a las esquirlas, que se iban formando a su alrededor, enfilo hacia Punta Federal; con la esperanza de alejarse de las unidades inglesas. Pero se equivocó: al «saltar» un cerro, en lugar de esconderse se encontró de golpe con más barcos; ubicados a su derecha, próximos a la Bahía Ruiz Puente.

Repuesto de la sorpresa giro bordeando un cerro, en momentos en que las naves comenzaron a tirarle con artillería. Al pasar el cerro se plancho sobre el piso de un amplio valle que está antes de llegar a Puerto Sussex.

En ese instante, un pensamiento se cursó por su mente: «Si voy a Puerto Argentino y digo que hay muchos buques, me van a decir que está bien; que habrá cuatro o cinco. Pero cuantos en realidad ¿cuántos había?

Trato de calmar sus nervios; estaba agitado y sentía el cuerpo empapado en transpiración. Se había salvado del fuego de los buques pero era posible que un PAC de Harrier ya estuviera dirigiéndose al lugar para interceptarlo.

«Me juego una vez más» pensó en voz alta y elevándose un poco hizo un suave giro hacia la izquierda; regresando hacia el Río San Carlos. Su intención era contar, identificar y ubicar a cada una de las unidades británicas en la carta que llevaba en la rodilla derecha.

Así; lo hizo eran nada menos que catorce buques; una cifra que no estaba en sus cálculos y en los de nadie. Para cualquiera, era un disparate concebir la presencia de esa cantidad de naves en una zona tan restringida.

Como es estaba acercando demasiado, volvió a girar está vez hacia el sur; «Listo ahora a casa» dijo a sí mismo y puso rumbo hacia Puerto Argentino.

Fue entonces cuando se presentó otro problema: en el pre vuelo; había buscado referencias que le ayudaran en su navegación y le evitaran tener que diferenciarlas en el momento; desviando su atención. Pero al haber cambiado su navegación por la mala meteorología, perdió esos puntos geográficos de referencia que le permitirían guiarse para el regreso.

De acuerdo con la nueva ruta que debía seguir, se veía obligado a pasar por Puerto Darwin; donde había fuerzas propias que desconocían la existencia de la misión. Lo más probable es que le tiraran y tal vez lo derribaran. El peligro existía y era consiente de ello.
Tenia solo una alternativa: pegarse todo lo mas posible al piso; volar sobre el sector sur de las Alturas Rivadavia y rogar por que no lo derribaran.

Afortunadamente, sin mayores novedades llego a Bahía Agradable y salió al mar. Hasta ese momento había logrado sortear un escollo muy difícil: pasar sobre la artillería propia. Aun no se había comunicado con Puerto Argentino por dos motivos fundamentales: primero por que los británicos contaban con elementos como para detectar la emisión de su radio e ir en su búsqueda y; segundo, porque para emitir debía ascender bastante, pues volando tan bajo las ondas radioelectricas de muy alta frecuencia (M.A.F. o V.H.F.) tenían muy poco alcance.

Cuando salió al mar, no tenia una idea clara de donde se encontraba. Según sus cálculos. Había dejado la tierra al sur de la Rada Agradable, pero no estaba nada seguro. Ascendió e intento entonces comunicarse con Puerto Argentino:

-Tala, aquí Pora, Tala, aquí Pora.
-Aquí Tala, adelante Pora.
-He avistado catorce unidades inglesas en zona de Puerto San Carlos. Confirmaré posición al aterrizar.

-Pora, lo tengo controlado. Ponga rumbo 065.
-¿Y las defensas?

-No se preocupe ya están avisados.

Crippa plancho su avión nuevamente sobre el mar y continuo en la dirección indicada. Luego de pasar por la Isla del Este, el controlador del aeropuerto le pidió que ascendiera para tenerlo en el radar. Instante después volvió a llamarlo:

-Pora, lo tengo en pantalla
-Bien, pero ¿y las defensa? –pregunto ansioso Crippa sin ocultar su preocupación por las defensas antiaéreas.

-Ya están avisados. No se haga problema por eso. Todo está bajo control –respondió el controlador desde la torre del aeropuerto. –Proceda para el aterrizaje.

A las 10:45 Crippa aterrizo en Puerto Argentino. Cuando el Aeromacchi se estaciono en un costado de la pista, el Capitán Arce se acerco a la maquina. Crippa había comenzado a bajar por la escalerilla. En su cara se reflejaba toda la tensión del momento vivido.

-¿Así que están ahí? –le pregunto Arce antes de que Crippa llegara al piso.
-Si señor, tienen todo tipo de barcos. Nunca pensé que los iba a encontrar en ese lugar y en esa cantidad. Alcancé a atacar a una fragata(*), vi el impacto de cañones pero desconozco qué efecto tuvieron los cohetes.

-Crippa, vamos a la Central de Operaciones así nos informa en detalle –dijo Arce mientras apuraban el paso, pues comenzaba a lloviznar con cierta intensidad.

La información aportada por el Teniente Crippa fue de fundamental importancia para las acciones futuras emprendidas contra las fuerzas británicas. Ese mismo día, horas después del vuelo sobre San Carlos; aviones de la 2da Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque y de la Fuerza Aérea incursionaron exitosamente sobre los buques enemigos.

(*) Gran Bretaña reconoció que el 21 de mayo, aproximadamente a las 10:30 hs un avión Aeromacchi, solitario provoco averías a una fragata clase 21. Según un articulo publicado en la sección Defence Attache de la revista The International Defence Review (n°3/1983, pag. 24), el buque atacado seria la fragata tipo 22 H.M.S. «Brilliant»


Owen Crippa



Relato del libro Exocet
Exocet

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