Rechazando el ataque de la Guardia Escocesa de la Reina
Guerra de Malvinas Batallon de Infanteria de Marina 5
Rechazando el ataque de la Guardia Escocesa de la Reina
Los centinelas vigilaban en forma constante los 200 metros de frente por los 50 de ancho que ocupaba la 4ta sección, muchas veces adelantados de sus posos para poder dar la alerta general.
A las 21 comenzó a bombardear el lugar la donde estaban los morteros de 60 mm. , a unos 650 metros a retaguardia sobre Tumbledown. Uno de los proyectiles corto la línea telefónica, lo que le preocupaba bastante a Vázquez, pues no tenia contacto con el teniente Miño, quien a 150 metros le cubría las espaldas.
Con quien había acordado que si recibían la orden de replegarse, ambos se encontrarían en un punto acotado y con las dos secciones unidas y en combate retardante, se desplazarían hasta el comando de la Compañía «Nácar».
Fue un conscripto a tratar de reparar la línea telefónica pero no la encontró, por ello el teniente Vázquez manda a llamar al cabo 2º Amilcar Tejada quien estaba a 100 metros.
-Tejada- le dijo ni bien apareció en la boca del pozo – tiene que solucionarme el corte de la línea telefónica. Vea que puede hacer.
A pesar del intenso fuego de artillería, Tejedor corrió de piedra en piedra tratando de seguir la línea y así llego hasta la gran pared de piedra, donde estaba el subteniente Silva. El cable se había cortado y era imposible repararlo. En medio de las explosiones el cabo llegó hasta la posición de Vázquez para informárselo.
El ataque de la artillería continuo hasta las 23,10. Vázquez ubicado en la boca del pozo, para tener una mejor vista, dar las ordenes y formular los pedidos a través del suboficial Fochesatto, que había pasado a desempeñarse como radiooperador. En ese instante el conscripto Güida, desde su pozo situado a la izquierda, le gritó.
-¡Señor! ¡Señor! ¡Lo hirieron a Khin!
-¡Ya voy! –le respondió Vázquez, dejando su fusil en el pozo para poder correr con mayor velocidad.
Cuando llego el conscripto Khin estaba afuera, tomándose el estomago, con la mirada perdida y tambaleante, con las piernas muy abiertas. Con el mismo impulso de la carrera, lo empujo hacia el interior del pozo, al tiempo que le decía:
¡Esta loco, parado afuera!
Una esquirlas le había abierto el costado derecho del abdomen y no existía posibilidad de evacuarlo. Otro infante se introdujo en el pozo para ayudar. La oscuridad era total y solo entraba algo con las explosiones. Vázquez, tanteando la herida, comenzó a practicarle un vendaje de emergencia. Cuando cesó el cañoneo.
No había pasado ni un minuto cuando escucho una ametralladora Sterling, ahí nomás, en la misma boca del pozo de zorro ¿Qué había ocurrido? Los ingleses habían aprovechado el intenso fuego de artillería para aproximarse a escasos metros de la Sección.
-¿Quién podría estar tirando con Sterling? Voy a ver que ocurre – exclamo extrañado Vázquez.
Cuando saco la mitad del cuerpo fuera del pozo quedo petrificado: dos ingleses, cada uno a no más de 5 metros y a ambos costados de donde estaba Vázquez, iban avanzando y disparando. El de la Sterling, con la bayoneta calada y el otro con un FAL, con un cigarrillo en la boca. Fue entonces que Khin comenzó a gritar de dolor. Vázquez se zambullo en el pozo y le tapo la boca.
-Callaté Gringo, porque acá nos cocinan a todos- le dijo en voz baja.
Vázquez debía regresar a su pozo de inmediato, por varios motivos, se encontraba a 100 metros de su posición, desde donde tenia que dirigir el combate. Allí estaba la radio, único enlace con su jefe. Además recordó que había dejado su fusil, cosa que lamento.
-Termina de vendarlo – dijo Vázquez al conscripto que le ayudaba a vendar a Khin. -Yo regreso a mi posición.
Sacó la pistola, la cargo, tomo una granada de mano, le saca el seguro y salió del pozo corriendo, el tiroteo se había generalizado. Los británicos habían pasado al asalto con bayoneta empleando gran cantidad de hombres (como se supo después el Regimiento que ataco a la 4ta Sección fue el 2º Batallón de la Guardia Escocesa) y a medida que pasaban por los pozos disparaba encima de ellos.
Mientras corría Vázquez, se cruzaba a menos de cinco metros de los ingleses, justo cuando la ola de asalto estaba sobre la 4ta Sección Los Guardias Escoceses, preocupados de usar todo el poder de fuego contra los soldados, que enterrados les disparaban sin cesar, se sorprendieron al ver un hombre del bando contrario corriendo entre ellos.
Era una situación confusa e ilógica, ocurrió en segundo, no daba margen a reaccionar. Es razonable que en medio de un asalto un hombre escape, pero resulta difícil imaginar que corra a lo largo de las posiciones. La reacción fue tardía.
En esos instantes, se encendió un iluminante y la zona quedo como sí fuera de día. Es ahí cuando Vázquez comenzó a ver la trazantes que se cruzaban delante suyo. Le estaban tirando con fusil y ametralladora tenia dos posibilidades: o se tiraba en un enorme cráter o sé hacia el muerto y la decisión a tomar las tomo mientras corría. Optando por simular que le pegaban un tiro y se dejo caer boca abajo, con las piernas y los brazos abiertos.
En la mano izquierda tenia aun la granada, en la otra la pistola. Apoyo la cara sobre la derecha con el derecho cerrado y al izquierdo lo pudo mantener abierto.
Los minutos que siguieron fueron una eternidad. Para colmo el iluminante no se apagaba. Algunos ingleses pasaron tan cerca que solo veía desde sus rodillas hacia abajo. Tuvo pánico, sabia que le podían dar el tiro de gracia o el bayonetazo «Tengo que quedarme quieto, no moverme, no salir corriendo porque no llegaré a mi pozo» Para ocupar la mente comenzó a rezar.
Al cesar la iluminación. Como un resorte se levanto y comenzó a correr, mientras tiraba con la pistola, sin apuntar a ningún lado en especial. Ya sin aliento y con las piernas sin responderle, observo que en la boca del pozo no había nadie. Sin dudarlo y a pesar de que tenia 2 metros de profundidad, se zambullo de cabeza.
-Foche, realmente creí que no iba a llegar nunca – le dijo al suboficial Fochesatto, quien estaba sorprendido por la forma que su jefe había caído dentro del pozo.
-¿Qué paso jefe?
-Hirieron a Khin- respondió Vázquez – los ingleses nos atacan con muchos hombres.
Recuperandose, guardo la pistola, tomo el FAL y asomo medio cuerpo fuera del pozo. Rápidamente busco al grupo de ingleses más cercanos y les lanzo la granada que lo había acompañado en su corrida. Tenia para elegir. La cantidad de soldados enemigos era importante; algunos combatían en las posiciones otros habían sobrepasado la línea de la 4ta Sección unos 30 metros sobre retaguardia.
Comenzó a dar ordene, los gritos, los que a su vez eran pasado de pozo en pozo hasta los extremos.
No tenia noticias de lo ocurrido al subteniente Silva, que con cinco soldados, ubicados a unos cincuenta metros más atrás, sobre la cresta de Tumbledown, cubriendo las espalda de la gente de la 4ta Sección de la Nácar y sirviéndole de apoyo para el caso de que tuvieran que replegarse.
A espalda de Silva estaba Miño con su sección de ingenieros anfibios, pero del otro lado de la altura y sin camino ni comunicación accesible, pues allí Tumbledown estaba cortado por picos con paredes de hasta diez metros en la vertical. La única manera de comunicarse era por el punto de reunión previamente convenido.
El flanco izquierdo de asalto británico había escalado el monte por el Noreste de Tumbledown, directamente al Norte, por un sitio por el que no se lo esperaban (la existencia de muchos recovecos desorganizaba toda defensa) Sin embargo los escoceses subieron por allí y a medida que avanzaban gritaban y tiraban con todas las armas.
Miño y sus hombres, sorprendidos en su flanco, respondieron con fuego de FAL, lanzacohetes y granadas de mano y de fusil. Veían perfectamente los disparos ingleses a través de la estela químicas que marca el trayecto de las trazantes.
Antes de las 24, Miño le aviso al guardiamarina De Marco cuyo observatorio para dirigir el fuego estaba próximo, que se iba a replegar a un punto intermedio, en dirección al puesto de Comando del teniente Villarraza, enviando a un conscripto hasta la posición de Vázquez para avisarle que se replegaba. Aparentemente por producto del fuego y del ataque que sufría Vázquez, ese hombre no ubico la posición de la 4ta Sección. Lo cierto es que la comunicación no le llegó a Vázquez y que Miño inició el repliegue solamente con sus hombres.
Cuando la fracción de Miño se replegó de esas posiciones en la cresta militar Norte, el subteniente Silva quedó con sus espaldas desprotegidas y fue entonces que los ingleses lo tomaron por atrás, matando a los cinco soldados que lo acompañaban.
A la una y veinte de la madrugada y como el enemigo no cedía en su ataque Vázquez llamó por radio al puesto de comando de Compañía del teniente Villarraza. Por varios motivos tenias problemas para comunicarce con su jefe: se había cortado la línea telefónica; ambas posiciones se encontraban en la laderas opuestas de una misma montaña que hacia de pantalla y, como si eso fuera poco, desde la tarde del 13 los ingleses interferían los equipos radioeléctircos hablando y con ruidos. Por ello, a veces la 3ra. O la 2da. Sección retransmitían las comunicaciones.
-Verde, aquí Verde 4- insistió Vázquez.
-Verde 4 – fue la respuesta inmediata del puesto de comando de Villarraza.
-Solicito fuego de mortero sobre mi Sección
-Recibido
El suboficial Elbio Cuñe, jefe de la Sección morteros 81 mm dependía de la central de fuego a cargo del teniente de navío Ubaldo Pagani, instalado en el puesto de comando del Batallón 5. Cuando comenzó el ataque sobre las posiciones del teniente Vázquez, Pagani lo liberó y le dijo que se comunicará directamente con el comando Nácar, para hacer más efectivo el apoyo hacia esa Compañía.
Villarraza retransmitió a Cuñe el pedido de fuego de Vázquez. El suboficial había reglado el tiro sobre la punta que bajaba de Tumbledown a Dos Hermanas, en un pequeño valle de 300 metros delante de la 4ta. Sección. De todas manera tenía que recibir la orden del lugar exacto donde hacia falta el apoyo.
-Verde, aquí Naranja- dijo respondiendo el llamado de Villarraza.
-Aquí Verde adelante Naranja
-Corríjame, va disparo. ¡Pum!- dijo Cuñé.
Vázquez, que ya había alertado a sus hombres que les caería fuego de morteros, le comunicó a Villarraza la corrección del tiro y éste le retransmitió a Cuñé:
-Acorte 100, derecha 50.
-Recibido. Va- respondió Cuñé.
-Bien, esta en zona batida.
De inmediato cayeron sobre la 4ta. Sección unas quince salvas, provocando una gran sorpresa entre los británicos, que comenzaron a desbandarse. También hizo fuego el suboficial Lucio Monzón con sus morteros de 60 mm, ubicados a 500 metros a retaguardia de la 4ta Nácar, con seis conscriptos.
Ese fue un momento muy difícil, durante el cual quien está combatiendo desde su pozo no puede merece adentro y tiene que seguir tirando. Si deja de disparar, el enemigo, que lo tiene localizado perfectamente y que ya está jugado pues el fuego lo toma desprotegido, se le va encima y, como hacían los ingleses, le arroja una granada dentro del pozo o se para en la boca del mismo y vacía un cargador en el interior, ocupando luego ese mismo agujero.
Además el combate en esas condiciones es totalmente entreverado. A los proyectiles de los morteros de 81 había que sumarle los cohetes, granadas y misiles Milán que tiraban los británicos. Un infierno, donde las distancias entre contendientes no excedían los 8 o 10 metros y donde los disparos de cada uno eran su mejor cubierta. Nadie tenía tiempo de apuntar, sólo de tirar al bulto, sin exponerse demasiado porque con seguridad uno o más enemigos le estaban tirando. Esa situación fomentaba la inseguridad de ambos bandos y dificultaba la precisión de los disparos.
Ante la intensidad del fuego de morteros, los británicos se replegaron a la posición de partida que habían adoptado para el ataque, en el valle, al Oeste de Tumbledown. Muy pocos quedaron a retaguardia de la 4ta. Sección, escondido detrás de alguna piedra al no poder escapar con el grueso. Era exactamente la 1,30 del 14 de junio.
El asalto de la Guardia Escocesa de la Reina había sido rechazado. Un silencio absoluto que se prolongó por espacio de media hora se apodero del monte. Ni siquiera había viento y la visibilidad, pese a ser de noche, era buena, luego de haber pasado momentos de niebla cerrada, fuerte lluvia de granizo y nevadas.
De pronto, ese extraño silencio se rompió con los gritos de los marinos argentinos «Viva la Infantería de Marina», «Vengan, ingleses hijos de puta», » Que Venga la Reina, Carajo», «Vengan que acá esta la 4ta. Sección». Los nervios, la tensión vivida durante más de dos horas de combate ininterrumpido, el cansancio, el miedo, daban paso a un desahogo merecido. Los habían rechazado, que para esos hombres era mucho.
A los pocos minutos los ánimos los ánimos se tranquilizaron. Vázquez bajo a su pozo para calentarse, pues tenia las manos muy frías, casi sin tacto. De inmediato solicito que le comunicaran las bajas y el estado de la munición, dato que se le paso al teniente Villarraza:
-Verde, aquí verde 4.
-Verde.
-Señor, informo que los ingleses se retiraron, prácticamente se fueron en desbandada, en este momento no hay fuego, Tengo cuatro muertos y tres heridos. Estamos haciendo recuento de munición.
En la sintética, Vázquez le relato a su jefe lo ocurrido, quien le respondió:
-Recibido. Pregunto si se va o se queda.
-Señor, yo no domino del todo la situación pero los ingleses tampoco. Si me envía refuerzos puedo aguantar y de aquí no me saca nadie.
-Recibido. Espere
Pasaron unos minutos, los necesarios para que el teniente Villarraza consulte con el puesto de comando del Batallón. El capitán Robacio le respondió que le enviaría refuerzos.
-Verde 4, aquí Verde
-Verde 4- contestó Vázquez.
-Bien, resista, van a ir refuerzos
-Recibidos
.Recibidos, Aquí Verde 4, corto
Relato extraído del libro Batallón 5 de Emilio Villarino