¿Para qué quiere Londres las islas?
Clarín, Miércoles 2 de junio de 1982, Buenos Aires, Argentina
¿Para qué quiere Londres las islas?
 Por Rodolfo H. Terragno 
¿Cuál sería la situación si Gran Bretaña reconquistara las islas? El 
domingo 23 de mayo, el «Sunday Times» respondió de este modo a su propia
 pregunta: «Ahora que una guerra a gran escala ha dejado atrás las 
negociaciones, sería muy difícil considerar una transferencia de 
soberanía a la Argentina en el futuro previsible. 
Pero retener las 
Falklands (Malvinas) requerirá un esfuerzo militar, administrativo y 
financiero que no guarda proporción con las necesidades y posibilidades 
británicas. Esta es una suprema ironía: esas islas no están vinculadas 
al interés nacional de Gran Bretaña».
Este tema ha sido objeto de 
comentarios y especulaciones desde el comienzo de la crisis. Christopher
 Roper, uno de los periodistas ingleses que mejor conoce América latina,
 advirtió que -en caso de reconquista- las islas podrían convertirse en 
«el Sinaí de Gran Bretaña». Según Roper, Londres debería destinar 
recursos extraordinarios a la defensa y desarrollo de las 
islas, «una estrategia que siguió Israel en el desierto del Sinaí, con el resultado conocido».
En
 una entrevista que concedió a la cadena norteamericana ABC, el 
canciller Francis Pym dio la clave para interpretar las intenciones del 
gobierno británico y -posiblemente- los términos de un arreglo secreto 
con Estados Unidos. Pym anunció, en efecto, que Gran Bretaña solicitaría
 a «otros países» que cooperasen en la defensa de las islas.
Está 
claro que, si Gran Bretaña recupera las Malvinas, no será para 
entregárselas luego a la Argentina. Tampoco para conservarlas 
indefinidamente, lo cual le resultaría a la vez costoso e inútil.
En 
1975, la OTAN consideró la posibilidad de extender su jurisdicción al 
Atlántico sur. La clausura del canal de Suez (1967-1975) había 
convertido al Atlántico sur -vía cabo Buena Esperanza- en una ruta vital
 para Occidente, que transportaba a través de ella el petróleo de 
Oriente Medio. En 1975, la situación del canal de Panamá era todavía 
objeto de disputas, y la 
posibilidad de que también esa vía fuera 
cerrada en algún momento agregaba un motivo para prestar atención al 
Atlántico sur. Allí, además, la Unión Soviética comenzaba a 
consolidarse, luego de la sucesiva incorporación de Guinea Bissau y 
Angola al bloque comunista.
En aquella oportunidad, circularon 
versiones sobre la posibilidad de que Gran Bretaña ofreciera las islas 
Malvinas como base naval: un modo de aliviar la carga que representaba 
un archipiélago tan distante y conflictivo; a la vez, un modo de 
consolidar su soberanía allí.
Fue entonces cuando la Marina Argentina
 comenzó a sentir la urgencia y a analizar las posibilidades de 
recuperar las islas. En primer lugar, trató de desactivar el plan 
discutido en la OTAN. Apenas instalada la Junta Militar, a comienzo de 
1976, la Argentina celebró contactos con Brasil y con Sudáfrica para 
hacer causa común contra el proyecto de extender la 
jurisdicción de 
la OTAN. A la vez, discutió con esos países y con Estados Unidos la 
posibilidad de formar una OTAS (Organización del Tratado del Atlántico 
Sur).
En mayo de aquel año, la revista argentina «Cuestionario» citó a
 un alto jefe naval en estos términos: «Si las potencias occidentales 
decidieran que el Atlántico sur pasara a ser controlado par la OTAN Gran
 Bretaña podría ofrecer las Malvinas como base operativa, y ello 
consolidaría la presencia británica en las islas. En cambio, si la 
Argentina se anticipara a cualquier decisión externa y lograse la 
formación de un sistema defensivo regional -con Brasil, o con Brasil y 
Sudáfrica- contando con la cooperación de Estados Unidos pero sin su 
participación formal- Occidente pasaría a interesarse activamente en la 
solución del diferendo argentino-británico. y 
Estados Unidos podría 
utilizar su ascendiente para lograr que, por fin, Londres reconociera 
los derechos argentinos sobre las Malvinas. Si las islas son 
recuperadas, es una decisión que la Armada Nacional instalará allí una 
base. Por supuesto, si la Argentina integra un organismo dedicado a la 
defensa del Atlántico sur, esa base naval serviría al mismo propósito. 
Pero 
como base argentina, instalada en territorio nacional.
Ese 
proyecto estaba vigente aún a fines del año pasado, cuando Leopoldo 
Fortunato Galtieri participó en Washington de la Conferencia de 
Comandantes en Jefe de Ejércitos Americanos. En esa oportunidad Galtieri
 anticipó a altos funcionarios de la administración Reagan que asumiría 
la presidencia de la Nación. Se habló entonces de la posibilidad de que 
Washington presionara a Londres para acelerar la transferencia de las 
Malvinas a la Argentina. Galtieri ya vislumbraba que la recuperación de 
las islas era una forma de ensanchar las bases del gobierno militar.
Para completar la cadena que conduce a la situación actual falta un eslabón: 
¿qué fue lo que decidió a Galtieri a intentar la recuperación por la vía 
finalmente elegida?
El
 hecho es que, desatado el conflicto el 2 de abril, Estados Unidos 
intentó disuadir a Galtieri, luego medió entre la Argentina y Gran 
Bretaña, y finalmente decidió apoyar a Londres, incluso en el plano 
militar. En este ejercicio, Washington puso en juego sus relaciones con 
América latina. Seria ilógico que no hubiera previsto obtener un rédito.
 Las ventajas y desventajas que representaba la alianza con Gran Bretaña
 debieron ser discutidas en detalle por el secretario de Estado, 
Alexander Haig, con el canciller Francis Pym.
Si ofrecer las islas 
como base de la OTAN era una idea atractiva para Gran Bretaña en 1975, 
ahora debería resultarle verdaderamente seductora. Desde el punto de 
vista norteamericano, el triángulo Ascensión-Malvinas-Diego García (esta
 última isla en el océano Indico) ofrecería una perspectiva de asegurar 
el control naval de un área donde, hasta ahora, la Unión Soviética 
parecía estar en condiciones de establecer un predominio.