Prologo del Autor

Guerra de Malvinas 1982

Prologo del Autor

Ganso Verde

Prologo del Autor

Esta obra es la expresión de las experiencias vividas por un soldado.

No es , no puede ser, ni debe ser entendida como la justificación de una derrota militar. Sería en tal caso una obra interesada que, sustituyendo la realidad histórica con el disfraz de una leyenda, no haría sino aumentar la incertidumbre y la confusión aun reinantes sobre “como fue” el conflicto con Gran Bretaña
.
En ella he renunciado, conscientemente, a tratar los acontecimientos que no tuvieron directa relación con los sucesos militares que me ocupan y justifican este trabajo: la campaña en el Atlántico Sur del Regimiento 12 de Infantería “General Arenales”, unidad que tuve el honor y el orgullo de comandar en combate por la defensa de nuestras islas Malvinas.

No se trata de una ficción literaria.

Su primera parte es un relato cronológico diario, descarnado y sin adornos, de las vicisitudes protagonizadas con sudor, sangre y muerte por mi regimiento a partir del momento que en guarnición de paz recibí las órdenes para su empleo en el Teatro de Operaciones Sur hasta su regreso, tal como las viví, presencié o resolví personalmente en mi carácter de comandante independiente de una guarnición aislada en la isla Soledad (Darwin-Goose Green), redactadas no con el carácter de una retrospección histórica sino en el tiempo verbal que acontecieron y las viví.

En cumplimiento de prescripciones reglamentarias militares vigentes en materia de publicaciones, el contexto de esta primera parte fue sometido a análisis y evaluación histórica y documental de organismos específicos de la Jefatura III – Operaciones del Estado Mayor General del Ejército Argentino, que concluyeron su cometido sin objeciones que justificaran relevancia o pertinencia.

Mi propósito intencional, meditado, es una obra de buena fe, de completa y absoluta buena fe.

No escribo entonces con la belleza de un literato ni con la profundidad conceptual y analítica de un investigador histórico, que no lo soy; lo hago como hombre de armas, un hombre de acción sujeto en su estilo a la frialdad militar de su preparación profesional específica – sepa el lector excusar esta falencia, así como apreciar, por contrario imperio, la objetividad de esta narración respecto de hombres, sucesos y resoluciones. Me he esforzado en ello.

Advertirá sin embargo claras manifestaciones subjetivas en los juicios, apreciaciones, comentarios y pensamientos que rubrican determinadas circunstancias críticas en el decurso de los hechos; han sido insoslayables, habida cuenta de mi personal participación en ellos en ejercicio de un cargo y responsabilidades que los determinaban inexorablemente.

Con independencia de y sin embargo, fundado en todo ello, creo que mis escritos constituyen un aporte singular para los historiadores.

Ellos no podrán deducir la verdad llana y completa de la campaña en Malvinas de la Fuerza de Tareas “Mercedes” de la simple consulta y análisis de los documentos oficiales o publicaciones privadas sobre este tema. La esencia de esa verdad, objeto de esta publicación, ha permanecido en la penumbra como resultado de la concurrencia negativa de factores diversos: durante el desarrollo de los acontecimientos, por el aislamiento geográfico de ese elemento de combate en Darwin-Ganso Verde, distante 90 Km de Puerto Argentino, principal y único centro emisor de información al continente del desarrollo de la guerra y donde, además, trabajó con serias restricciones en su tarea y movimientos el único equipo periodístico, oficial, autorizado en las islas.

Con posterioridad, los hechos que me ocupan fueron publicados con extrema síntesis en el Informe Oficial del Ejército Argentino – Conflicto Malvinas – Edición 1983; este documento enfatizó, en forma breve y muy superficial, los de carácter operacional trascendente, desdibujando y parcializando el esclarecimiento de eventos negativos o contrarios al objetivo y finalidad de la campaña, resultantes de decisiones de la superioridad que la publicación no cuestionaría; obvia, además y lamentablemente, los pliegues circunstanciales humanos, materiales e imponderables que tan fuerte y desfavorablemente condicionaron aquéllos hasta el desenlace de la rendición.

Esa publicación, hecha por el Ejército con el propósito de difundir y cubrir requerimientos de conocimiento de sus cuadros, ciudadanía en general y los de la crítica histórica, fue cumplida sólo en relación a los cuadros, parcialmente; quedó inexplicablemente trunco el esclarecimiento de la opinión pública nacional, cuya legítima avidez y voluntad por saber fue frustrada, a mi entender, sin justificación, teniendo en cuenta que, para entonces, las Fuerzas Armadas en lo particular del ámbito que les correspondía y la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades en el Conflicto Atlántico Sur (Comisión Rattenbach) en lo general, habían completado las investigaciones que por sus alcances en los órdenes táctico, estratégico, político y nacional pudieron haber requerido un tratamiento confidencial.

La consecuencia era previsible; la opinión pública nacional, desinformada sin atenuantes, dolorida por una derrota militar para la cual no había sido preparada y que para ella se había configurado sorpresivamente en el lapso final de la guerra como emergiendo de una galera mágica, apabullada por un triunfalismo insensato y sorprendida en su buena fe, reaccionó con violencia y fustigó sin piedad, convenientemente guiada por intereses espurios cuyo hedor me impide calificar, a los elementos de combate de las Fuerzas Armadas que participaron en la campaña, como a una vergüenza execrable para la Nación.

Plumas relevantes, voces representativas, medios de comunicación masivos, prejuzgando en su ignorancia, faltando a la verdad conocida otros, compitieron en la amonestación irreverente de los vencidos: ineptitud, ineficiencia, irresponsabilidad, negligencia, incapacidad, carencias en el sentido del deber militar, espíritu de sacrificio y abnegación…cobardía, fueron conceptos de uso generalizado para adjetivar irreflexivamente a combatientes y mandos de la primera línea de fuego.

A Dios gracias, otras plumas y otras voces, las menos pero valientemente, predicaron en el desierto en defensa de los hombres que habían empeñado su sangre y sus vidas en una causa arraigada en las entrañas mismas de la Nación.

Al Ejército Argentino, institución cuyas glorias guerreras no son discutibles y nacen antes que la Patria misma lo hiciera en mayo de 1810 le fueron endilgadas, sin remilgos ni contemplaciones, sin fundamento razonable alguno, que no lo hay, el ciento por ciento de las responsabilidades de la derrota militar en Malvinas.
Con igual parcializado criterio, estoy seguro y afirmo, le hubieran sido reconocidos un treinta y tres por ciento de los honores y laureles de una hipotética victoria.

Fiel a una dramática tradición histórica, asumió los mayores sacrificios y todas las culpas y no se defendió; en su marco interno, a las unidades de infantería, exclusiva y excluyentemente, les fue impuesto y debieron asumir todo el peso de esa responsabilidad.

Arma atada a la fuerza telúrica de la tierra que nos vio nacer, en la que sufre, vive, combate, se desangra y muere, la infantería combatiente de la Campaña Atlántica fue sacrificada ignominiosamente en el Altar de la Patria para disipar el humo que se pretendió vergonzante de una derrota circunstancial.

La sangre de mis muertos por la Patria y el honor de mis combatientes, sin distinción, fueron enlodados sin misericordia.

En lo personal, Oficial Jefe sindicado como uno de los principales responsables de esa derrota, fui relevado del mando de mi unidad, sancionado antirreglamentariamente con 4 meses de arresto y pasado a situación de retiro obligatorio por el entonces Comando en Jefe del Ejército a propuesta de la Junta Superior de Calificación de Oficiales, que ésta funda en mi clasificación de Inepto para las Funciones de su Grado; sin solución de continuidad, fui procesado por ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas por igual causa por la que fuera sancionado disciplinariamente, encuadrado en el Art 751 del Código de Justicia Militar.

En silencio, lo he aceptado todo: el demérito de mi honor y de mi capacidad profesional, el cuestionamiento de mi diligencia y decisión en el ejercicio del mando en combate y la consecuente denigración social de mi persona, mi familia y mis afectos, en tanto se expedía la suprema autoridad de la Justicia Militar

No pude aceptar jamás y debí soportar por imperio de las circunstancias, durante años, el punzante dolor de las heridas de una injusticia: las tachas que por extensión de aquel inaudito trato a los vencidos manchan, aun hoy y en la opinión de muchos argentinos a los hombres que combatieron y murieron a mis órdenes.

Esas tachas falaces, si las hubo o aun las hay, son mías en forma exclusiva y excluyente; soy el obligado y único responsable. Son mi responsabilidad, tanto como las vidas ofrendadas y la sangre derramada en combate en cumplimiento de mis órdenes.

En la segunda parte de esta obra, resumo las principales alternativas de una larga y penosa lucha de once años por la verdad y la justicia en causas trascendentes: mi honor cuestionado y, para mí, su inequívoca y prioritaria implicancia: el cuestionamiento del desempeño en campaña y en batalla, frente al enemigo extranjero convencional, del Regimiento 12 de Infantería y los elementos que le fueran agregados para constituir la Fuerza de Tareas “Mercedes”

He aquí la esencia primaria del objeto de esta presentación.

Llevar a conocimiento de mis compatriotas la campaña cumplida por una unidad de combate del Ejército Argentino a mis órdenes, para esclarecerlos y aportarles los elementos de juicio que les permitan juzgar por sí los hechos y conducta de los hombres que, habiendo sido mis combatientes, fueron el brazo armado de la argentinidad toda en la gloriosa y legítima redención de nuestras Malvinas, aún inconclusa.

Mi reconocimiento y homenaje a mis combatientes de la Fuerza de Tareas “Mercedes”:

Regimiento 12 de Infantería “General Arenales”, compañía C del Regimiento 25 de Infantería, 3ra Sección de la compañía C del Regimiento 8 de Infantería, Batería A del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, Grupo de Ingenieros de la Compañía de Ingenieros 9; al comandante y tripulación del Buque “Monsunen” que, sin integrarla, cumplieron voluntariamente misiones de combate en forma y fondo propias de la tradición, honor y prestigios de nuestra Marina de Guerra; al comandante y tripulación de la patrullera GC-82 “Río Iguazú” de la Prefectura Naval Argentina, cuyo sacrificio, incluso de vidas, permitió a la Fuerza de Tareas disponer de las únicas bocas de fuego de apoyo pesadas parea combatir, y a los pilotos de combate de la Fuerza Aérea y Armada Nacional, que arriesgaron u ofrendaron sus vidas en misiones aéreas de apoyo directo sobre mi zona de responsabilidad en batalla.

Me felicito y honro en haber podido vencer los contrapesos inerciales de mi condición de militar profesional y de las glorias guerreras de los 167 años de historia de mi regimiento, que me impelían, compulsivamente, a continuar combatiendo hasta el aniquilamiento. Ello me permitió devolver a la Nación vidas preciosas de combatientes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea que en la situación operacional vigente al momento de capitular, de haberlo hecho, hubiera inmolado estérilmente.

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