Un Relato de Malvinas

Guerra de Malvinas 1982

Un Relato de Malvinas

Esteban Vilgré La Madrid
Guerra de Malvinas Regimiento de Infanteria Mecanizado 6
  Como Pelean Los Infantes
¡Cada Día Un 2 De Abril Marchando Alegre Sobre Un Puerto Argentino Que No Sepa Rendirse!

La bandera es celeste y blanca.

En esos hombres que murieron por la Patria sin pedir nada a cambio en los gloriosos días de la Guerra de Malvinas, reposan en silencio las semillas que, en un futuro, Dios quiera no muy lejano, germinen y hagan brotar la nueva Argentina, gloriosa y pura como la Resurrección de Nuestro Señor.

Sólo desde allí renacerá esa esperanza, todo lo demás es estiércol.
Malvinas ha sido nuestra pasión y muerte.

Y Malvinas será nuestra resurrección.
DC
“El Combate De La Infantería Tiene Su Particularidad, Porque Aislado Y En Soledad, Uno Puede Ver La Cara De Quien Lo Viene A Matar Y En Esos Momentos, Solo Dios Es Ayuda Y Testigo”

(De un héroe de nuestras Islas Malvinas)

La 3Ra Sección De La Compañía De Infantería “B” Del Regimiento De Infantería Mecanizado 6 “Gral. Viamonte”

“Un Combate Muy Duro En Uno De Los Sectores Más Difíciles”

* Por El Teniente Coronel Vgm Esteban Vilgré La Madrid

El primero de Abril había sido cansador y en la noche los soldados de la Clase 1962 montaban guardia en los campos de la “Colonia Olivera “, mientras en el vivac, los nuevos Soldados Conscriptos finalizaban su instrucción nocturna. Desde el Puesto de la entrada, los Soldados Guanes, Todde y Minutti disfrutaban de un momento de descanso, pocos circulaban a través de la “calle de los Plátanos” que unía la Ruta Nacional Nro. 5 con el vivac del Regimiento; los sonidos iban muriendo y la noche era solo interrumpida por el “crack crack” de los fusiles al ser comprobados o algún zorro en la lejanía… se acercaba la baja y ese era el tema de conversación. Eran los últimos, los primeros habían partido y en Mercedes, Lobos, Navarro, Luján, General Rodríguez y muchas otras localidades bonaerenses ya se encontraban nuevamente como ciudadanos… sí, había sido un año duro, de instrucción intensa; premonitoriamente la Jefatura del Regimiento había sido muy exigente en ese aspecto. El Oficial de Operaciones, el Mayor Jaimet siempre les decía que frente a un enemigo, cara a cara, no habría excusas, ni desaliento o falta de fe, serían uno u otro… pero eso ya quedaba atrás, finalizaba la conscripción y pronto regresarían a casa….
Este año sería imborrable en sus recuerdos y sus vidas, pero lejos estaban de saber cuánto. Habían aprendido a amar y servir a la Patria: unos se habían formado en sus primeras letras dentro de las aulas de la Escuela Primaria del Regimiento, otros habían reforzado enseñanzas inculcadas en sus hogares, habían aprendido que nuestra Nación y sus valores se defienden con un arma, pero también siendo honestos, trabajadores, buenos ciudadanos… Así lo habían jurado con la fuerza del bramido del puma, el 20 de Junio en Chivilcoy, frente al Pabellón Nacional que portaba el Subteniente Arroyo Arzubi, abanderado del Regimiento
Aún no había amanecido cuando un movimiento inusual se vivía en el cuartel del Regimiento en la ciudad de Mercedes, todos volvían presurosos de su franco y los centinelas del “Puesto de entrada”, Polizzo, Adorno y Becerra, -próximos ya a su relevo- se enteraron que “habían recuperado las Malvinas”. ¿Las Malvinas? ¿Esas islas del sur que en la Escuela les enseñaron a amar? Pero… ¿no las tenían los ingleses?…
A partir de allí todo se sucedió muy rápido, volvieron a ver a sus compañeros de baja quienes, como cuentas de Rosario, se fueron presentando en altísimas proporciones llamados por el sagrado deber. Pese al secreto, pronto se anoticiaron que partirían para las islas o a “algún lugar en el sur”. Así, la Compañía de Infantería B “Peribebuy” (en homenaje a los infantes del mismo Regimiento que se batieron en ese combate, en los esteros paraguayos, un siglo atrás), hasta ese momento la única que marcharía, fue completando sus efectivos; hasta Marcelo Di Sciulo, el Soldado del Casino de Oficiales estaba allí!!!; Lejos estaban de imaginar que serían protagonistas de los combates más encarnizados y de constituir la última fracción de la Infantería del Ejército en batirse contra el enemigo en momentos previos a la rendición… no sin antes haber agotado la munición o vendiendo cara su vida!!!
Fugazmente pasaron la interminable y aburrida inspección en el Regimiento de Infantería 3 de la Tablada; las noches embalando el equipo en la cuadra de la Subunidad; la preparación de la carga marítima; las recomendaciones del Encargado de la Compañía, el Sargento 1ro Pitrella; la seguridad y aplomo que transmitía el carismático Jefe de Compañía Tte. 1ro Abella… Así, nuestros jóvenes soldados que solo unos días atrás se encontraban de guardia en Olivera, se veían a bordo de dos camiones MB 1114 y dos Unimog 416 – con un nuevo Jefe de Sección, el Subteniente “En Comisión” La Madrid, hasta horas antes cadete de IV año del Colegio Militar – cantando, alborozados, rumbo a la Base Aérea de El Palomar, bajo el aplauso del pueblo de las ciudades ubicadas a lo largo de la ruta, que saludaban su paso.
La estadía en El Palomar previa al vuelo fue cargada de emoción y adrenalina; las distintas fracciones desplazándose a sus lugares de reunión y embarque, la espera en el hangar; alguna llamada de despedida a una novia desde el cuartel de los bomberos de la base; el olor de la combustión del JP1 de los motores de los aviones que bramaban al despegar, los gritos de los jefes de Grupo tratando de mantener el orden (el Sargento Echeverría con su vozarrón, la tonada mendocina del Cabo 1ro Zapata o la litoraleña serenidad de los Cabos Palomo y Fernández).
Pronto todo el bullicio fue dando lugar al sonido monocorde de las turbinas del avión y el silencio de las alturas; algunos dormían, unos como Segovia, Strizzi y Bordón recordaban a sus seres queridos, ¿Cuándo los volverían a ver?; otros como Gómez, Roldán y Ramos bromeaban en voz baja… pero todos sentían la excitación del honor y responsabilidad que significan defender nuestra Patria; comprendían la importancia del largo año de entrenamiento y el porque de tanta exigencia en el campo de instrucción… se preguntaban si el Teniente Coronel Halperin, Jefe del Regimiento, habría sospechado el desafío que ahora debían enfrentar… Así, con la tranquilidad de quien sabe hacer su trabajo, la 3ra Sección marchaba rumbo a la guerra… y la gloria.
Poco a poco la oscuridad y el silencio fueron ganando la aeronave hasta llegar a Río Gallegos donde el cambio de avión fue precedido por un caliente mate cocido con leche y pan servido por los camaradas de esa Guarnición Militar para, ahora sí, marchar definitivamente a las Islas Malvinas. ¡Al fin! Las islas a un paso, cuántos argentinos envidiaban estar en su lugar, qué orgullo sentirían sus familiares y cuanta responsabilidad depositada por el Estado en sus fuertes espaldas. Así en poco tiempo, las luces del Aeródromo de Puerto Argentino se divisaron en la lejanía y un aterrizaje más que violento por lo corto de la pista les anunció que era la hora de la verdad, la 3ra Sección había llegado para hacerse sentir.
Técnicas de combate
El combate del infante posee una característica, obedece a técnicas sencillas, pero requiere una gran creatividad, coordinación y sincronización. Un combatiente puede prepararse en poco tiempo pero una fracción de infantes con mayúsculas requiere algo mayor: “el espíritu del Infante” que le dará precisión letal; el jefe sabe que debe lograr que sus hombres den la vida en el cumplimiento de la misión y solo lo logra por medio del ejemplo personal y el afecto, y sus hombres saben que lo harán a través del entrenamiento duro; eso les crea una sensación de “Unidad” en el verdadero sentido de la palabra, los lleva a sentirse invencibles, al desprecio heroico de la propia vida (sin ser temerarios), y transforma a sus integrantes en un cerrado núcleo de hermandad bajo la palabra “camaradería”. Así, un soldado que no posee ese espíritu será un combatiente… mas no un ¡INFANTE!. El Regimiento de Infantería 6 poseía ese espíritu y la 3ra Sección lo transformó en algo trascendente y contagioso a medida que pasaron los días. No había ningún hecho (bueno o no tanto), que no tuviese el sello de alguno de ellos…
Una vez desembarcada, la Sección realizó una agotadora marcha con todo su equipo hasta un depósito de munición británico en cuyas inmediaciones instaló un vivac provisorio. Allí ocurrió un hecho fundamental para ellos: su Encargado tuvo que ser reemplazado contra su voluntad por cuestiones de salud e ingresó en su lugar quien después sería un excelente camarada y consejero de su joven jefe, el Sargento 1ro Corbalán, sanjuanino pulcro y de modales educados que demostraba con el ejemplo que el soldado debe ser cuidadoso con su aseo, aún en medio del combate, pero cuando de luchar se trata, se embarra hasta las narices protegiendo el repliegue de los suyos…
Tres movimientos más esperaban a la fracción, la primera: al oeste de Puerto Argentino, la segunda: hasta donde termina la bahía (o Stanley Harbour, su nombre inglés) al pie del cerro Sapper Hill, en un lugar denominado Moody Brook (“el cuartel de los Royal Marines” en la jerga lugareña). Allí pasaron los últimos momentos de tranquilidad y serena espera; la Compañía que había sido designada bajo el pomposo nombre de “Reserva Helitransportada” del Componente Ejército de la Guarnición Malvinas. Entrenamiento en helicóptero, algún asado fugaz de un cordero que “accidentalmente” había caído en sus manos (al que Poltronieri, con indudable habilidad, carneaba y cuereaba en minutos), la cooperación en la descarga de material del Batallón Logístico 9 (que siempre implicaba algún “pago” en especias…), la asistencia espiritual de nuestros capellanes, algún aerograma a la familia, cartas “al soldado argentino”, guardias y las patrullas eran las actividades de esos días…
Así, cuando el tercer y último movimiento fue ordenado, la Sección era un engranaje sólido y aceitado, listo para la exigencia que se avecinaba desde la isla Ascensión… y que ya había golpeado en las Georgias.
Hacia fines de Abril fue el esperado desplazamiento: parte del equipo fue trasladado en helicópteros y camiones Unimog por el difícil “camino a Darwin” que cruza el río Murrel en las faldas del Monte Kent; el resto fue trasladado por nuestros duros infantes en una marcha épica. Había que ver la larga hilera de hombres que cual serpiente se internaba en territorio “más allá de las líneas”, bajo el sonido de los rotores de los helicópteros y los gritos de aliento de los Jefes en una suerte de imagen bélica surrealista… El cerro “Dos Hermanas” (Two Sisters o algún otro nombre menos elegante) pasó a ser el hogar de éstos hombres… más tarde se le sumaría una fracción del Regimiento 4 -que también dio muchos héroes a nuestro Ejército (Martella, Silva y tantos otros oficiales, suboficiales y soldados)-.
Preparativos
Pronto se transformó en una fortaleza, todas las armas fueron regladas y las “zonas muertas” cubiertas bajo el fuego de morteros y ametralladora… las avenidas de aproximación del enemigo puestas bajo la protección de “trampas explosivas” (colocadas por el Jefe de la Compañía) y la retaguardia… con fajas de minas instaladas por los hermanos de la valiente Infantería de Marina. La Subunidad fue reforzada con coheteras (a órdenes del Sarg 1ro Zucón), un Observador Adelantado de Artillería, equipos de comunicaciones TRC 300 “Thompson”, Misiles SAM 7 (que fueron utilizados sin éxito contra los aviones británicos), más munición y una reserva de raciones de combate reforzadas que fueron vitales en los dos últimos días de la batalla… Por eso no fue de extrañar que cuando el enemigo inglés desembarcó e inició el largo camino a Puerto Argentino, se le designase un Jefe de Sector (el Mayor Jaimet) y fuese elegida para la ejecución de tareas que por ese entonces solo realizaban los comandos como: puestos de vigilancia y escucha en los Montes Wall, Challenger y Kent, protección de aeronaves, patrullas a lugares donde presuntamente se desplazaban los británicos, emboscadas en el “Murrel Bridge” y hasta una patrulla (que se formó sobre la base de integrantes de la 3ra Sección, a órdenes del Cabo Fernández y el Jefe de Sección) hacia Monte Simón y que fue abortada a último momento (fue encomendada a una de las Compañías de Comandos derivando en el conocido combate de Top Malo house). Otro tema fue la relación con los “vecinos”, el Regimiento de Infantería 7 (RI 7) en el Longdon y el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) en el Tumbledown, allí no solo se intercambiaba información o se coordinaban tareas, sino que también se realizaban trueques (Mantecol por cigarrillos, lata de ración por petaca de wisky, etc.) como verdaderos financistas!
Pero, así como los días se acortaban y el clima se hacía cada vez más frío, la oportunidad del combate se aproximaba, con los británicos haciéndose cada vez más fuertes en las cercanías de Puerto Argentino; varias de sus patrullas que trataron de infiltrarse fueron descubiertas; se cancelaron los reconocimientos del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10; se replegaron los cañones de la artillería y la actividad de bloqueos se suspendió. No Había ninguna duda; el fuego de preparación naval, aéreo y terrestre y la actividad cada vez más intensa del enemigo, presagiaban una dura prueba para esos inquebrantables soldados que por ese entonces se reían del enemigo, apostando “por el silbido” al lugar donde explotaría el próximo proyectil…
Ya eran parte de la turba y sabían cómo obtener todo de ella: llamas de las ramas húmedas; agua del hielo; guardar comida de reserva; fabricar velas con cordón y grasa de oveja; armar cigarros con papel y yerba o hasta usar de mate el casco de una granada con un bolígrafo Bic y virulana como bombilla!!!, habían fabricado una radio con restos de un vehículo destruido o construían posiciones a las que no les llegaba ni el agua ni el frío (sin el auxilio de zapadores como lo hacen otros ejércitos…). Se veían a sí mismos invencibles, su ánimo no se quebraba y en las largas noches de guardia en la posición “al 50 %” (uno duerme y el otro vigila) siempre mostraban hechos que lo evidenciaban (lluvia de voluntarios ante una alerta para ir a ver si había enemigo aproximándose, las largas horas que los apuntadores Poltronieri y Horisberger dedicaban a limpiar y cuidar “como niñas” sus ametralladoras, las bromas subidas de tono por la delicadeza con que se cubría a la novia del soldado: el fusil, o los que permanecían más tiempo que el ordenado en los puestos de escucha al frente para permitir más descanso a los que no estaban de turno) El sueño que tal vez otros infantes no han visto ni verán en su vida, desfilaba ante los ojos de quien por allí pasara… una fracción lista para el combate, con el espíritu templado y sus armas listas. Lejos estaban el Comando 42 de los “Blues and Royals” o los Guardias Escoceses y Galeses británicos de esperar semejante recibimiento. Esto honra aún más a nuestros soldados, no era cualquier Infantería la que enfrentaban, era “LA” infantería moderna por excelencia; el soldado británico es muy profesional y eficiente, entrenado bajo las estrictas reglas del arma y forjado en los más diversos frentes de batalla del mundo… un rival digno de ser enfrentado y envidiado por cualquier combatiente. Y pensar que al volver nuestros combatientes fueron humillados por algunos con el apodo de “los chicos de la guerra”.
Durísimos combates
El mes de Junio comenzó con durísimos combates que arrojaron como resultado un cerco a Puerto Argentino y una intensa lluvia de proyectiles sobre las posiciones propias buscando quebrar el espíritu de n el suelo, pero los gritos del Soldado Minutti (excelente radiooperador y camarada) los sacaron de su trance: “Mi Subteniente, Guanes y Todde están heridos”. Corrieron hacia allí, el segundo tenía una esquirla en su tobillo y Guanes había sufrido la amputación de sus miembros. Rápidamente fueron en su ayuda, Tode, valientemente pidió que asistan a su compañero primero por lo que el Soldado Uboldi y otro camarada lo cargaron en sus espaldas, desapareciendo bajo el fuego enemigo, en la osclucha. Esto no hizo más que preparar e incrementar las medidas de seguridad, racionar el uso de los visores nocturnos “Litton” y preparar posiciones a retaguardia con munición y raciones para el caso de perder el contacto o necesitar un repliegue. Se hicieron ensayos del movimiento y se reconocieron calles entre las trampas y minas terrestres. Nada quedó librado al azar y la ansiedad en las posiciones era calmada con el rezo diario del Santo Rosario (no se suspendía bajo ningún motivo); el deseo de medir fuerzas, “que vengan de una vez” era la frase más escuchada por ese entonces. La noche del 11 al 12 los aprestos realizados por los británicos en el monte Kent, el adelantamiento de su artillería y la lluvia endemoniada de proyectiles anunciaban la acción. Existía la firme convicción que esa “era la noche”.
Aproximadamente a las 20 horas (oscuro y sin visibilidad) el puesto adelantado del Cabo 1ro Zapata envió al Soldado Roldán para advertir sobre el comienzo del avance británico por parte de los Paracaidistas del Para 2 y del Para 3 (que habían sido martillados todo el día por el fuego de la propia Artillería reglado por los integrantes de la Sección, la más cercana al enemigo) en dirección al Monte Longdon, posición del RI 7. Una vez delatado el ataque por un británico que pisó una mina, los paracaidistas intentaron un desplazamiento por el valle. Allí se encontraron con las ametralladoras de la 3ra Sección que les abrieron el fuego; eso y la certeza de que se poseían armas antitanque (los Soldados Uboldi, Strizzi y Gómez eran sus eficaces apuntadores) evitó el desplazamiento de sus vehículos Scimitar y Scorpion en el asalto.
Con el transcurrir de las horas la Sección fue testigo de uno de los combates más heroicos de la guerra. Los paracaidistas británicos atacaron con convicción, pero una y otra vez fueron rechazados. Era emocionante ver el cielo iluminado por las bengalas y las trazantes rebotando contra las rocas. La posición de ametralladora más cercana al enemigo disparaba con precisión sangrienta para hacer una pausa durante la que éste devolvía el fuego con furia, más cuando creía que no habría sobrevivientes… volvía a escupir munición como si fuese una fortaleza… esos hombres sí que poseían atributos… pero a pesar de ese derroche de coraje pronto el Longdon se fue acallando y el combate se hizo más lejano.
En el cerro “Las dos hermanas”
El fuego insistente sobre la cresta del cerro Dos Hermanas indicaba que se acercaba el momento decisivo. Los hombres se prepararon para el combate en medio de los bramidos ensordecedores de las explosiones, prepararon sus armas y se acomodaron en sus posiciones para tener buen campo de tiro. Los apuntadores de ametralladora revisaron las marcas hechas en sus afustes y leyeron por vez mil la carta de distancias, mientras los apuntadores de lanzacohetes colocaban en sus cañones los proyectiles que habían cuidado como bebés desde su llegada. Cada uno revisaba sus elementos y su misión. Era el momento esperado y –aunque con miedo- nadie se dejaría vencer; el Jefe de Sección les había dicho: “la diferencia entre un héroe y un cobarde es que uno se deja vencer por el miedo y el otro no”. Comenzó el movimiento británico, pero sorpresivamente cambió de dirección… nadie venía por el frente!! Solo ráfagas esporádicas que golpeaban contra la turba y las incesantes explosiones del fuego de apoyo… que pasaba? El tiempo transcurría y el combate se hacía más cercano pero… a retaguardia!! Se oían las voces y los gritos de furia de los Soldados del Regimiento de Infantería 4 (RI 4), sus ametralladoras de 12,7mmm ya se habían acallado y se recibía fuego desde la cresta del cerro, quedando así en posición de absoluta desventaja. El Jefe de la fracción vecina, el Subteniente Corbella, que se encontraba próximo al enemigo, envió al valeroso Sargento 1ro Sergio Ruíz, quien atravesó la zona batida en medio de la metralla, para alertarnos de la situación.
El Subteniente ordenó dar frente hacia atrás y prepararse mientras los ingleses llegaban; en ese momento, un estafeta del Comando de la Compañía corrió arriesgando su vida para avisar: “replegarse a la posición de repliegue 1”; esa era la señal de abandonar la posición. Allí, disciplinadamente y en medio de los disparos, la Sección se mezcló con los infantes del RI4 en repliegue y marchó al lugar de reunión, no sin antes recoger algunos heridos como el Subteniente Jiménez Corbalán (que enceguecido por una explosión, clamaba por reunirse con su gente). Al llegar, fueron informados que el cerro había prácticamente caído en manos de los ingleses, el combate era tan cercano que se mezclaban los disparos propios y ajenos. Pero la Compañía B no se rendiría así nomás, tampoco se replegaría sin combatir… el plan consideraba (y así lo habían coordinado a fines de Mayo el Jefe de Sector y el Comandante del BIM 5) reforzar las posiciones de la Infantería de Marina. En el cerro nada había por hacer y Kent, Wall, Challenger y Longdon habían caído. Así, con pesar, se recogió munición de las reservas pero -para el cruce del valle- se dejaron las magníficas raciones “C/F” aligerando la carga. Las retaguardias de combate quedaron a órdenes del Jefe de la 2da Sección, el Subteniente Franco y la 3ra Sección le dejó un grupo de sus mejores hombres para ello. Es difícil combatir como retaguardia y hay que tener realmente mucho espíritu de sacrificio y camaradería para hacerlo, se requiere de mucho coraje para ver a la propia tropa replegarse y quedarse…, sacrificando la vida por ellos si fuese necesario…
El enemigo comenzó sus disparos de armas automáticas y sus morteros y cohetes golpeaban con precisión milimétrica la resistencia sorpresiva en su avance. Guanes, Todde, Poltronieri y otros más disparaban empeñosamente sus armas contra los ingleses que se vieron forzados a detener el avance. Nuevamente el espectáculo del Longdon se repitió, las armas escupían fuego ruidosamente. El Jefe de la 3ra Sección trataba de sacar a sus últimos soldados, cubierto por el fuego de la retaguardia, cuando se escuchó un terrible estruendo en medio de los últimos hombres que esperaban para encolumnarse. El Subteniente La Madrid y el Soldado Di Sciulo fueron levantados por la explosión que les arrancó el casco y los dejó atontados en la oscuridad de la noche, hacia las posiciones suplementarias. Eso fue un claro ejemplo de camaradería y valor, realizar un cruce sin cubiertas y bajo el fuego enemigo a riesgo de la propia vida… solo el convencimiento en la causa que se sirve puede vencer el instinto de supervivencia humano y superar el temor de morir. Entretanto Guanes rápidamente comenzó a desvanecerse pese a los torniquetes y el auxilio del Soldado Médico Goñi quien diagnosticó que “ya nada podemos hacer” así el Jefe de Sección y otros camaradas se quedaron con él rezando a la virgen de Caacupé de la cual era devoto y con su fusil en la mano murió serenamente y sin dolor…(1)
Pero la situación no permitía quedarse allí, el resto de su gente también esperaba por lo que -previo dejar un jalón para que los británicos lo hallaran y enterraran- los últimos integrantes de la Sección iniciaron su repliegue… el cerro Dos Hermanas había caído y como no queriéndose ir, habían dejado allí a uno de sus integrantes.
El Jefe de Sección y las retaguardias de combate comenzaron a cruzar el valle velozmente para reunirse con su gente. Un telón caía y uno nuevo comenzaba a descorrerse.
Ningún disparo en las espaldas
Este episodio es digno de destacar porque es paradigmático, ninguno de los muertos de la Sección lo hizo con un disparo en la espalda (hecho reconocido hasta por los propios británicos) Guanes fue el primero pero no el único de la lista. Esto prueba que el Soldado Argentino no es el llorón que las películas y noticieros nacionales se cansaron de mostrar luego de la rendición; Antes bien, como él, todos cayeron gritando e insultando al oponente, mordiendo pero no odiando. Murieron con su cara al viento helado de las islas y con el pecho desnudo desafiando al enemigo. Vendieron cara su muerte y como Guanes en éste caso, salvando las vidas de sus camaradas que no pudieron así ser blanco de los británicos. Gracias a su acción, se evitó que muchos otros quedasen en el camino.
El cruce fue hábilmente guiado por un hombre del BIM 5; con las primeras luces, la Compañía al completo se encontraba en la ladera Este del cerro Tumbledown ocupando posiciones; Tode (sin una queja) y Jiménez Corbalán habían sido depositados en el Puesto Socorro que la Armada poseía en el cerro. Pronto un Land Rover los trasladaba para su atención…
Todo el día 12 lo pasaron protegiendo el valle que conducía a Puerto Argentino. Pese a lo duro del momento, la gente se ocultaba en los huecos de las rocas y preparaba su refugio para la noche en la que, seguramente, los británicos iniciarían la segunda fase de la operación. Ellos también necesitaban reorganizarse, los combates habían sido más duros de los esperado y debían revisar sus planes…. Eso no evitaba que siguiesen enviando sus fuegos endemoniados. A lo lejos se veía a sus helicópteros trasladando carga, y columnas de tropa desplazándose. La situación en el frente había quedado en manos de algunos integrantes del RI 7; una fracción del Regimiento 3 (RI 3); y más cercanos a los británicos: el BIM 5 (listo para mostrar su eficiencia) y la Compañía B del Regimiento de Infantería 6.
Un hecho para destacar (aunque risueño) pinta de cuerpo entero el espíritu que animaba a la fracción: como dijimos, el cruce se hizo con el mínimo equipo necesario y la noche llegaba sin tener comida o abrigo… sería realmente dura. Los Soldados Di Sciulo, Montoya y otros mas, se infiltraron nuevamente en el cerro Dos Hermanas regresando con algunas mantas y raciones que compartieron con sus camaradas (aún sabiendo que serían severamente reprendidos por su Jefe de Sección, quien fingiendo enojo, los retó orgulloso de los hombres que comandaba), también informaron que los británicos ya habían retirado el cuerpo de Guanes lo que trajo un cierto alivio al pensar que ya no estaría solo y abandonado.
Esa noche fue inolvidable pero la mas tranquila de los últimos días. Puerto Argentino había apagado sus luces, replegado su artillería y destruido el ex cuartel de los Royal Marines; sus llamas, como fantasmas, se veían desde la distancia. Ya no se observaban vehículos ni movimientos a retaguardia… al frente, solo alguna bengala que preanunciaba los fuegos de la artillería surcaba los aires… el día había sido alegrado solo por el sonido de los cañones propios de 155 mm que hacían temblar la tierra en el Dos Hermanas y Longdon y por una fragata británica que tocada, huyó humeando su osadía mar adentro… Otro hecho digno de destacar (y que da por tierra con muchas difamaciones) fue la visita en pleno bombardeo británico del Comandante de la Xma Brigada de Infantería Mecanizada y Comandante de la Agrupación Ejército Puerto Argentino, el ya fallecido Grl Jofré, quien saludó a la tropa y cumplió posteriormente su palabra enviando mas munición (y hasta le cedió sus guantes a un soldado que los había perdido en el repliegue). Si hubo un momento en toda la guerra para estar lejos de primera línea… ¡¡ése era el momento!!
Así transcurrió el día, solo interrumpido por el fuego del enemigo y los disparos de armas automáticas a la distancia… pero los británicos habían comenzado la segunda fase y estaban dispuestos a completarla. Concentraron sus fuerzas en una pinza en torno a las posiciones de la infantería de marina.
Poco ya les quedaba de su apreciación inicial y se jugaron a todo o nada sin una reserva digna en caso de fracasar. Eso prueba la clase de enemigo a la cual se enfrentaban.
Los Gurkas, los Escoceses y los infantes de marina
Los Gurkas (hasta el momento inactivos) y los Scotish Guards abandonaron las posiciones de partida e iniciaron su aproximación a los Montes Tumbledown y Williams aprovechando la oscuridad y protegidos por un intenso fuego terrestre y naval que hacía temblar el cerro. El Jefe de la 3ra Sección reunió algunos de sus hombres (estaban desperdigados por toda la cresta del cerro) y los arengó para el combate final. Era claro que la noche sería larga, no obstante eso no los privó de descansar (hasta el Jefe de Sección se quedó dormido y hubiese sufrido el congelamiento de sus piernas si no hubiese sido por la habilidad el Cabo 1ro Zapata, veterano de la montaña…) había que reservar fuerzas para el último aliento.
Desde las posiciones se oía el furioso combate que los infantes de marina estaban librando, las municiones trazantes y los tiros de apoyo largos silbaban sobre la Sección. Pesada, a la medianoche el ruido y los gritos eran intensos; el Soldado Britos, estafeta del Teniente 1ro Abella, Jefe de la Compañía, llegó transmitiendo la orden al Jefe de la Sección de presentarse en el Puesto Comando. A grandes zancadas trepó hasta las posiciones. Allí esperaban: el Jefe de Compañía, Teniente 1ro Abella; el Jefe del Sector; el Encargado de la Compañía y otros más. El Mayor Jaimet ordenó al Subteniente La Madrid que reuniera a su fracción y la preparase para atacar; el Batallón de Infantería de Marina estaba siendo sobrepasado y era necesario aliviar la presión. Con el corazón escapando de su pecho, reunió a su gente pero su orden no llegó a todos y el tiempo urgía. Los dos últimos hombres, por la distancia en que se encontraban, nunca llegaron a enterarse (hasta el día de hoy sienten que se perdieron una parte de la guerra, y faltaron a sus camaradas… como si hubiese sido su culpa!!!). El Subteniente pronto extrañaría en el cerro a ese cañón de 90 mm.
Con su gente encolumnada detrás suyo marchó hacia el Puesto Comando de la Compañía Nácar del BIM 5 guiado por el Teniente de Corbeta Aquino; dejó sus hombres ocultos en las rocas y concurrió a recibir órdenes. Al bramido del viento y la nieve se sumaba el rugido de los cañones. El suelo temblaba y gigantescas bengalas con su silbido siniestro transformaban la noche en día. El Teniente de Navío Villaraza Comandante de la Compañía, lacónico, empapó de la situación al Jefe de la Sección no sin antes recordarle que la Infantería de Marina no se rendiría y que esperaba que esa fuese su posición. Luego de tomarse un jugo del cajón que oficiaba las veces de escritorio, el subteniente se retiró a reunirse con sus hombres, seguido por el sonido de la radio que informaba al Comandante de la Compañía la situación caótica de la primera línea en todos sus frentes.
Una bengala iluminó los rostros cansados de sus soldados, sus ojos brillaban con decisión pero sus caras flacas evidenciaban el desgaste de los últimos días. Se sintió conmovido por esos hombres que lejos de intentar una excusa, se levantaban lentamente, tomaban sus armas y lo seguían. Todo era un desborde; a retaguardia, la confusión del intercambio de disparos de los integrantes del BIM 5 -algunos ya mezclados en combate cuerpo a cuerpo-; al flanco derecho las restantes secciones de la Compañía envueltas en combate por el fuego y hacia el mar el combate en Monte Williams. Las ráfagas enemigas buscaban por todas partes un cuerpo para alojarse.
“Nadie dudó”
Cuando ordenó “seguirme” nadie dudó. Un nudo atenazaba su pecho… que ejemplo, que valor, que sentido del deber irradiaban sus hombres. Tomó rápidamente su fusil y siguió al Teniente de Corbeta Aquino, un Suboficial y un soldado. En el trayecto las bengalas los iluminaban y la sección se “inmovilizaba” cómicamente para que su aproximación no fuese percibida. Una vez llegados a una altura la situación adelante se hizo confusa. Era necesario un reconocimiento previo para no caer en manos del enemigo que disparaba en su dirección y hacia la primera línea, generando un caos difícil de comprender. El Jefe de Sección, el Suboficial de Marina y el Soldado Arrúa cruzaron un pequeño valle en silencio. Pasaron por una posición donde desde una radio llamaban a un operador que tal vez ya nunca contestaría y al llegar al centro del valle el Suboficial de la Armada mostró por el visor nocturno que quienes se encontraban a corta distancia no eran propia tropa… eran británicos. Situación increíble se había generado, en medio de un valle pelado a merced del enemigo!!. Los ingleses abrieron fuego impidiendo la reunión con el resto de la sección. Arrúa y el Subteniente se ocultaron detrás de una roca, aunque sería por poco tiempo. El resto de la Sección, para no delatar su ubicación (desventajosa por cierto) no había contestado el fuego. Fue allí, (mas por instinto que por valor) que el Subteniente tomó una granada para fusil y la disparó hacia el lugar donde se veía a quien comandaba la operación. Con la explosión se oyeron algunos cuerpos cayendo. La confusión generada les permitió reunirse con su gente. Mientras llegaban, los británicos se alertaron de un enemigo no detectado y comenzaron a disparar. El Teniente Aquino, pese a los disparos, se paró sobre una roca y con gritos desafiantes comenzó a disparar en dirección a ellos. Su acción permitió la reunión con la fracción y desplegar para el combate, pero también fue un modelo de valor que retempló su espíritu.
La Sección se hizo fuerte en el cerro y combatió con fiereza durante toda la noche. Cada ráfaga británica era respondida por otra igual. Con el transcurrir del tiempo el enemigo comenzó a ganar la espalda y la situación se hizo complicada. No obstante, cada vez que creían haber silenciado las ametralladoras, Horisberger y Poltronieri disparaban nuevamente con sus cañones al rojo. El lanzacohetes restante agotó su munición contra los nidos de ametralladoras y lentamente la situación comenzó a desbalancearse. Sin apoyo de morteros, sin radios, sin visores, sin cohetes y casi sin munición los infantes venderían cara la posición; el Jefe de la Sección se vio envuelto en un diálogo en inglés intentando confundir –sin éxito- a los británicos. Repentinamente la ametralladora de Horisberger (2) se trabó, dos veces esperó una pausa de fuego para regular los gases sin éxito. Una ráfaga en su pecho lo arrojó hacia atrás. El Jefe de Sección y otro soldado llegaron a su lado para verlo morir sin un quejido con su ametralladora aún en los brazos. La situación comenzó a descontrolarse pero los británicos no conseguían tomar la cresta. Las trazantes levantaban lluvias de piedras, las bengalas daban un toque lúgubre al lugar y las explosiones de los cohetes y misiles daban la sensación de que en el lugar la temperatura era mas elevada aunque hiciese frío y nevase. Algunos hombres empezaron a caer heridos y otras armas a silenciarse. En su cubierta de rocas eran alcanzados por el fuego Gómez y Ramos; cerca de ellos y mas hacia el oeste Duarte y hacia atrás Peralta. La posición donde estaba el Soldado Delfino con su Jefe de Grupo y otros mas cayó recién cuando estos estaban casi sin munición. Los Soldados Rodríguez (3), Balvidares (4) y Bordón (5), tomaron cargadores abandonados de las posiciones y eran de los pocos que aún tenían munición. No pensaban siquiera en rendirse y cayeron disparando contra los ingleses que intentaban avanzar por el flanco derecho para rodear la posición obligándolos a replegarse. Si lo hubiesen logrado, toda la fracción hubiese caído bajo sus disparos…. Inmediatamente fueron heridos en otro pozo Adorno y Pedeuboy intentando detener una fracción británica que avanzaba por su derecha . El Soldado Delfino y otros mas permanecieron en sus trincheras hasta que sin munición, fueron capturados.
El Jefe de Sección reunió a las bocas de fuego que aún le quedaban perdiendo contacto con el Grupo del Cabo Palomo; sin radios ni munición, decidió tratar de salvar a sus hombres. Era hora de replegarse. Ordenadamente, disparando y apoyándose mutuamente, comenzaron a descender del cerro pero otro obstáculo esperaba, el enemigo les había cortado la retirada. Fue en ese instante que una voz milagrosa gritó: “por acá”. Era el Subteniente Robredo y Venencia, Jefe de la Sección Apoyo de la Ca B, quien junto con el Sargento 1ro Corbalán y una ametralladora comenzaron a disparar a los británicos, los que al encontrarse con una nueva resistencia detuvieron su avance. Así, saltando entre las rocas, cayendo una y otra vez, la sección salió de la zona batida con las municiones trazantes picando entre sus piernas…
“El combate llegaba a su fin”
Al ir replegándose se ubicaron en posición nuevamente entre las rocas para disparar, era suicida jugar a la ruleta rusa. Los pocos hombres reunidos decidieron nuevamente vender cara su vida y comenzaron el fuego. Allí cayó heroicamente empuñando su fusil FAP en automático Walter Becerra (6), aquel que siempre hablaba de su novia en las noches de mate en las posiciones… Cayó también Echave (7) combatiendo con furia (quien, agotada su munición le pidió a su Jefe de Sección la pistola para morir matando). Nadie corrió ni huyo, el caos se adueñó del lugar pero no de sus almas. Así, agotados pero sin entregarse, las primeras luces del 14 de junio vieron a una Sección diezmada pero no vencida llegando a la base del cerro protegidos por la ametralladora de Poltronieri (8), quien, en un acto mas que heroico se quedó nuevamente para proteger el repliegue..
El Combate llegaba a su fin, luego de casi 6 horas de combate la “Right Flank” de los Guardias Escoceses, superior tres veces en número había conquistado el objetivo; a derecha e izquierda espesas estelas de humo se elevaban del cerro y en medio de ellas, largas columnas del BIM 5 iniciaban su repliegue organizadamente. Al encontrarse con su Jefe de Compañía y el Jefe de Sector, el joven oficial descargó su impotencia con un grueso epíteto y se preparó para reunir lo que quedaba de su gente. Pocos habían salido, algunos cayeron prisioneros en la posición, otros heridos y muertos… solo 23 hombres de 47 se encontraban en la base del cerro cuando los ingleses desataron una cerrada barrera de fuego en la entrada a Puerto Argentino para frenar el avance. Una fracción del Regimiento de Infantería 3, mezclada con algunos integrantes del Regimiento de Infantería 25, había quedado del otro lado de la bahía. El Teniente 1ro Abella ordenó reunir la gente que se pudiese y abrir el fuego contra las posiciones que se habían ocupado minutos antes para posibilitar su repliegue. Hecho esto con éxito, se continuó el avance en dirección al pueblo. El Jefe de Sección, el Sargento Echeverría, el Cabo 1ro Zapata, los cabos Palomo y Fernández, los Soldados Minutti, Montoya y otros soldados (mezclados con el Subteniente Franco e integrantes de su Sección) se dedicaron a tratar de destruir todo lo utilizable a su paso y consiguieron cruzar la barrera de fuego en la entrada de Puerto Argentino (no sin antes esperar una pausa de fuego dentro de la caldera de una casa abandonada).
El resto es conocido, la rendición y la preparación para el regreso. La 3ra Sección marchó con la Compañía al mismo bunker que ocupasen al llegar. A las doce de la noche hora del inicio de su cumpleaños, su Jefe lloró amargamente.
Al día siguiente debieron desplazarse hacia el Aeropuerto, previo entregar el armamento a un Capitán del Comando 45 británico, quien dijo: “pelearon bien, ahora: buena comida, buena cerveza, buen descanso y a prepararse para la próxima”. El Soldado Caminos, el Subteniente Franco y el Subteniente La Madrid discutieron algunos temas tácticos con él y marcharon con el resto de su gente. Un día después se ordenó marchar hacia un galpón de las Falkland Islands Company, próximo al Puerto. El paso de la fracción por las calles de la ciudad se hizo mostrando orgullo, con el pecho levantado y mirando desafiantes a los captores. Ya dentro de la barraca, aprovechaban cada vez que salían a tomar aire desde su encierro, para mirar con nostalgia el contorno de los cerros que habían sido su hogar y su mortaja… La nieve cubrió todo de un suave manto la noche que subieron en silencio al trasbordador para embarcar rumbo al continente. Una tristeza y dolor indescriptible embargó a todos sus integrantes. Al subir a la cubierta del buque ARA Bahía Paraíso, se encontraron con algunos de los que creían muertos… el resto no es historia, el resto será presente mientras uno solo de los integrantes del Regimiento de Infantería 6 “Grl Viamonte” se encuentre con vida…
Nuestros combatientes fueron a la guerra convencidos de la causa que defendían y lucharon con bravura, mas allá del límite humano. Fueron derrotados por los enemigos mas formidables del planeta. Baste comparar el número de bajas que tuvieron los británicos en sus recientes campañas a Iraq y Afganistán con las que tuvieron en las Malvinas para comprender la medida de lo que aquí hemos relatado. Los argentinos poseemos un triste defecto: encontrar errores entre nuestras obras y no rescatar lo verdaderamente trascendente en las gestas heroicas, que deberían mostrar modelos de ciudadanos a nuestros jóvenes tan necesitados hoy de ideales (buscados entonces en luchadores o héroes de oscuros juegos en red o dibujos animados). Nuestros héroes no son cibernéticos ni poseen los músculos de Rambo. Son ciudadanos normales, altos, bajos, morochos o rubios, algunos con muy escasa preparación intelectual y otros instruidos, pero unidos por una conciencia clara de lo que es el honor y la dignidad nacional. Nadie muere en su posición por temor al superior que está en la retaguardia, si no, que le pregunten al Soldado Poltronieri o (si hubiese sobrevivido) a Juan Domingo Rodríguez que ante cada bombardeo trepaba a la cumbre del cerro y en señal de orgullo exhibía a los británicos sus genitales como señal de desafío…
Fue también un honor para los integrantes de la Sección combatir a la par de sus hermanos de la Infantería de Marina, fueron un ejemplo, modelo de camaradería y valor para todos sus integrantes.
Hoy cada uno de los infantes que hemos mencionado ha envejecido un poco pero libra con el mismo valor su propio combate. En vano ha sido que algunas absurdas leyes tratasen de discriminar a los soldados de los oficiales y suboficiales que combatieron con ellos codo a codo. Todos son veteranos de guerra y así se sienten. A su regreso al continente siguen hoy viviendo con la misma humildad con que lucharon; esa misma humildad que los hace callar cuando otros se inflan o minimizar sus propios méritos no hablando jamás en primera persona…
Sepa el lector que todo lo aquí expresado es absolutamente cierto, sepa que muy dentro suyo nuestros veteranos tienen un león, sereno pero listo para luchar con bravura hasta el fin, si fuera necesario, en defensa de su tierra y sus valores… Dos Hermanas, Tumbledown, Wall, Longdon, Darwin, Kent, el cielo argentino, el mar austral y muchos otros lugares son testigos de su bravura, patriotismo y desinteresada entrega.
Honor y Gloria a nuestros héroes que descansan en esa, su casa, nuestra casa…
(1) a (7) De los ocho muertos en combate pertenecientes a la Ca I B “Peribebuy” del RI 6, siete pertenecieron a la 3ra Sección: S/C 62 Horacio Balvidares, S/C 62 Walter Ignacio Becerra, S/C 62 Luis Jorge Bordón, S/C 62 Horacio Jose Echave, S/C 62 Héctor Antonio Guanes, S/C 62 Juan Domingo Horisberger, , S/C 62 Juan Domingo Rodríguez, el octavo S/C 62 Ricardo Jose Luna, pertenecía a la 1ra Sección.
(8) El Soldado Oscar Ismael Poltronieri debido a su actuación es el único conscripto de las FFAA.
Sobreviviente, condecorado con la Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate.
(9) Obtuvieron “Mención”: S/C Pedro Francisco Adorno (*), S/C Juan Antonio Duarte (*), S/C Néstor Osvaldo Gómez (*) , S/C Arturo Ricardo Pedeuboy (*), S/C Hugo Peralta (*), S/C Daniel Ricardo Ramos (*).
(*) Herido
(10)Distinguidos por el Ejército con la Medalla “Herido en Combate”: Cabo Marcos Fernández, Cabo Marcos Palomo, Cabo Cesar Manuel Rodríguez, S/C Pedro Francisco Adorno, S/C JuanAntonio Duarte, S/C Néstor Osvaldo Gómez, S/C Arturo Ricardo Pedeuboy, Ca B, S/C HugoPeralta, S/C Ricardo Daniel Ramos, (11) Los Soldados heridos en combate fueron: S/C 62 Gómez, S/C 62 Adorno, S/C 62 Ramos, S/C 62 Duarte, S/C 62 Peralta, S/C 62 Pedeuboy y S/C 62 DanielTode.
El autor durante la guerra con la jerarquía de Subteniente “En Comisión” – pocos días antes Cadete de IVto año del Colegio Militar de la Nación- se desempeñó como Jefe de la 3/B/RIMec 6 “Grl Viamonte”. Por su actuación fue distinguido por el Ejército con la Medalla “Al Esfuerzo y la Abnegación
Fuente: El Tábano

 

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